Puedo contestar de diferentes formas a esta pregunta. La primera, la que habitualmente se está haciendo en el mundo empresarial, nos ofrecería una respuesta como: “No puedo ser optimista debido a la bajada de las ventas, la reducción de los márgenes, la situación de los clientes o consumidores, la restricción del crédito comercial, etc.”
Si os fijáis en las razones que os he enumerado, y en muchas de las que se os pueden ocurrir, surgen fruto de compararlas con situaciones pasadas no muy lejanas en el tiempo. Por ejemplo, cuando afirmamos con respecto a las bajadas de ventas, lo hacemos en comparación con tiempos pretéritos. Un pasado marcado por un ciclo económico que nos había situado en niveles poco coherentes como resultado; en muchos sectores se había inflado la actividad, influyendo en el resto de la economía.
Con esta reflexión quiero resaltar cómo nuestras opiniones, juicios de valor, expectativas, sistemas de gestión y estados de ánimo siguen estando muy influenciados por situaciones del pasado; en muchas ocasiones, tomando como referencia niveles sobredimensionados.
Una segunda respuesta a la pregunta del enunciado es: “Puedo ser optimista en la situación actual siempre que seleccionemos adecuadamente las cosas en las que fijarnos en el pasado, ya que nos puede servir”; descubramos nuevas formas de gestionar, veamos más allá del día a día y de las dificultades que éste nos presenta y tomemos decisiones. Todo esto puede generar un nuevo círculo virtuoso en nuestros sentimientos, en nuestro entorno y, por supuesto, en nuestras empresas. Se nos agota el tiempo para los cambios.
Debemos pensar en la situación: los mercados no serán como anteriormente y eso no tiene porqué ser malo. Todavía deberemos sobrevivir un período con circunstancias similares a las actuales. ¿Qué sentido tiene torturarnos y no aprender a ser optimistas aprendiendo a analizar y gestionar afrontando los retos actuales?
José María Llauger
Gerente de AICON Consultores de Gestión, S. L
Octubre 2009