Estos días de antes de fin de año se prestan a una sèrie de actividades estereotipadas que prácticamente no dejan mucho espacio para la reflexión. Y ello a pesar de que, precisamente, estos días también deben servir para perfilar los planes de la empresa acerca de lo que vamos a hacer para el año próximo, se supone que después de una profunda reflexión.
Venga, acabemos con los presupuestos de una vez, que todo el mundo ya tiene ganas de estar relajado en casa y, los más afortunados, con la familia, pensando en qué van a emplearse los “Papás Noeles” con los críos y los mayores, dónde pasar el fin de año y luego, qué pasa con los Reyes…
¿Alguien ha pensado en qué le va a regalar Papá Noel o los Reyes Magos a la empresa?
Vamos a hacer una propuesta al respecto: ¿Por qué no reemplazamos la frase hecha de ‘año nuevo, vida nueva’ por ‘año nuevo, empresa nueva’?
No quiero decir que tengamos que cambiar de empresa, ni de trabajo ni cosas por el estilo; es algo mucho más fuerte aún. Propongo que el regalo que le hagamos a la empresa sea un nuevo look, pero desde los cimientos. Propongo que la cambiemos de arriba abajo, que le hagamos un lifting total, radical, un rejuvenecimiento en profundidad; no que aparezca como nueva, sino que lo sea.
Y si eso no es posible, aún podemos hacer algo más profundo: podemos cambiar nuestra propia mentalidad acerca de cómo la hemos visto hasta ahora y darle un enfoque diferente.
¿Es posible que la empresa pueda mejorar tanto que aparezca —por lo menos— rejuvenecida, como nueva, y con ‘ganas de marcha’, en lugar de languidecer año tras año? A ver: los presupuestos del año que viene ¿reflejan ‘otra vez lo mismo’, ‘un poco más de los mismo, pero más grande’ o muestran que la empresa tiene ‘ganas de marcha’ total?
Bueno, ojo con los acelerones, que a determinadas edades… Hay que dar cierto tiempo al tiempo, sí. Pero no más del que se precise y sin buscar excusas ni ambigüedades.
¿Sabe usted cómo puede realizar el cambio? Primero, planteemos las cosas como son y, luego, propongo que meditemos acerca de —si no tuviésemos éste y el otro, y el otro problema— a ver cómo estaría la empresa hoy o cómo podía estar mañana y por qué hemos dejado que le aparezcan esas feas arrugas y achaques.
¿Son inevitables, realmente? ¿O es que, en realidad, no encontramos otra manera de enfocar las cosas?
Si ésta es de alguna manera una conclusión en la que honestamente coincidimos acerca de la empresa, que nos da de comer, no sólo literalmente, sino sobre todo, desde un punto de vista mucho más vital y profundo —si sólo nos moviese el aspecto material hace tiempo ya no iríamos a trabajar— entonces, podemos empezar a hablar sobre algo que nos apasiona.
Y entonces, hablaremos del día de Reyes y de Noel y de toda la magia del mundo de estos días; sí, magia, que haberla —como dicen los gallegos— hayla. Y como en la empresa, la única que conocemos es la del trabajo bien hecho, entonces, hablaremos de nuevas técnicas —esta vez reales— para rejuvenecer la empresa…
¿No sería ése, quizá, el mejor regalo que pudiésemos hacerle a la empresa, nuestra vieja y entrañable empresa?
Oriol Llobet
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
14/12/2007