feb 202012
 

Muchas veces me trasladan cuestiones al respecto de si ciertas habilidades en un puesto de trabajo deben ser innatas o se pueden aprender y desarrollar. Evidentemente, mi respuesta no es la misma según el puesto de trabajo, pero en general considero que hay mucho que se debe y puede aprender y desarrollar. También es cierto que nuestros rasgos de personalidad, que se han ido forjando a través de nuestro desarrollo como personas, deben permitir disponer de ciertas actitudes y habilidades.

Ahora bien, raramente me cuestionan sobre las habilidades de dirección o gestión de una empresa. A menudo me encuentro con personas muy formadas en ciertas disciplinas pero que carecen de los conocimientos adecuados en la gestión de una empresa. En algunos casos, incluso sus rasgos de personalidad pueden suponer déficits que pueden comportar limitaciones en el desarrollo de la dirección de una empresa.

¿No deberían ser los déficits en conocimientos y habilidades de gestión de sus directivos los principales puntos débiles que una empresa debe corregir? ¿Es suficiente con disponer de mucha experiencia, larga trayectoria o mucho conocimiento de lo que se ofrece y del mercado para tener el perfil adecuado para gestionar una empresa?

Dirigir una empresa es muy difícil. Resumiría  que indispensablemente requiere de:

  • Conocimiento de herramientas y métodos de gestión.
  • Ciertas habilidades de dirección, rasgos de personalidad y actitudes.

El conocimiento de herramientas y métodos de gestión es una de las grandes lagunas de muchos directivos. Como muchas disciplinas en esta vida no se basan sólo en la disposición de un don divino, se requiere también de conocimientos técnicos. Muchas veces se intentan adquirir de forma teórica: cursos máster, posgrados, etc. Estas capacitaciones se muestran muchas veces insuficientes pues simplemente suponen la adquisición de conocimientos teóricos que muchas personas no saben cómo aplicar realmente en su empresa.

Por otro lado, gestionando una empresa, una persona se enfrenta a la necesidad de dirigir personas para desarrollarlas y sacar el máximo provecho de las mismas, tomar decisiones, generar y desarrollar relaciones, negociar, etc. Todo esto requiere del conocimiento de métodos, pero también del desarrollo de ciertas habilidades.

A menudo defino nuestra labor como consultores como el apoyo necesario para el desarrollo de estas capacidades de forma combinada. Muchas veces buenas capacitaciones en escuelas de negocio no logran adaptarse a las necesidades y al día a día de una empresa, que son a los que se enfrenta un directivo y que muchas veces hace que pierda de vista las oportunidades de implementar métodos de gestión o desarrollar habilidades.

Nuestro papel como consultores debe ser precisamente éste. Situándonos al lado de la dirección de una empresa, aconsejar los métodos más adecuados a aplicar para analizar, planificar e implementar acciones para conseguir un objetivo, velando porque se apliquen a la vez las habilidades directivas adecuadas.

De esta forma conseguimos reforzar el que debería ser uno de los puntos fuertes necesarios, aunque no suficientes, de una empresa: la capacidad de sus directivos para gestionarla adecuadamente, porque en definitiva: NADIE NACE SABIENDO GESTIONAR UNA EMPRESA.

José María Llauger
Gerente de AICON Consultores de Gestión
20/02/2012

ene 202012
 

Dirigir una empresa se traduce, normalmente, en la necesidad de gestionar un grupo de personas con el fin de conseguir una serie de objetivos. Este propósito nunca es una tarea fácil, pero sin duda puede representar un desafío mayúsculo cuando la empresa se enfrenta a situaciones complicadas económicamente o en sus mercados. Sin duda, la dificultad de conseguir ciertos objetivos y las medidas, que muchas veces se deben adoptar, complican la gestión de las personas, que son elementos críticos para alcanzar los retos de la empresa.

Es importante, para una persona que debe dirigir una empresa que afronta difíciles retos, el sentirse acompañada. La soledad en estos momentos suele aparecer y acostumbra a provocar desánimo en la persona que debe liderar los cambios, especialmente cuando estos requieren de esfuerzos y medidas, a veces no populares. Esta persona deberá contar con personas de confianza, un equipo directivo, asesores, etc., que le ayuden y acompañen en este proceso, empujando en la dirección de los objetivos por mucho que los mismos parezcan lejanos.

En estos procesos se debe realizar un esfuerzo muy importante por comunicar adecuadamente, no esperando que todas las medidas sean entendidas por el personal, pero sí esforzándose por realizar un seguimiento de cómo estos están reaccionando con respecto a los cambios. El saber gestionar estos momentos es fundamental; de lo contrario puede producirse una separación irreconciliable entre la dirección de la empresa y el resto de los trabajadores, que puede derivar en líneas de actuación que no vayan en la línea de los objetivos definidos, con la consiguiente pérdida de recursos, tiempo y dinero necesarios en estos momentos. El líder de una empresa debe prepararse adecuadamente metodológica y anímicamente para gestionar crisis en las empresas. Sin su aliento, su fuerza y su perseverancia en el objetivo de realizar los cambios necesarios para conseguir mejorar el futuro de la empresa, los cambios no se llevarán a cabo y la crisis afectará de forma más acentuada a la compañía.

José María Llauger
Gerente y Director Técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
Editorial – InfoManagement – Enero 2012

jul 152011
 

Últimamente nos está tocando ayudar a muchas empresas en momentos de dificultad. Eso contempla: reestructurar plantillas, reducir gastos, renegociar préstamos, acreedores, organismos oficiales, etc. Evidentemente, no es la situación que más le gusta a nadie, pero sin duda, en muchos casos, es necesario hacerlo, sobretodo con un buen plan y antes de que sea demasiado tarde. En estos procesos es muy importante que no se caiga en el desánimo y en la desesperación, provocando que se bajen los brazos y se dé todo por perdido. Alguno de los síntomas puede llegar a afectarnos, pero esto debe producirse de forma no exteriorizada y momentánea para recuperar rápidamente las fuerzas. Nuestra experiencia nos dice que aquellos que han podido afrontar el problema a tiempo, con un plan realista, con la fuerza suficiente y separando al máximo estas circunstancias de la operativa del negocio, para que éste no se vea excesivamente afectado, podrán afrontar con más posibilidades de éxito este tipo de situaciones. Por lo tanto, debemos saber gestionar profesionalmente estas situaciones. Es una experiencia más; nadie la quiere vivir, pero necesaria, como en otros momentos tocó gestionar en tiempos de crecimiento económico.

José María Llauger
Gerente y Director Técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
Editorial – InfoManagement – Julio 2011

may 202009
 

Hoy en día nos hartamos de oír que estamos en una época en la que las empresas deben cambiar e innovar para hacer frente a la difícil situación económica.

Muchas veces nos quejamos de las dificultades de introducir cambios significativos y de que nuestro personal reaccione para buscar nuevas oportunidades (nuevos clientes, introducir nueva oferta, mejorar procesos, etc.). ¿Pero dónde empieza el cambio? Debemos tener claro que el cambio empieza dentro de uno mismo. Muchas personas están comentando la crisis pero pocos están realmente cambiando para adaptarse y reaccionar ante esta nueva situación. Por cierto, creedme: esta crisis requiere de cambios profundos y dolorosos para sobrevivir a ella.

Se ha determinado que para que se dé el cambio en una persona, sus creencias deben variar y para que sus valores se modifiquen, y sólo entonces, sus comportamientos cambiarán. No debemos olvidar que una empresa es un conjunto de personas. Por lo tanto, para que la persona jurídica cambie deben cambiar sus componentes. ¿Empezando por dónde? Pues por donde se generan las principales creencias y valores en las empresas: por su dirección, que es la que tiene en su poder el cambiar mecanismos de gestión y dirección que deberán conducir, no sin dificultades, al cambio, a la superación de problemas y al aprovechamiento de oportunidades.

CAMBIO E INNOVACIÓN, ¡¡SÍ pero empezando por la DIRECCIÓN!!

José María Llauger
Gerente de AICON Consultores de Gestión, S. L.
Mayo 2009

jun 252007
 

Cada día que vamos al trabajo nos vemos en la tesitura de tomar una serie de decisiones, algunas fáciles, otras difíciles. Algunas constituyen un auténtico tormento, un proceso lleno de incertidumbre, angustias y dolores de cabeza varios.

Merece la pena reflexionar en el proceso en sí mismo, en el hecho de decidir, qué implica, qué supone, qué requiere, etc.

¿Cómo nos lo montamos en la práctica para decidir? ¿Quién tiene realmente la potestad de decidir sobre un caso concreto?

Podríamos hacernos muchas preguntas semejantes, pues la realidad se complica un poco, como siempre: una buena decisión normalmente comporta la contribución de distintos roles decisorios, por llamarlos de algún modo.

Antes de exponer los elementos que pueden contribuir a conformar una decisión y, por ende, dejarnos llevar por la teoría, quiero hacer una afirmación rotunda, para aclararnos y evitar caer en la inacción:

“Una buena decisión ejecutada con presteza es mucho mejor que una decisión brillante ejecutada con lentitud o mal”.

Para remachar el clavo: “Si no extraemos decisiones con presteza de nuestra maravillosa planificación estratégica, mejor será que dejemos de planificar y empecemos a decidir”. Y aún más: “El trabajo de un líder o jefe es, por encima de todo, tomar decisiones. El resto son sólo herramientas para decidir bien.

Aclarado esto, entremos en harina.

Puede ser ilustrativo constatar que en una decisión de empresa, de tipo operativo, nunca estamos solos; siempre hay otros actores, que no necesariamente ayudan, pero que están ahí y no podemos dejar de lado. Son de diversos tipos:

  1. Ejecutores: Aquellas personas a quienes corresponderá ejecutar lo que se decida. Sin su correcta ejecución, la decisión sirve de poco.
  2. Decisorios: Aquel a quien corresponde en último término tomar la decisión, con los consejos que se quiera, pero que, en última instancia, decidirán.
    Si no queremos salir escarmentados y no llegar a ninguna parte, es de vital importancia saber quién puede decidir qué cosa. A menudo diferentes actores creen honestamente que tienen la potestad de decidir sobre un tema; esto acostumbra a no ser verdad, por ello es mejor aclararlo a tiempo.
  3. Proponentes: Aquellos que, por su posición, tendrían que hacer propuestas o proporcionar consejo. Normalmente deberían hacerlo con datos elaborados y trabajados. Hemos de esperar propuestas útiles de gente analítica, con capacidad de organizar cosas y que normalmente aplica el sentido común.
  4. Tienen algo que decir: Normalmente gente que se verá afectada por la decisión que se tome. Es conveniente tenerlos en cuenta.
  5. Tienen que estar de acuerdo: Por su posición, necesitamos su concurso para que el tema prospere. Normalmente son colegas de quien promueve la decisión. De hecho su no acuerdo equivale a un veto. Tienen poder de veto, al menos en la práctica.

Es bueno que seamos conscientes de que no estamos solos en el mundo y, que, por nuestro propio bien, nos puede convenir cultivar el entorno. Siempre seremos más eficaces si no estamos solos en las decisiones.

Los procesos de toma de decisiones han sido siempre objeto de atención a lo largo de la historia. Recordemos El arte de la guerra de Sun Tzu, El príncipe de Maquiavelo, etc. En tiempos más recientes, la explosión de estudios, teorías, etc. es simplemente espectacular, pues el tema lo merece y las consecuencias económicas de las decisiones son de primera magnitud.

Recordemos: el objetivo es la acción. Un buen proceso de decisión no acaba con una decisión, si no con su aplicación o implementación, como se dice ahora.

El objetivo tampoco es el consenso, aunque sea muy bonito.

Lo realmente importante es que quien tiene que llevarlo a la práctica lo haga bien, con convencimiento, aunque personalmente hubiese preferido otra cosa.

Muchas veces la persecución del consenso (deseable, por supuesto) acaba convirtiéndose en un obstáculo para la acción. Una vez más: la acción es el objetivo, el consenso puede ser un buen medio para la acción.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
25/06/2007