mar 202012
 

En todos los mercados, con el paso del tiempo, se van produciendo cambios. En los años de bonanza económica, el crecimiento, en algunos casos alimentado por la burbuja financiera, escondió problemáticas de la oferta de productos o servicios de las empresas y otros puntos débiles de las empresas. Es decir, algunas empresas crecían mientras su oferta, estrategia y/o modelo de negocio se encontraban muy maduros. En realidad esto comportaba una pérdida de competitividad en estas empresas.

La crisis provocó un repentino o paulatino despertar de algunas de estas empresas. Algunas se dieron cuenta que debían revisar su visión y estrategias para adaptarse a la situación de los mercados. Estas decisiones no son fáciles. Resulta más cómodo esperar a ver si algo cambia y hace que la situación vuelva a su normalidad, aunque sea con niveles de actividad más bajos.

Desgraciadamente os puedo anunciar que quienes esperan eso,  quienes piensan que simplemente deben esperar y ser quienes resistan, están desperdiciando el tiempo y  la oportunidad de reaccionar mientras todavía están a tiempo.

El mundo cambia, los mercados cambian; debemos ser capaces de adaptar nuestras empresas, nuestras estrategias, nuestros modelos de negocio, nuestras ofertas, etc.

En nuestro próximo seminario vamos a introducir una serie de conceptos y reflexiones sobre uno de los puntos más importantes para  las empresas: sus costes. Vamos a tratar cómo podemos analizar y optimizar la estructura de costes de la empresa, un elemento muy importante para la competitividad de la misma.  Especialmente nos vamos a centrar en aquellos costes no evidentes y fácilmente controlables; trataremos el tema de los costes ocultos.

Os esperamos en nuestro próximo seminario ¿Cómo descubrir y eliminar los costes ocultos de la empresa?

José María Llauger
Gerente y Director Técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
Editorial – InfoManagement – Marzo 2012

jun 042011
 

Es un objetivo permanente en las empresas la mejora de la competitividad. Este objetivo nos conduce a tratar de optimizar los costes, tradicionalmente centrándonos en aquellos costes directos relacionados con el producto o servicio que ofrecemos. Ahora bien, el recorrido de mejora en esta perspectiva se ha ido limitando y en las cuentas de explotación ha ido incrementándose el peso de los costes indirectos. Es por este motivo que el objetivo de mejora de la competitividad debe pasar forzosamente, también, por un adecuado análisis y optimización de estos costes. Los métodos de costes más empleados en las empresas se han basado en la estimación de un porcentaje de coste indirecto sobre los costes directos (direct costing) o de un coste de una unidad de obra: horas, unidades, etc. (full costing). Con estos sistemas, normalmente, podemos aplicar adecuadamente los costes directos a productos y servicios, pero los costes indirectos los estamos repercutiendo de una forma general y, a menudo, demasiado simplista.

Por lo tanto, a medida que los costes indirectos son más importantes respecto a los directos es necesario replantearnos nuestros sistemas de análisis de costes. Por ejemplo, en empresas donde el coste de la acción comercial es importante, la repercusión de costes por un sistema direct o full puede suponer analizar la rentabilidad de los clientes de forma no adecuada. Fijémonos que, con estos sistemas, si intentamos analizar la rentabilidad neta de los clientes aplicaremos los costes de la acción comercial como un porcentaje sobre el coste directo o según las horas empleadas. Como resultado, normalmente estaremos cargando más costes sobre aquellos clientes que más nos compran,  no pudiendo evaluar el coste de las acciones de prospección y captación según el esfuerzo requerido para cada cliente activo y sin estimar el coste de estas acciones para aquellos clientes finalmente no captados.

Para salvar estas limitaciones desde hace algunos años se viene imponiendo el método de Costes Basados en Actividades, más conocido como ABC, de sus siglas en inglés Activity Based Costing. Este sistema se basará en un esquema conceptualmente sencillo: agruparemos los gastos de una empresa en recursos (conjuntos homogéneos de gastos que, dada su naturaleza, entendemos que pueden repartirse bajo criterios comunes), que deberemos asignar a actividades, lo cual haremos mediante criterios de distribución, llamados impulsores de costes a actividades o cost drivers. Finalmente estableceremos unos criterios para asignar el consumo de estas actividades a nuestros objetos de coste  (clientes, productos, servicios, etc.); esto lo haremos mediante impulsores de costes de actividades a objetos o activity drivers.

En el caso introducido anteriormente, en el que deseábamos conocer la rentabilidad de nuestros clientes en una empresa con unos costes indirectos comerciales altos, con la aplicación del método ABC seremos capaces de calcular el coste de la actividad de visita o contacto comercial y repercutirlo adecuadamente sobre los clientes activos y también sobre los potenciales. De esta forma podremos identificar aquellos clientes que, a pesar del esfuerzo comercial, nos ofrecen poco retorno y el coste de prospección y captación que la empresa emplea en clientes que todavía no compran. Esto permitirá tomar decisiones de gestión e incluso estratégicas que pueden ser importantes. Según mi experiencia, en el mundo de la gestión de costes he visto cómo muchas empresas han conocido este sistema y han quedado prendadas por su enorme potencia y por los beneficios que les podrían aportar. Sin duda, esta apreciación es exacta, pero a menudo una mala aplicación metodológica o una complejidad excesiva de la definición del modelo inicial convierten el objetivo en una quimera que lleva a muchas empresas a desistir en el intento.

Por ello, desde mi experiencia, puedo sugerir una serie de pasos clave para obtener éxito en nuestro objetivo. En primer lugar, deberemos identificar muy bien los objetos de coste que necesitamos (cliente, productos, líneas de negocio). Quizás sea conveniente, en un primer momento, no disponer de demasiados. Después identifiquemos aquellas actividades claves, críticas, que consideramos pueden distorsionar el análisis de las rentabilidades o costes según su aplicación a los objetos de costes y que además son de necesaria optimización. Es posible que existan muchas más actividades en la empresa (podemos realizar un diccionario de actividades para recogerlas), pero centrémonos en las básicas y críticas. Deberemos evaluar si podemos aplicar para aquellas actividades no claves un sistema de repercusión de costes basado en direct o full costing (que pueden ser más sencillos) y únicamente aplicaremos ABC en las actividades críticas. Si requerimos de una aplicación extensiva del ABC simplificaremos el modelo; en primera instancia, con el mínimo número de actividad, siempre tendremos la oportunidad de incrementar su número e ir afinando el ejercicio en posteriores cálculos. Si seguimos los consejos básicos del párrafo anterior podremos implementar un sistema de costes por actividades en muy poco tiempo y empezaremos a analizar adecuadamente la rentabilidad de los objetos de costes y de las actividades críticas, mejorando la rentabilidad de la empresa. Esto nos animará a seguir progresando centrándonos en nuevas actividades. Con este ejercicio, obtenemos una nueva y más ajustada evaluación de la rentabilidad de los objetos de costes clave; por ejemplo, clientes que podemos agrupar por líneas de negocio, etc., permitiendo este análisis la toma de decisiones estratégicas de suma importancia y el seguimiento de las mismas.

José María Llauger
Gerente de AICON Consultores de Gestión
04/06/2011

may 202011
 

En nuestros días se habla permanentemente de los recortes que se imponen o llevarán a cabo en las administraciones públicas. Esto alarma a la ciudadanía y la sume en un nuevo desconcierto que, sin duda, vuelve a afectar a su moral mermada y llena de incertidumbres y afecta al consumo de nuestra economía, motor de buena parte de los sectores. En las empresas podemos caer en la sensación de que ésta también debe ser la medida a adoptar para solucionar los problemas. Muchas compañías han aplicado y siguen realizando recortes, ¿pero esto a dónde nos lleva? ¿Estos recortes pueden ser la solución única o básica?

Como en el caso de las administraciones públicas, muchos de los recortes que se aplican o se realizarán son soluciones de urgencia que ocultan la toma de decisiones  sobre las causas básicas de los problemas y sobre aspectos a accionar y gestionar para salir adelante como país. No debemos sufrir este tipo de confusiones en las empresas, que os aseguro también se producen. Muchas veces nos parece que el reducir es la solución; indudablemente, si tenemos excesos debemos reducirlos y reajustar los gastos al máximo, pero si estas medidas de reajuste no se acompañan de otras decisiones importantes relativas al negocio y no se replantean los objetivos de la empresa y las medidas para alcanzarlos, simplemente nos volveremos a encontrar ante la necesidad de nuevas medidas de recorte que, como ya intuimos, no son ilimitadas si queremos mantener la empresa con vida con una adecuada y competitiva oferta.

José María Llauger
Gerente y Director Técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
Editorial – InfoManagement – Mayo 2011

may 052011
 

Una de las variables más importantes a tener en cuenta en las empresas es la fijación de precios. Ésta puede llevarnos al éxito o al fracaso de nuestro negocio. Para comenzar, definamos qué es el precio de un producto o un servicio: éste es la suma de todos los valores a los que renuncia el cliente para obtener los beneficios de tener o utilizar un producto o servicio. Históricamente, el precio ha sido la principal variable que influía en la elección de un comprador. No obstante, en las últimas décadas, aquellos factores que son distintos al precio han adquirido un protagonismo creciente. Sin embargo, el precio sigue siendo un elemento determinante en la rentabilidad y la cuota de mercado de una empresa.

¿Qué factores determinan el precio?

El precio que determinemos se debería encontrar en un punto intermedio, teniendo como máximo aquel que es demasiado elevado para crear demanda y como mínimo aquel que sea demasiado bajo para generar beneficio, aunque se puede rebasar el punto mínimo en determinadas circunstancias, como por ejemplo: si tenemos un exceso de capacidad ociosa y mediante dicha operación nos permite mantener ocupada parte de la plantilla o bien para penetrar en un nuevo mercado. Dicho de otro modo, las percepciones que tienen los clientes del producto determinan el techo de los precios. En el caso de que el valor sea inferior al precio el cliente no comprará. Por otra parte, los costes del producto/servicio determinan el suelo de los precios.

Existen diferentes métodos de fijación de precios. A continuación presentamos los principales:

  • Fijación de precios en función del valor: con este método se fijan los precios en función de las percepciones que tienen los consumidores del valor en contraposición de la fijación en función del coste.
  • Fijación por coste.

La diferencia entre ambos métodos radica en la construcción del modelo de negocio. Con la metodología de fijación por costes la empresa diseña lo que considera un buen producto o servicio, a continuación añade los costes de fabricación y de estructura y finalmente fija un precio que cubre dichos costes más un margen de beneficio. Posteriormente el departamento comercial deberá convencer al consumidor de que el valor del producto o servicio a ese precio justifica su compra. En cambio en la fijación por valor se invierte este proceso. La empresa fija el precio objetivo en función de las percepciones que tienen los clientes sobre el valor del producto o servicio. Este valor y precio objetivo determinarán a recontinuación las decisiones sobre el diseño del producto y los costes que se pueden asumir.

Naturalmente determinar el valor de un producto o servicio es una tarea compleja, pero de todos modos, sabemos que el cliente utilizará el valor percibido para evaluar el precio ofertado. Uno de los errores más comunes es cuando la empresa se apresura demasiado a reducir los precios para lograr una ventaja frente a la competencia en vez de tratar de convencer a los compradores de que el mayor valor ofrecido merece un precio superior. Es cierto que, en la coyuntura actual, los clientes son mucho más sensibles al precio, pero no debemos olvidar que el precio conlleva un valor y unas prestaciones. Ocurre con frecuencia que las empresas ajustan el precio de forma agresiva manteniendo el mismo discurso de prestaciones y valores con el cliente. En dicho caso, si las expectativas del cliente son demasiado altas, y el producto o servicio no las cumple, corremos el riesgo de perder a dicho cliente.

Joan Vallés i Pla
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
05/05/2011

feb 202011
 

Hoy en día muchas empresas se encuentran librando una batalla por mantenerse en el mercado. Uno de los aspectos más desafiantes es el de poder proponer una oferta a los clientes que les seduzca para mantenerlos o captarlos. Esta propuesta de valor que realizamos incluirá muchos aspectos: imagen de marca, servicio, calidad, etc. pero sin duda el precio ha incrementado su peso en las decisiones de compra de todos nosotros y, por lo tanto, también de nuestros clientes. Estos días estamos iniciando un nuevo ciclo de seminarios bajo el título: “La batalla entre el precio y el coste: cómo librarla con rentabilidad”. En éste queremos tratar, tanto desde el punto de vista de los costes y las acciones de optimización necesarias como desde la perspectiva de las estrategias de precios, qué tipo de planteamientos debemos realizar en nuestras empresas para asegurar nuestra competitividad sin sacrificar la rentabilidad.

El campo del precio y del coste es una materia donde muchas empresas no disponen de metodologías ni sistemas adecuados para la toma de decisiones en los tiempos actuales. Las acciones que se realizan acostumbran a ser reactivas y basadas en fundamentos anticuados y quizás válidos en épocas de bonanza económica. Esto está comportando una gran pérdida de oportunidades para muchas empresas. Debemos aprender no sólo a gestionar nuestro día a día sino además a entender que debemos controlar nuestra política de costes, directos e indirectos, y establecer políticas de precio proactivas, no sólo basadas en reacciones ante la competencia o ante peticiones de rebaja de nuestros clientes, que optimicen nuestra gestión y nos hagan ganar competitividad. Existe una gran oportunidad de mejorar los resultados de nuestra empresa aplicando decisiones correctas, no sólo recortes de costes, en aspectos relacionados con costes y precios. Debemos saber aprovechar estas oportunidades en un mundo tan competitivo como el actual.

José María Llauger
Gerente y Director Técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
Editorial – InfoManagement – Febrer 2011

jun 262010
 

El mundo ha cambiado de forma muy significativa en los últimos años. Los avances tecnológicos, la globalización, la crisis, etc. han obligado a las empresas a enfrentarse a nuevos retos, de gran importancia y urgencia. En verdad, esos retos ya estaban presentes, si bien la dinámica económica y financiera vivida en los últimos años ha provocado que en muchos casos hubieran quedado en segundo plano.

En este nuevo mundo hemos visto cómo los consumidores nos hemos vuelto mucho más sensibles al precio. Indudablemente no obviamos la calidad, el servicio, etc., pero el precio ha ganado puntos en nuestra decisión de compra. ¿No es así en su caso o en el de personas de su alrededor? Si usted ve que las personas se comportan de esta forma, no dude en anticipar que esta presión llegará a su empresa en forma de una demanda de mejor precio por parte de sus clientes. Este factor también se ve favorecido, sin duda, por la sobreoferta que se produce en muchos mercados y que impulsa una guerra de precios en algunos sectores.

En esta situación muchas empresas se ven  obligadas a estudiar cómo pueden incrementar su competitividad, sin duda rebajando sus costes. Éste es un campo en el que muchas empresas nos piden ayuda como consultores especializados.

A menudo, cuando iniciamos este tipo de trabajo debemos analizar los costes actuales de la empresa y es en ese momento cuando podemos empezar a identificar una serie de aspectos que están contemplados por las empresas como gastos pero que no deberían ser considerados como costes imputables a un producto, servicio, cliente, etc. Voy a poner algunos ejemplos: sueldos por encima de coste de mercado, personas que mantenemos en la organización pero que no rinden lo que deberían, estructuras de personal sobredimensionadas, gastos personales de empresarios o familia imputados a la empresa, naves u otros bienes comprados y que en estos momentos están infrautilizados, exceso de capacidad de fábricas, etc. Debemos considerar que si estos gastos los repercutimos sobre nuestros costes y pretendemos a través de ellos poder evaluar si podemos llegar a un precio, que marca el mercado, o evaluar la rentabilidad de trabajar con un cliente, esto nos puede conducir a decisiones equivocadas.

Nuestro primer ejercicio en una empresa es intentar establecer una estructura de costes el máximo de competitiva y para ello debemos identificar todas aquellas ineficiencias o gastos no imputables a la actividad o a la operativa actual. Es entonces cuando mucha gente me pregunta: ¿y cómo los pago si no los cargo sobre los costes? La pregunta no está bien enfocada; el tema debería ser: ¿y cómo hago para que el cliente me los pague? Seguramente no puedo pretender que éste me los pague, en todo caso el cliente aceptará pagarme un precio de mercado competitivo en el que me gane un beneficio (ahora pequeñito dada la situación del mercado), con el que deberé intentar cubrir estos gastos.

Para tratar estos gastos no imputables siempre aconsejamos identificarlos en una cuenta de explotación y agruparlos en un apartado o centro de coste que no afecte el análisis del resultado de la actividad ordinaria. Esto nos debe dar la pauta de si la empresa es competitiva o no. Otro aspecto será decidir si la empresa puede soportar estos gastos o debe tomar decisiones para eliminar o posponer el impacto que le suponen. En ningún caso, podemos permitir que condicionen nuestra estrategia de precios o nos permitan evaluar erróneamente una oportunidad de mercado.

Evitemos que nuestros costes nos engañen, identifiquemos nuestras ineficiencias y no busquemos cómo traspasarlas al cliente; la solución es evitarlas o soportarlas si nuestros resultados lo permiten.

José María Llauger
Gerente de AICON Consultores de Gestión
21/06/2010

oct 252009
 

El mes pasado, tras meterme con los políticos me faltó tiempo para meterme con nosotros mismos, con las cosas que realmente dependen de nuestra acción e iniciativa. Como se ve en el título, iré al grano y sin tapujos.

Pero antes, un paréntesis para los políticos: hemos perdido otro mes sin proponer un acuerdo entre todos; ¿hasta cuándo tendremos que esperar? “¿Quousque tandem, Catilina, abutere patientia nostra?”, clamaba Cicerón. Cerramos el paréntesis y dirijámonos a nosotros mismos: es un clásico decir que en tiempos de crisis hay que reforzar comercialmente y reducir costes. En épocas de no-crisis esto era una frase más bien académica que los entendidos contaban y que el común de los mortales no teníamos tiempo de ponderar, tan ocupados que estábamos con el fragor del día a día. Ahora todos lo tenemos claro: vender cada día es más difícil y no tenemos dinero para mantener unos costes más propios de otro ciclo.

Me gustaría hablar de la parte de los costes. Como todos sabemos, esto tiene dos derivadas:

  1. Controlarlos todos para reducirlos y eliminar los no estrictamente necesarios.
  2. Aumentar la  productividad, haciendo más cosas con el mismo dinero.

¿Y qué entendemos por esto último? Yo diría que tenemos claro el poner máquinas que hagan el trabajo rutinario y mecánico de las personas. Si bien en este momento todos nos preguntamos: ¿ahora quien se arriesga a invertir? Pero quizás habría que hacerlo.

Pero yo quería ir por otro lado: para mí, es una paradoja cada vez más difícil de entender que personas juiciosas, que tienen muy claro lo de las máquinas, cuando pasamos a las tareas administrativas y de control, les parece que ya está bien el minisistema informático que obliga a las personas que nos tendrían que ayudar a tirar del carro a perder el tiempo haciendo cosas cuando hoy en día ya sólo tendríamos que mirar el resultado, en lugar de producir datos.

Yo diría que no terminamos de creernos lo de la productividad. Si no, ¿cómo es posible que entendamos que debemos automatizar las plantas de producción (de  bienes) y no la producción de datos? Todas las empresas, aunque no sean “de producción”, producen información para que sus responsables puedan decidir qué hacer. ¿Hay algo más importante que saber qué hacer? No podemos pretender producir los datos con medios insuficientes; si se tratara de una planta de producción todos convendríamos en llevar el carro por el pedregal. ¿O es que no nos creemos que el personal que tenemos pueda hacer algo más por nosotros? Yo estoy seguro de que sí, que normalmente nuestros colaboradores ya tomarían decisiones más acertadas, si tuvieran la información para hacerlo, claro está. A veces sólo hay que usar las herramientas que ya tenemos; en estos casos el efecto multiplicador del tiempo invertido por alguien en ayudar a los demás a hacer un buen uso de la informática instalada no tiene precio.

Independientemente de lo que cada cual crea, para muchos puede ser la única posibilidad de salir por el otro lado de la crisis.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
25/10/2009

oct 252007
 

Muy buena frase, ¿no creéis? No es mía, lástima; cuelga en el despacho de  Barry Beracha, CEO de Sara Lee Bakery Group. Con esta frase intenta hacer reflexionar a sus subordinados, antes de que entren en su despacho y hagan uso de su tiempo, de si tienen suficientemente analizado el tema que le van a exponer o proponer.

Alguien puede pensar que en la PYME esta frase no es de aplicación porque si tuviéramos que analizar las cosas, perderíamos demasiado tiempo. Pero ¿podéis calcular el tiempo que destináis en reuniones, conversaciones, etc. que acaban sin decisión al considerar que no se tiene la información necesaria para tomarla? Podéis valorar también: ¿cuántas veces no se adoptan decisiones por cuestiones meramente subjetivas que después llevan a fracasos? Creedme, no os digo que pidáis que en vuestra empresa se analice al detalle y con el mejor de los rigores los datos antes de tomar una decisión y que se aprovechen para realizar un bonito trabajo que después deberá ser encuadernado. ¡No! No se trata de eso. Se trata simplemente de que pidáis a las personas que entran en vuestros despachos o reuniones que hayan pensado y analizado brevemente lo que os van a exponer o proponer, que traten de eliminar subjetividad.

En AICON, este mes hemos empezado con un ciclo de conferencias dedicado al Activity Based Costing (ABC) o Costes Basados en Actividades. Este sistema de cálculo de costes está revolucionando las empresas por su capacidad de suministrar información para mejorar la rentabilidad de la empresa y de valor a los clientes. La reflexión en la que se basa el sistema es que lo que origina los costes en las empresas son unas actividades que van orientadas a producir un servicio o producto para unos clientes. En la medida en la que seamos capaces de analizar nuestros costes en base a estas actividades seremos más precisos en imputar costes a clientes, productos, servicios, etc. y esto nos llevará a analizar mejor nuestros procesos, detectar actividades que no añaden valor y tomar decisiones estratégicas sobre productos, clientes, etc.

Animaos a conocer el ABC y el ABM (Activity Based Management). Os sorprenderá cuánto os permitirá objetivar vuestras decisiones y recordad la frase del título.

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
02/10/2007

oct 022006
 

EN BÚSQUEDA DE LA COMPETITIVIDAD: ABC/ABM

En los últimos años se han producido importantes cambios en el peso de los costes en las empresas, con un importante crecimiento de los costes indirectos. Estos cambios se deben a que cada vez los procesos de marketing, comerciales, logísticos, etc. son más importantes.

En el futuro debemos prever que esta tendencia, lejos de estancarse, va a seguir creciendo. Muchas empresas se ven forzadas a subcontratar su producción o a comprar buena parte de lo que anteriormente fabricaba. Esto también comporta que los costes de gestión de aprovisionamientos, compras, etc. sean más importantes. Además, crece de forma importante el peso de las empresas de servicios en la economía.

Haga usted el ejercicio en su empresa: vea cómo sus costes indirectos se han incrementado. Entienda por costes indirectos aquellos no relacionados directamente con la fabricación o con la prestación directa de servicios (es decir, excluya mano de obra directa y materiales).

El modelo de costes Activity Based Costing (ABC) y la gestión de procesos Activity Based Management (ABM) tienen su principal objetivo en estas circunstancias.

Actualmente, muchas empresas están repercutiendo sus costes indirectos sobre sus productos o servicios en escandallos o estudios, en base a la aplicación en forma de un porcentaje o sobre una unidad de obra (hora mano de obra directa, hora máquina, etc.). Ahora bien, estos criterios, que podían ser válidos cuando los costes no directos tenían mayor peso, actualmente pueden conducir a tomar decisiones incorrectas.

El sistema de costes ABC nos ayuda a trasladar costes indirectos (comerciales, administrativos, logísticos, etc.) en base a criterios más objetivos sobre los productos, clientes, proyectos, etc. Además, el proceso que se sigue para establecer este modelo tiene una base de fundamento que ayuda a las empresas a centrar el enfoque en el valor aportado al cliente. Se trata de analizar las principales actividades de la empresa, directas e indirectas, y repercutir sobre estas actividades los costes necesarios para realizarlas. Posteriormente, se establece cuál es el objeto principal de estas actividades en la generación de valor sobre un producto, cliente, etc. y de esta forma, se repercuten los costes.

Por lo tanto, los principales beneficios aportados por ABC/ABM son:

  • Costes de productos más exactos, debido a una mejor repercusión de costes indirectos, que permiten tomar decisiones en base a:
  1. Conocimiento exacto (en función de los recursos directos e indirectos que consumen) de la rentabilidad de productos, clientes, proyectos, etc.
  2. Mejorar las decisiones sobre producción interna o subcontratación-compra.
  3. Mejorar el conocimiento y la gestión de nuestros costes indirectos, de creciente importancia.
  • Enfocarnos en las actividades de la empresa que nos permite:
  1. Identificar y reducir actividades que no añaden valor.
  2. Racionalizar los costes de las actividades que añaden valor en busca de la eficiencia (menor coste posible para el máximo valor).
  3. Rediseño de procesos, sistemas y modelo de negocio en base al conocimiento de los costes de actividades comerciales, logísticas, etc.

Lo único que ha impedido que este sistema de costes se haya impuesto totalmente en los últimos años han sido las limitaciones y la complejidad que comportaba en cuanto al proceso de los datos necesarios. Ahora bien, con los avances tecnológicos estas limitaciones han quedado superadas, por lo que: ¡HA LLEGADO LA HORA DE ABC/ABM!

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
02/10/2006