ene 222013
 

A las pequeñas y medianas empresas la presión de un entorno saturado de oferta y escasa demanda las está debilitando cada día más llevándolas a perder su posición en el mercado y algunas a plantearse de una manera seria a cerrar el negocio por su incapacidad de renovarse. Antes de que tiren la toalla y den la batalla por perdida me encantaría que reflexionaran sobre reinventarse mediante la fórmula de la cooperación más la competencia.  

“La coopetencia” (unión de los términos competencia y cooperación) es una alternativa que tiene muchas posibilidades, sobre todo en estos momentos en el que las empresas tienen que innovar, SÍ o SÍ, para no perder el tren de la competitividad, sin disponer de ayudas ni recursos financieros para invertir en el medio y largo plazo.

La cooperación con otras empresas de características, productos y servicios similares, en la búsqueda de un objetivo común, beneficia a las propias empresas en muchísimos aspectos y también al propio consumidor, ya que le aporta un valor diferencial respecto a otras empresas que no actúan unidas, e iguala a las de mayor tamaño.

Las principales ventajas de “la coopetencia” entre las pymes son:

  • La suma de su potencial colectivo en la realización de proyectos comunes que generan sinergias entre ellas transformando su eficacia y eficiencia haciéndolas, individualmente y en conjunto, más competitivas.
  • La disminución de costes para cualquier empresa que esté adherida a un modelo de cooperación significa una gran ventaja para innovar en la situación actual del mercado y para su medio plazo.
  • La multiplicación de las oportunidades de negocio para todos los asociados, con la aportación de nuevas ideas que generan sinergias para proyectos comunes que generan beneficios más rentables para cada uno de ellos.
  • La división de esfuerzos e inversiones en posicionamiento en el mercado, en desarrollar una marca, en logística, etc., con lo que se puede ofrecer a los consumidores y clientes ventajas de calidad y servicio, igual o superiores a empresas competidoras de gran tamaño.

La coopetencia es una estrategia que para las pequeñas y medianas empresas va a ser determinante para su subsistencia en mercados muy competitivos y saturados. Creo que a todas las pymes les sería necesario que realizaran una reflexión en su gestión buscando los procesos donde poder cooperar con empresas que sean homólogas a ellas, para ver dónde pueden aplicar este tipo de estrategia para ser más competitivas.

ACUERDOS DE COOPERACIÓN

Entendemos los acuerdos de cooperación como formas de organización entre empresas, en la que dos o más empresas se comprometen voluntaria y recíprocamente a compartir algún recurso, técnica o conocimiento de carácter financiero, tecnológico o comercial. La finalidad de este acuerdo es desarrollar una estrategia que redunde en una ventaja competitiva para todos los participantes. Dichos acuerdos se pueden llevar a cabo a través de contratos expresos o incluso mediante la constitución de otras empresas.

Existen muchos modelos de acuerdos de cooperación entre empresas y seguramente muchos por descubrir, por lo que citaré algunos:

  • Acuerdos de cooperación para realizar compras conjuntas a proveedores de materias o productos, para la producción o distribución de las empresas asociadas, para conseguir mejor calidad, logística, costes, precios de venta, etc.
  • Acuerdos de cooperación tecnológica de inversión conjunta de varias empresas en tecnología para la investigación de canales de venta, proyectos conjuntos, etc. en los que comparten costes y riegos en investigación.
  • Acuerdos de cooperación en servicios de posventa, en los que las empresas asociadas facilitan un acercamiento entre los fabricantes y los clientes o consumidores reduciendo costes y logística.
  • Acuerdos de cooperación para la comercialización de abertura de nuevos mercados o para acceder a exportaciones, a la internacionalización de las empresas asociadas, reduciendo costes y logística
  • Acuerdos de cooperación en procesos de marketing, que facilitan el acceso a empresas pequeñas y medianas a competir con empresas más grandes, posicionando su oferta en el mercado mediante una marca conjunta que aporta valor al consumidor.

MODELOS DE ORAGNIZACIÓN PARA LA COOPERACIÓN

Existen diferentes modelos para organizarse para la cooperación que se clasifican en:

  • Modelos de cooperación táctica: Consiste en una acción, proceso o método con el fin de conseguir un objetivo concreto definido dentro de una estrategia.
  • Asociaciones de empresarios: Agrupaciones de ámbito local, regional o nacional que representan a empresas de una zona o de un sector determinado con el objetivo de defender los intereses colectivos de las empresas asociadas.
  • Coaliciones: Son acuerdos temporales entre dos o más empresas con el objetivo de desarrollar actuaciones específicas de forma conjunta.
  • Acuerdos de colaboración: Son convenios entre empresas que tienen como finalidad alcanzar unos objetivos predeterminados y reflejados contractualmente.
  • Licencias: Son acuerdos contractuales mediante los cuales una empresa concede a otra derecho a explotar una marca, una patente o un proceso productivo.
  • Subcontrataciones: Se realizan cuando se concede a una empresa externa el desarrollo de una función empresarial en busca de mejora de la productividad, ahorro de costes, incremento de especialización o ampliación de servicios.
  • Consorcios: Son conciertos que se establecen entre varias empresas para desarrollar una actividad económica que proporcione rendimiento para cada una de las empresas participantes.
  • Alianzas estratégicas:Son uniones formales entre dos o más empresas que conllevan, generalmente, la creación de una organización que engloba el conjunto de empresas asociadas a través de la cual se pretende fortalecer y mejorar posición competitiva de todas ellas.
    • Modelos de cooperación estratégica: Comprende un conjunto de acciones planificadas sistemáticamente con el tiempo para lograr determinadas metas y objetivos globales.  
    • Cooperativas: Son asociaciones de personas físicas o jurídicas que se han unido de forma voluntaria para desarrollar una actividad empresarial que satisfaga sus necesidades empresariales.
    • Franquicias: Es un método de colaboración entre dos partes jurídicamente independientes, vinculadas a través de un contrato en virtud del cual una de las partes, la empresa franquiciadora, cede a otra empresa franquiciada el derecho a explotar su marca comercial y su fórmula comercial, proporcionando asesoramiento técnico y estratégico a cambio de una contribución económica.
    • Centrales de compra y servicios: Son agrupaciones voluntarias de pequeñas y medianas empresas que tienen por finalidad aunar esfuerzos para competir en condiciones de igualdad con las grandes empresas.

Los resultados que pueden obtener las pymes que “coopiten” mediante acuerdos de cooperación son sumamente superiores (1+1= 3) a los que podrían alcanzar individualmente, e incluso puede ser la fórmula para salir airosos de la crisis que padecemos. Quiero animar a todas las empresas pymes a realizar una reflexión en este sentido para encontrar su camino a reinventarse e innovar en colaboración y cooperación.

Fuentes biográficas de este artículo:

  • Libro de Javier Panzano: 1+1=3 – Únete a la competencia para ganar
  • Universidad Católica Boliviana “San Pablo” Departamento de Administración de Empresas e Ingeniería Comercial http://ow.ly/h19SD
  • Prodetur.es  – Diputación de Sevilla http://ow.ly/h19WJ
  • Co-opetencia. Una nueva forma de pensar que combina la competencia y la cooperación – http://ow.ly/h19YP

Jordi Carrió Jamilà
Resp. marketing y comunicación
Aicon Consultores de Gestión, S.L.
22/01/2013

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dic 192012
 

Se suele decir que el pensamiento racional es la forma  de pensamiento que ha protagonizado los grandes logros materiales en el mundo de la empresa. Pero por otro lado, no es posible ignorar el gran papel que ha tenido en éste la creatividad que en determinadas circunstancias han superado todos los razonamientos al uso y han dado consecuentemente con una nueva solución sin precedentes a un determinado problema.

En cuanto al pensamiento racional, éste requiere adentrarse en un proceso de desarrollo de una proposición basada en principios (relaciones causa-efecto) universales, susceptibles de comprobación y libres de argumentos falaces o tendenciosos. Para ello se requiere seguir la sistemática de obtener los hechos, profundizar, establecer relaciones entre datos y primeras conclusiones, para terminar produciendo la clase de evidencia que prueba que una propuesta es razonable.

Por otra parte, pensar creativamente es relacionar hechos inconexos. Pero para hacernos una idea de en qué consiste en esencia el pensamiento creativo, veamos cómo el autor Edward Bono resume las características diferenciales entre ambos tipos de pensamiento:

Pensamiento Racional Pensamiento creativo
Selecciona Cambia
Busca lo correcto Busca lo distinto
Es secuencial Va a saltos
Se concentra en lo significativo Acepta intromisiones al azar
Se mueve en la dirección convencional Explora caminos heterodoxos

Podríamos afirmar que el pensamiento racional es lógico, continuo y convergente, mientras que el pensamiento creativo es imaginativo, discontinuo y divergente. Pero deberíamos preguntarnos cuál es la mejor forma de pensamiento. La respuesta es que ambas formas de pensamiento son necesarias. El pensamiento creativo permite encontrar soluciones singulares; pero por otra parte, es necesario utilizar el pensamiento racional para asegurarse de si determinada solución a un problema es la correcta o no.

En definitiva, la intuición es una forma de pensamiento que no se sabe muy bien cómo funciona pero que puede ser muy útil. Sin embargo, el arrogante uso de la intuición puede provocar errores muy caros.

Joan Vallés i Pla
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
18/12/2012

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nov 212012
 

Actualmente se está hablando mucho sobre la sustitución del marketing tradicional por el marketing relacional. Personalmente creo que cada uno tiene su propio canal y estrategia a realizar según el target al que queramos dirigirnos, el tipo o las necesidades de venta y el resultado a conseguir.

Antes de ver las diferencias y las ventajas e inconvenientes de cada uno de ellos, comentemos qué entendemos por marketing tradicional y por marketing relacional:

Marketing tradicional: Está enfocado a las ventas del momento, dejando en segundo plano la relación con el cliente, centrando su acción en el producto o el servicio que ha generado la empresa productora, buscando venderlo lo antes posible para rentabilizar el negocio y agilizar las existencias.

Marketing relacional: Como ya definí en mi anterior articulo Marketing de atracción y relacional: las piezas clave, es la gestión estratégica de relaciones de colaboración con clientes y otros actores, con el objeto de crear y distribuir valor de forma equitativa.

Algunas diferencias del marketing tradicional vs. el marketing relacional:

Marketing tradicional:

  • Busca el aumento constante de las ventas.
  • Busca tener contactos esporádicos con los clientes para vender sus existencias puntuales.
  • Está centrado en las características del producto o el servicio.
  • Pretende la venta instantánea e inmediata.
  • Trabaja sobre la base de rentabilizar sus existencias.
  • La calidad concierne sólo al personal de producción.
  • Busca la ganancia inmediata de la empresa vendedora.
  • Está enfocado a un target amplio y a las masas.
  • Las posiciones del vendedor y el cliente son claras.
  • Busca la venta inmediata en función de la calidad y el precio.
  • Está orientado al intercambio económico.
  • Está basado en la publicidad directa y masiva.
  • La comunicación es de una sola dirección: empresa ->cliente.
  • En definitiva, está orientado al intercambio económico.

Marketing relacional:

  • Busca que las ventas sean de calidad y continuas en tiempo, no puntualmente intensas.
  • Tiene por objetivo que el contacto con el cliente sea ininterrumpido.
  • Se desarrolla con y sobre el cliente. El cliente es el rey.
  • La opinión del cliente es importante y constante, sobre todo una vez el cliente ha hecho uso del producto o servicio.
  • Está centrado en el valor del cliente, sobre el valor que percibe y sobre el que desea.
  • El producto o servicio se desarrolla según sus deseos.
  • Busca el win-win: “yo gano, tú ganas”.
  • La calidad del producto y el servicio concierne a todo el personal de la empresa vendedora.
  • Está más personalizado al cliente, busca centrar las acciones con el cliente.
  • Los límites de la venta no son claros, ya que es fundamental la colaboración entre el vendedor y el cliente.
  • Es necesario desarrollar acciones de marketing interno para que todo el personal de la empresa colabore.
  • En definitiva, está orientado al intercambio de valor.

La utilización de cada una de las estrategias de marketing supone asumir un modo de entender el marketing, el mercado y la empresa. En mercados expansivos, en la que la demanda domina sobre la oferta, el marketing tradicional suele ser más efectivo que el marketing relacional, sin embargo, en mercados maduros donde la oferta es superior a la demanda y existe una cierta saturación, el marketing relacional es el camino y la estrategia clara a seguir.

Toda empresa dependiendo del mercado en el que se mueva, aun encontrándose en un estado expansivo, es conveniente que emplee procedimientos de marketing relacional, ya que los costes de retención del cliente siempre son inferiores a los de volver a conquistarlos.

En las empresas de servicios, el marketing relacional es el camino claro a seguir y a utilizar, dado que si empleas en su totalidad esta estrategia conseguirás una ventaja competitiva importante, diferenciándote de los demás competidores. A la larga te será mucho más rentable y estable esta estrategia.

¿Cuál es tu opinión?

Jordi Carrió Jamilà
Resp. marketing y comunicación
Aicon Consultores de Gestión, S.L.
21/11/2012

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Diferencias del marketing tradicional vs. el marketing relacional, ventajas e inconvenientes de cada uno se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 3.0 Unported.

oct 172012
 

Muchas empresas tienen en sus eslóganes o en su propia misión el mensaje de que el cliente es fundamental para su organización, aunque podemos afirmar que en muchos casos estas declaraciones no responden a la realidad.

En realidad son pocas las empresas que tienen como misión estratégica un enfoque de clientes en el que estén implicados y comprometidos desde el director general hasta el personal encargado de la limpieza. En general, podríamos sostener que hay dos motivos claros que impiden esta orientación.  La primera es la tentación de mirarse al ombligo y quedarse deslumbrado observando las cualidades de un producto o servicio, sin tratar de ponerse en la piel del cliente. Cabe decir que el tipo de empresario que suele incurrir en este enfoque es aquel que ha iniciado la empresa desde cero. Para él, su producto es como un hijo y sólo intuye sus cualidades positivas. Es por ello que, en muchos casos, cuando los clientes rechazan su producto o servicio son incapaces de incorporar el espíritu crítico clave para una correcta gestión de clientes. La segunda razón es que cuando uno observa hacia fuera y desea ponerse en la ‘piel’ del cliente, tiende a creer que todo el mundo es igual que él. Son innumerables las campañas y los mensajes publicitarios que han fracasado debido a que la percepción del equipo directivo o de su entorno nada tenía que ver con las necesidades y los deseos del público objetivo.

Es muy complejo que las empresas incorporen en su estrategia habitual los elementos básicos de la gestión de clientes. Principalmente esto se debe a dos motivos:

1- Los resultados a corto plazo: a la mayoría de los directivos del ámbito comercial se les mide los resultados mes a mes, por lo que es difícil que enfoquen su trabajo a una gestión de clientes cuyos beneficios se harán patentes como mínimo a medio plazo.

2- El miedo al cambio y por extensión a la creatividad y a la innovación. En todas las organizaciones hay una forma de hacer. Si el director comercial sigue estas pautas, aunque los resultados no sean excelentes, nadie le recriminará su labor. En cambio, si éste decide cambiar esta estrategia sabe que la Dirección General lo estará observando atentamente y, en el caso de que no se alcancen los objetivos, éste será el principal responsable.

Hoy en día una empresa competitiva no puede permitirse el lujo de estar en el mercado sin una clara orientación al cliente. En la situación actual de productos cada vez menos diferenciados, la buena gestión de clientes aparece como un elemento crítico de distinción frente al resto de competidores.

Hay tres razones que permiten identificar la gestión de clientes como una  exigencia necesaria en la dirección comercial:

1- Disminución de las ventas debido a la pérdida de clientes.

2- El coste de adquirir un nuevo cliente (desconocido y de resultados futuros inciertos) es del orden de cinco veces el coste necesario para mantener un cliente (conocido y de rentabilidad asegurada) fiel a nuestra empresa.

3- El gran potencial que se tiene en la propia cartera de clientes. Si conseguimos fidelizar a nuestros clientes, los beneficios provendrán no sólo de los ingresos obtenidos con éstos, sino  ante todo,  de la recomendación que harán a su entorno.

En conclusión, debemos preguntarnos  si nuestra estrategia responde a las necesidades cambiantes del mercado; es decir, de nuestros clientes. En caso contrario se debe incorporar la gestión del cliente como elemento vertebrador de la estrategia global.

Joan Vallés i Pla
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
12/10/2012

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jul 232012
 

Interrumpir a tus potenciales clientes promocionando directamente tus productos o servicios cada vez es menos prudente en muchos ámbitos de actividades, ya que te estás jugando que te cierren la puerta para siempre. Por esta razón la estrategia de marketing que cada día da mejores resultados es el marketing de atracción y relacional tanto online como offline. Para atraer a tus posibles clientes tienes que aportar valor relevante y de calidad, para ganarte la confianza; si lo consigues, te posibilita la oportunidad de que escuchen tus ofertas comerciales y es aquí donde entra el marketing relacional para desarrollar y retener las relaciones con tus posibles clientes o clientes.

En este artículo intento identificar de una manera descriptiva las diferentes piezas claves para la composición del puzle de esta estrategia de marketing, para luego centrarme en cada una de las piezas claves en posteriores artículos. También quiero apuntar que este tipo de estrategia no es ningún invento de los gurús y charlatanes de Internet, como en muchísimos escritos que corren en la red apuntan. Muchas de estas técnicas ya hace años que se practican offline en algunos ámbitos de actividades de servicios en general y sobre todo en servicios profesionales; sí que reconozco que Internet tiene el ámbito muy adecuado y facilita muchísimo el desarrollo de las estrategias de atracción y relación.

Estrategias de marketing de atracción:

La principal clave para el marketing de atracción es tener identificado cuál es tu cliente potencial y disponer de un buen plan de marketing offline y/u online, desarrollado con las diferentes estrategias adecuadas de las fases del plan.

Las piezas claves del marketing de atracción son:

  • El contenido es el que nos permite aportar valor relevante y de interés a nuestro público objetivo y demostrar que somos entendidos en la materia, sin intentar venderles nada, simplemente intentando llamarles la atención para vencer la confianza. Por esta razón el contenido podríamos decir que es el engranaje de toda la estrategia del marketing de atracción y relacional.
  • Branding (según Wikipedia): hace referencia al proceso de hacer y construir una marca mediante la administración estratégica del conjunto total de activos vinculados en forma directa o indirecta al nombre y/o símbolo que identifican a la marca influyendo en el valor de la marca, tanto para el cliente como para la empresa propietaria de la marca. (ver la importancia del branding para las pymes)
  • Posicionamiento (según Wikipedia): Se llama posicionamiento al ‘lugar’ que en la percepción mental de un cliente o consumidor tiene una marca, lo que constituye la principal diferencia que existe entre ésta y su competencia. También a la capacidad del producto de alienar al consumidor. (ver la importancia del posicionamiento para las pymes)

Éstas son las tres piezas que conforman el puzle de la estrategia de atracción y son las que tenemos que trabajar adecuadamente para atraer a clientes y futuros clientes.

Estrategias de marketing relacional:

Existen muchas definiciones de lo que es el marketing relacional, pero la que más me gusta es la que define Manuel Alfaro en el libro: “Temas clave en Marketing Relacional” en la que define: “es la gestión estratégica de relaciones de colaboración con clientes y otros actores, con el objeto de crear y distribuir valor de forma equitativa”.

Las piezas claves del marketing relacional son:

  • Enfoque al cliente consumidor: el objetivo estratégico de todos los procesos del marketing relacional es satisfacer las necesidades de los clientes, proporcionándoles productos o servicios de máxima calidad a un precio justo. El beneficio prioritario que buscamos, más que la venta en sí, es que el propio cliente se convierta en nuestra mejor publicidad: el boca-oreja de nuestros productos o servicios. Para que este enfoque funcione, necesitamos que toda la organización esté alineada a esta estrategia, también nuestros proveedores, colaboradores y partners.
  • Enfoque de relaciones a largo plazo: Las acciones del marketing relacional no buscan relaciones puntuales con los clientes, sino prolongar las relaciones de confianza y provecho mutuo a lo largo del tiempo.
  • Relación de valor equitativo: Buscar que todas las transacciones con los clientes, proveedores, colaboradores y partners sean de mutua satisfacción, donde las partes ganen intercambiando valor a la relación.
  • Fidelización: El objetivo final de la implantación del marketing relacional en una organización es la fidelización del cliente consumidor y la aceptación por parte del mismo del producto o servicio que nuestra organización le ofrece, logrando su deseo de la repetición en las transacciones y en la relación.   

Quiero puntualizar que este tipo de estrategias pueden no ser adecuadas a todas las organizaciones donde los productos tienen un ciclo de vida corto, pero sí en los servicios que ofrecen.

Profundizar en un marketing de relación creando relaciones honestas y duraderas que resulten beneficiosas para todas las partes es seguramente el camino largo a escoger, pero es el que nos proporcionará beneficios duraderos a medio y largo plazo para hacer crecer nuestra organización de una manera sostenible y adecuada.

Jordi Carrió Jamilà
Resp. marketing y comunicación
Aicon Consultores de Gestión, S.L.
23/07/2012

jun 272012
 

Resulta de vital importancia gestionar a qué dedicamos nuestro tiempo; todo el mundo debería utilizar el método que le sea más efectivo y con el que se sienta más confortable. No debería ser el “día a día” aquello que nos marque principalmente nuestra actividad.

Esta norma debe ser de aplicación en la mayoría de posiciones de una organización, pero es indispensable y prioritaria a nivel de la alta dirección y de las posiciones de responsabilidad. Si estas personas, de las que se espera que lideren impulsando hacia la consecución de los objetivos a corto, medio y largo, destinan un tiempo insuficiente a aquellos aspectos importantes que una empresa debe plantearse de forma estratégica para afrontar con éxito el presente y el futuro, la empresa difícilmente avanzará o lo hará a un ritmo bajo. Recordad lo que decía Jack Welch: “Cuando el ritmo de cambio dentro de la empresa es superado por el de fuera, el final está cerca”.

Por lo tanto, deberíamos tratar de tener en cuenta los siguientes aspectos:

  • Planificar, controlar y revisar los objetivos a corto, medio y largo plazo de la empresa. Debería realizarse mediante un ejercicio que permita revisar cuáles deben ser las líneas y acciones que deben acometerse para alcanzar la visión.
  • Priorizar estas acciones y distribuirlas entre responsables de la empresa.
  • Los responsables deberán introducir en su agenda, en su día a día, la realización de estas acciones con los timings que se han definido. Además, estas acciones deberán integrarse otras tareas operativas también importantes o urgentes.
  • Periódicamente se deben realizar revisiones del avance de las acciones, de la consecución de los objetivos y de las prioridades. El responsable de cada acción deberá alertar de las dificultades de avanzar en sus acciones y realizar o proponer medidas para poder destinar el tiempo necesario.

A menudo puede ayudarnos a decidir sobre la aplicación de nuestro tiempo la clasificación de tareas entre importantes y urgentes. De esta forma:

  • Nuestra primera prioridad debe ser aplicarnos en aquellas tareas importantes y urgentes.
  • Deberemos emplear tiempo en nuestras tareas importantes no urgentes para que no se conviertan en urgentes.
  • Consideraremos si debemos realizar o delegar tareas no importantes urgentes o no.

Es muy importante en la determinación de objetivos que deberán impulsar las acciones necesarias para su consecución:

  • Dimensionar adecuadamente los objetivos y las acciones que podemos acometer.
  • Implicar y responsabilizar a otras personas en parte de estos objetivos y acciones.
  • Decidir en qué no vamos a poder destinar tiempo o quizás no es rentable para la empresa que sigamos destinando tiempo a ello. En estos casos, asumir qué es necesario delegar o renunciar al grado de supervisión o incluso de excelencia en la ejecución que desearíamos.

Sin duda, en todos estos ejercicios lo importante es decidir, no dejarse llevar, con determinación, asumiendo que no todo es posible, pero que si no disponemos nuestro tiempo de forma óptima difícilmente alcanzaremos los objetivos necesarios para el sostenimiento y crecimiento de la empresa.

Muchas veces la principal dificultad para los máximos gestores de una compañía es superar los anclajes del pasado que le impiden avanzar para conseguir los objetivos futuros. Sin duda, si se sienten como presos que deben arrastrar un gran peso difícilmente avanzarán al ritmo adecuado. Hoy en día, en muchas empresas encontramos cómo estos pesos provienen de cuestiones del pasado no adecuadamente o completamente resueltas. Esto implica que reiteradamente debamos volver la vista atrás con respecto a temas que no  acabamos de superar y que lastran el avance de nuestra empresa, consumiendo a la vez nuestras fuerzas como personas.

Por ello, siempre aconsejo que al realizar una profunda revisión de la situación de la empresa y planificar su futuro, detectemos y prioricemos aquellos aspectos o acciones que deben ser resueltas o gestionadas antes de empezar a construir, aunque ello conlleve enfrentarnos de forma dolorosa a retos y problemáticas que no sean de nuestro agrado. Debemos evitar que aspectos importantes del pasado, no debidamente resueltos, nos afecten en la implementación de acciones importantes para el futuro.

Indudablemente, muchas veces no seremos capaces de solucionar de forma definitiva problemas del pasado que nos condicionan. Ahora bien, como mínimo debemos tomar decisiones sobre estas incidencias y controlar el tiempo que vamos a dedicarle.

A partir de aquí, nuestro negocio nos exige que nos focalicemos a gestionar desde el presente, realizando acciones importantes, para construir un adecuado futuro.

Finalmente, simplemente recordaros otra cita de Jack Wesch: “Cambia antes de que debas hacerlo”.

José María Llauger
Gerente y Director Técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
25/06/2012

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may 252012
 

La negociación es una acción que se encuentra presente tanto en la esfera particular como en el ámbito profesional. Negociamos para obtener un buen puesto de trabajo, para lograr un aumento de sueldo o para comprar un coche.

El objeto de una negociación es alcanzar un acuerdo bueno entre dos partes, para aproximar intereses legítimos, resolver conflictos con justicia o bien para llegar a pactos duraderos.

El modelo clásico de negociación nos dice que cada oponente asume una posición de partida que a lo largo del proceso se va discutiendo y con respecto a la cual se hacen concesiones con el fin de llegar a un compromiso que pueda ser aceptado por ambas partes. En este enfoque sólo hay dos posibles resultados: el acuerdo o la ruptura. Por otra parte, este tipo de negociación a menudo puede tener un impacto negativo en la futura relación personal entre los participantes en la negociación. Por este medio difícilmente se consigue un acuerdo sensato y sabio de forma eficiente y amistosa. Ello es debido a que este modelo de negociación se centra en exceso en las posiciones. El problema que conlleva regatear desde posicionamientos es que se deriva hacia un estilo de negociación competitivo, que puede producir acuerdos poco aconsejables y que es ineficaz porque pone en peligro la relación existente.

Otro modelo opuesto al anterior es el de la negociación basada en principios, cuya característica diferencial es que se centra en los intereses de cada parte, en lugar de sus posiciones. Para entender mejor el concepto veamos un ejemplo:

Dos hombres estaban discutiendo en una biblioteca porque uno quería la ventana abierta y el otro quería la ventana cerrada. Puesto que no lograban ponerse de acuerdo sobre el número exacto de centímetros en los que la ventana debía permanecer abierta, la discusión se hizo cada vez más acalorada. Entonces se les acercó la bibliotecaria, quien viendo de qué hablaban, le preguntó a uno de ellos:  “¿Por qué quiere usted la ventana abierta?”. “Porque tengo calor”—fue la contestación. “Y usted, ¿Por qué quiere la ventana cerrada?”. “Para no tener aire”, dijo el otro hombre. Entonces la bibliotecaria se dirigió a una habitación continua  y abrió la ventana de par en par. El primer oponente pudo tener más fresco sin que el otro tuviera aire.

En conclusión`, la negociación basada en principios son cuatro:

  • Gente: separa las personas del problema; aparta la relación, de lo que verdaderamente está en discusión.
  • Intereses: se centra en ellos, en los intereses de cada una de las partes, no en las posiciones.
  • Opciones: se procura generar varias posibilidades que permitan beneficios mutuos, identificando intereses compartidos; es mejor identificar las oportunidades que los problemas.
  • Criterios: se insiste en que el resultado se base en algún estándar objetivo común.

Joan Vallés i Pla
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
25/05/2012

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abr 152012
 

Toda empresa necesita comunicarse constantemente con sus clientes o posibles clientes para presentarles sus nuevos productos y servicios, o simplemente para decirles que existen, pero no es tarea fácil, ya que el bombardeo de comunicación comercial que reciben cada día es mayor. La gran pregunta que se hacen muchas empresas es: ¿Cómo comunicar y llegar al potencial cliente en este ambiente saturado, caótico y altamente competitivo? Una de las soluciones es invertir en tu propia marca, en su posicionamiento y realizar estrategias de branding en tu nicho de mercado en internet.

Las pymes, en general, aun siguen creyendo que las marcas son privativas de las grandes empresas al no considerar la marca como un activo que toma valor día a día y capitaliza las inversiones. Esto es un gran error. Las marcas ya no son ajenas a las pymes; internet facilita muchísimo el poder consolidarla y hacerla fuerte a unos costes asequibles y rentables.

Las principales ventajas de disponer de una marca sólida, posicionada y reconocida son:

  • Una marca es la principal herramienta para competir y diferenciarse de los demás.
  • Incrementa las ventas y ayuda a ganar cuota de mercado.
  • Permite tener los precios más altos que la competencia, ya que el consumidor percibe confianza y calidad.
  • Ayuda a atraer y retener el talento. El personal que trabaja para la empresa se siente identificado con la marca creando una cultura interna fuerte.
  • Permite a la empresa crecer con más facilidad, acumulando notoriedad en sí misma.
  • Incrementa el valor de la empresa, ayudando a soportar mejor los tiempos de crisis.

Para posicionar la marca de una empresa en internet el primer paso es realizar un buen plan de marketing online, en el que se definan claramente los objetivos que se persiguen:

  • Potenciar la imagen corporativa o de marca
  • Establecer nuevas relaciones e interactuar con los clientes o posibles clientes
  • Generar ingresos en internet
  • Reducir costes mediante intranets, para el personal, clientes o proveedores
  • Otros objetivos.

El siguiente paso es posicionar la marca en internet. Existen en el mercado infinidad de herramientas y estrategias que nos pueden ayudar según los objetivos que hayamos definido en el plan de marketing online. En cada objetivo que nos propongamos, es recomendable escoger las mejores herramientas y estrategias, ya que este proceso no tiene fin y requiere optimizarlo día a día. Ésta es la clave de la consolidación y el mantenimiento de una marca reconocida.  (Ver fases de posicionamiento de un plan de marketing online).

Consolidar una marca requiere tiempo y mucha dedicación en conseguirlo: el objetivo es conseguir que tus clientes y potenciales clientes se conviertan en fans de tu marca y prescriptores de la misma. Esto se consigue realizando branding emocional, según define Steve Goldner en sus 6 fases:

  • Conseguir que el cliente se interese por tu marca.
  • Lograr que el cliente considere la posibilidad de comprar alguna cosa.
  • Convencer al cliente de que su decisión de compra fue la mejor.
  • Convertir al consumidor en un cliente fiel que continúe comprando los productos o servicios de tu marca y que sea lo más receptivo posible a la misma.
  • Crear un ritual para que la marca pase a formar parte de la vida del consumidor.
  • Lograr que el cliente se convierta también en prescriptor y portavoz de tu marca.

Muchas pymes se han posicionado en internet y han conseguido lo que describo en este artículo. Una de las pymes que me viene en mente en estos momentos es Barrabes, a la que seguí muy de cerca en los años 1998 al 2001, cuando también desarrollé y administré una tienda virtual en internet. Esta empresa, que era una pequeña tienda en el pueblo de Benasque, en los Pirineos Aragoneses, consiguió crecer y vender sus productos de deporte de montaña a nivel internacional, siendo un referente desde hace muchos años del comercio electrónico en internet.

Jordi Carrió Jamilà
Resp. marketing y comunicación
Aicon Consultores de Gestión, S.L.
15/04/2012

mar 082012
 

En una situación tan cambiante como la actual, para poder sobrevivir, las empresas tienen que estar continuamente en alerta para ir adaptándose a todos los cambios a los que se ve sometida. Pero no sirve sólo la adaptación, sino que considero esencial la anticipación a esos cambios. Ahí es cuando deben aparecer los líderes para intentar arrastrar al resto del equipo a buscar esa anticipación y poder diferenciarse de la competencia.

Un concepto clave para llevarlo a cabo es la creación de una fuerte sensación de urgencia (John P. Kottler). Esta sensación no consiste en el reconocimiento de un problema, fomentar la urgencia, solucionarla y regresar a un estado de complacencia. Es un estado que implica el estar constantemente alerta, ser curioso y actuar en consecuencia.

Las organizaciones se pueden encontrar en tres tipos de situaciones: una situación de confort y autocomplacencia, una de riesgo y finalmente en una situación de pánico. La empresa debe evitar estar en un estado constante de autocomplacencia, ya que en dichas situaciones somos más ineficientes, aportamos poco a la empresa y en consecuencia nos desmotivamos. El papel del líder es tensionar las situaciones para que se pase a un estado general de alerta, donde las personas deban actuar con rapidez. Naturalmente este proceder tiene un límite: llegar a una situación de miedo y ansiedad que impida actuar a las personas. Por tanto, no es deseable ni una situación de pánico paralizante ni una situación de equilibrio confortable.

¿Cómo se puede crear una sensación de urgencia?

Una forma de crear este estado es acudir a consultores externos que analicen la situación de la empresa y propongan soluciones para el cambio. Estos pueden aportar oxígeno a la organización, y bajo un punto de vista más neutral y, por consiguiente objetivo, y podrán convencer a la organización de la necesidad de cambio. La incorporación de personal nuevo también puede tener un papel parecido aunque no tan efectivo.

Otra forma de para estimular dicho estado de urgencia es mediante la rotación de tareas entre personal del mismo departamento o incluso la rotación de posiciones entre departamentos, con la idea de que las personas, cuando alcanzamos un determinado punto, llegamos a la autocomplacencia y nos estancamos en ella. Por otra parte, con esta rotación se busca otro objetivo: que las personas que se incorporan a un nuevo puesto puedan aportar ideas de mejora de funcionamiento.

Para finalizar, la medida tal vez más importante que pueden adoptar los líderes para crear sensación de urgencia es actuar ellos mismos con urgencia, no sólo hablar de ello. En definitiva, predicar con el ejemplo.

Joan Vallés i Pla
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
08/03/2012

feb 202012
 

Muchas veces me trasladan cuestiones al respecto de si ciertas habilidades en un puesto de trabajo deben ser innatas o se pueden aprender y desarrollar. Evidentemente, mi respuesta no es la misma según el puesto de trabajo, pero en general considero que hay mucho que se debe y puede aprender y desarrollar. También es cierto que nuestros rasgos de personalidad, que se han ido forjando a través de nuestro desarrollo como personas, deben permitir disponer de ciertas actitudes y habilidades.

Ahora bien, raramente me cuestionan sobre las habilidades de dirección o gestión de una empresa. A menudo me encuentro con personas muy formadas en ciertas disciplinas pero que carecen de los conocimientos adecuados en la gestión de una empresa. En algunos casos, incluso sus rasgos de personalidad pueden suponer déficits que pueden comportar limitaciones en el desarrollo de la dirección de una empresa.

¿No deberían ser los déficits en conocimientos y habilidades de gestión de sus directivos los principales puntos débiles que una empresa debe corregir? ¿Es suficiente con disponer de mucha experiencia, larga trayectoria o mucho conocimiento de lo que se ofrece y del mercado para tener el perfil adecuado para gestionar una empresa?

Dirigir una empresa es muy difícil. Resumiría  que indispensablemente requiere de:

  • Conocimiento de herramientas y métodos de gestión.
  • Ciertas habilidades de dirección, rasgos de personalidad y actitudes.

El conocimiento de herramientas y métodos de gestión es una de las grandes lagunas de muchos directivos. Como muchas disciplinas en esta vida no se basan sólo en la disposición de un don divino, se requiere también de conocimientos técnicos. Muchas veces se intentan adquirir de forma teórica: cursos máster, posgrados, etc. Estas capacitaciones se muestran muchas veces insuficientes pues simplemente suponen la adquisición de conocimientos teóricos que muchas personas no saben cómo aplicar realmente en su empresa.

Por otro lado, gestionando una empresa, una persona se enfrenta a la necesidad de dirigir personas para desarrollarlas y sacar el máximo provecho de las mismas, tomar decisiones, generar y desarrollar relaciones, negociar, etc. Todo esto requiere del conocimiento de métodos, pero también del desarrollo de ciertas habilidades.

A menudo defino nuestra labor como consultores como el apoyo necesario para el desarrollo de estas capacidades de forma combinada. Muchas veces buenas capacitaciones en escuelas de negocio no logran adaptarse a las necesidades y al día a día de una empresa, que son a los que se enfrenta un directivo y que muchas veces hace que pierda de vista las oportunidades de implementar métodos de gestión o desarrollar habilidades.

Nuestro papel como consultores debe ser precisamente éste. Situándonos al lado de la dirección de una empresa, aconsejar los métodos más adecuados a aplicar para analizar, planificar e implementar acciones para conseguir un objetivo, velando porque se apliquen a la vez las habilidades directivas adecuadas.

De esta forma conseguimos reforzar el que debería ser uno de los puntos fuertes necesarios, aunque no suficientes, de una empresa: la capacidad de sus directivos para gestionarla adecuadamente, porque en definitiva: NADIE NACE SABIENDO GESTIONAR UNA EMPRESA.

José María Llauger
Gerente de AICON Consultores de Gestión
20/02/2012

ene 112012
 

Marketing online o mercadotecnia en Internet es un conjunto de acciones de mercadeo y comunicación que se desarrollan, interactúan y se ejecutan en Internet”.

Actualmente la prospección de nuevos mercados, la comunicación, interactuar digitalmente con los clientes y potenciales clientes, los catálogos en Internet, disponer de una tienda de venta online, participar en las redes sociales, divulgar vídeos de presentación del producto o servicio, el e-mail-marketing, etc., son herramientas imprescindibles para el mercadeo y la comunicación en la empresa competitiva.

Hoy disponemos de más información de la que podemos procesar; sólo basta buscar en Google el nombre de cualquier empresa para que en unos segundos tengamos un informe completo con el que poder comparar y conocer las opiniones de otros consumidores, los precios, etc. El mercado ha cambiado la forma de relacionarnos en la oferta y la demanda como veníamos haciendo hasta ahora. La información está alcance de todo el mundo y cada día esta información tiene que ser mejor, más accesible y más transparente para ganar la confianza del nuevo consumidor. No estar adecuadamente en este mercado es no existir en la red y, para estar, requiere tener unos objetivos muy claros con una estrategia adecuada para subsistir en un mercado tan rápido y competitivo, donde se requiere estar comunicado e interactuando con los clientes y potenciales clientes constantemente, a una velocidad de vértigo.

En este artículo resumo las diferentes fases del desarrollo de un plan de marketing online para la empresa para tener una buena base donde poder mejorar y optimizar el canal, mediante estrategias y datos donde medir las campañas y acciones realizadas. Ésta es la clave que nos permitirá subsistir con éxito a corto, medio y largo plazo.

Fases de desarrollo del proyecto: 

  • Definición de los objetivos del plan: Para empezar tenemos que dar respuesta clara de los objetivos que pretendemos llegar a corto, medio y largo plazo del nuevo canal en Internet (venta de productos o servicios, posicionamiento de marca, captación de clientes potenciales, etc.).
  • Definición del target del producto o servicio: Es imprescindible conocer en profundidad el target al que van dirigidos los productos y servicios que pretendemos promocionar o vender.
  • Análisis del mercado y la competencia en Internet: Para desarrollar la estrategia a seguir, tenemos que analizar el mercado al que queremos dirigirnos en Internet, conociendo la competencia existente, para determinar las ventajas y dificultades que nos vamos a encontrar.
  • Definición de la estrategia online: Una vez recabada y analizada toda la información anterior descrita, es el momento de plantearnos desarrollar una estrategia online, acorde con la estrategia offline de la propia empresa.
  • Desarrollo del sitio Web: Para diseñar un sitio Web de alto rendimiento en marketing online, necesitamos que sea usable (amigable para el usuario), que se pueda indexar (amigable para los buscadores), que sea sociable (integrada en los “social media”); con una arquitectura Web centrada en el cliente, no en el producto o servicio.
  • Analítica del sitio Web: Para la mejora y optimización constante de todo el sitio Web y la estrategia online, es imprescindible montar sistemas de medición para controlar todas las acciones realizadas y todo el tráfico que generan. Diferentes herramientas, como Google Analytics, nos permite tener estos datos al momento, totalmente fiables.
  • Optimización o construcción de la base de datos (CRM) para la gestión de leads: Disponer de una base de datos de clientes y posibles clientes, actualizada y segmentada correctamente, es oro puro para cualquier empresa, siempre que se realice un seguimiento y gestión de los leads para llegar a producir ventas online u offline. Es una de las principales claves del éxito comercial de todas las campañas de marketing que pretendamos realizar.
  • Plan para atraer tráfico al sitio Web: Campañas y acciones Push, Pully promoción, trabajando para corto, medio y largo plazo.

Planificación de acciones y campañas

Estrategias Push (Empuje) Pull (Atracción) Promoción
Corto plazo - E-mail marketing- Móvil marketing- Vídeos promoción- Captación de leads- Cualificación de leads - SEM (AdWords)- Publicidad online- Publicidad offline- Seminarios temáticos - Twitter- Facebook- Google+- YouTube- LinkedIn
Medio plazo - Newsletter- Afiliación a redes de contenidos.- Afiliación a portales verticales. - Marketing de contenidos- Link building- Comparadores de producto o servicio. - Blog- Medios sociales
Largo plazo - Consolidación de la base de datos.- Consolidación del Newsletter - SEO (Posicionamiento natural en los buscadores)
  • Plan para convertir tráfico y fidelizar: Las conclusiones que saquemos en períodos de tiempo determinado, del análisis, la observación y la medición metódica de todo lo que ocurre en el sitio Web y las redes sociales que participemos, nos darán el camino correcto para mejorar y optimizar de manera continua nuestra estrategia en Internet.

Para el éxito del plan, a parte de tener claros los objetivos que perseguimos, el target y el nicho de mercado en el que pretendemos interactuar; es clave la analítica Web del plan y por supuesto la consolidación de la base de datos y su segmentación, que es lo que nos permitirá realizar campañas de marketing con resultados satisfactorios.

Jordi Carrió Jamilà
Resp. marketing y comunicación
Aicon Consultores de Gestión, S.L.
08/01/2012

dic 102011
 

Muchos departamentos comerciales de muchas empresas que no han renovado o revisado sus procesos ni sus estrategias comerciales se preguntan: ¿por qué no tiene éxito lo que siempre había ido bien? ¿Qué podemos hacer para llegar a llamar la atención de los posibles clientes? Sólo hay una respuesta clara y contundente: los consumidores de hoy en día tienen toda la información a su alcance y, no sólo eso, sino que también participan cada vez más activamente expresándose favorable o desfavorablemente y recomendando o desaconsejando proyectos, marcas, productos y servicios de empresas.

Actualmente, el consumidor rechaza con un clic toda la publicidad e información que no es de su interés, busca información de servicios, productos, empresas, etc., comparando precios y calidades en Internet y participando en las redes sociales y profesionales de una manera muy activa. Cada vez más la publicidad ya no llega al consumidor con la palabrería que se utiliza en la televisión, la radio y demás medios de comunicación. Actualmente el consumidor ha aprendido a no escuchar estos mensajes rebuscados y artificiales. Por este motivo, los vendedores que siguen hablando con este lenguaje ya no cautivan a nadie y se están quedando obsoletos.

Los mercados han pasado de estar conectados persona a persona y, como consecuencia, son más inteligentes, la comunicación es más rápida y no hay secretos, los mercados en red saben mucho más que cualquier empresa… Con este escenario descrito, junto con la crisis financiera y de valores que sufrimos, hay que poner todo el ingenio para sobrevivir y ser competitivos.

Una de las claves para ser competitivos es alcanzar la excelencia en todos los procesos comerciales, pero hay que tener en cuenta que para ello no es necesaria sólo una tarea del departamento de marketing y comercial, sino de toda la empresa, desde el primero hasta el último componente, y todos los directivos y departamentos deben estar implicados.

Con este primer artículo me centraré de forma resumida en hacer unas cuantas reflexiones de mejora en los departamentos de marketing y comercial con el ánimo que puedan ayudar a conseguir este difícil reto.

Reflexiones de mejora:

  • La información es la clave del éxito comercial: En los procesos de prospección de nuevos contactos y mantenimiento de los contactos existentes es básico disponer de buenas bases de datos que se puedan segmentar y dispongan de la máxima información de la empresa o del contacto que se pretende obtener. Hay que revisar estas bases de datos y mantenerlas actualizadas, tomando nota de todas las acciones que se realizan en cada contacto o posible contacto; mejor si se dispone de un buen CRM: es la herramienta que registra todas las acciones y los seguimientos comerciales.
  • Para captar nuevos clientes hay que atraerlos y no interrumpirlos: Ya no sirven métodos ni acciones de interrupción como: telemarketing, spam, publicidad en los medios, etc. Hay que pensar en métodos y sistemas para atraerlos aportando valor en las acciones de marketing y comerciales; ésta es la clave para conseguir la confianza para que te empiecen a escuchar.
  • Internet es el presente y el futuro de gran parte de los procesos comerciales de la empresa actual: Es el gran aliado para llevar a cabo estas acciones de atracción; hay que saber utilizarlo con todo su potencial confeccionando estrategias digitales adecuadas a las necesidades de la empresa y no dejarse influir por las modas del momento. Las posibilidades que puede dar el tener desarrollado un canal de comunicación y venta en Internet es una de las claves para salir airosos de la crisis; hay que invertir en el desarrollo de este canal y sobre todo en la formación de todo el personal de la empresa.
  • Para conocer las necesidades de nuestro nicho de mercado hay que aprender a escuchar: Las necesidades que tienen las empresas han variado muchísimo estos dos últimos años. Ya no se vende nada que realmente no sea necesario y/o aporte valor; olvidaos de “vender la moto”, “vender humo” o de “tirar a matar” como se dice en argot comercial si queréis conservar un potencial cliente y no perder la reputación de vuestra empresa.
  • Hay que escuchar lo que se comenta y lo que se dice en las redes sociales y otros medios: Si escuchamos nuestro nicho de mercado en las redes nos dará muchas pistas de cuáles son sus inquietudes y necesidades. Nunca habíamos tenido tantas herramientas y tantos medios a nuestro alcance para conocer las necesidades de nuestros potenciales clientes.

Seguramente se pueden hacer muchas más reflexiones. De momento aquí lo dejo, esperando que éstas sirvan para todas aquellas empresas que se preguntan: ¿por qué no tiene éxito lo que siempre había ido bien?

Jordi Carrió Jamilà
Resp. marketing y comunicación de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
10/12/2011

nov 152011
 

Tanto en el ámbito personal como en el profesional debemos interactuar con otras personas. Somos esencialmente seres sociales, en el sentido que pasamos la mayor parte de nuestras vidas con otras personas. Por consiguiente, es fundamental aprender a entenderse con los demás y a saber desenvolverse en situaciones sociales.

La habilidad de la comunicación nos es provechosa en prácticamente todas las esferas de la actividad humana. Ésta nos puede ayudar a superar situaciones delicadas, resolver conflictos, expresar sentimientos, defender nuestros intereses, evitar malas interpretaciones, etc.

A continuación presentamos algunos consejos básicos para conseguir una comunicación efectiva:

  • El trato personalizado: es un error creer que llevarse bien con los demás consiste únicamente en ser un buen relaciones públicas o alguien popular y simpático. Sin duda estas características son importantes, no obstante, a veces se puede caer en un estereotipo superficial y poco eficaz en las relaciones.  Tratar con personas requiere tratarlas de tú a tú a lo largo de prolongados periodos de tiempo,  escuchando y aceptando con humildad lo que tengan que decir.
  • Buscar lo que tengamos en común: muchos de nosotros nos hemos encontrado en una comida de trabajo en la que a veces se pueden dar situaciones un tanto embarazosas al no saber qué temas abordar que puedan hacer sentirse cómodos al resto de comensales. En toda relación es importante saber encontrar temas de interés comunes para fortalecer los lazos y la confianza mutua.
  • Librarse de los prejuicios: las malas opiniones sobre las otras personas en muchas ocasiones no tienen fundamento real. Incluso podemos afirmar que cometemos más errores por ignorancia que por maldad. En cualquier caso siempre deberíamos ofrecer el beneficio de la duda hasta que podamos juzgar por nosotros mismos.
  • Valorar la integridad de las personas: es del todo desaconsejable aquella actitud que humilla o menosprecia a los demás, ello impedirá unas relaciones productivas con el resto de compañeros, subordinados, clientes, etc. El resentimiento que puede generar esta actitud más pronto o más tarde se puede volver en contra de uno mismo. Por otra parte, es una actitud “sabia” reconocer los propios errores y saber disculparse con humildad.
  • La empatía: si no somos capaces de escuchar la opinión de los demás es probable que los demás no escuchen la nuestra. Es un error creer que las únicas ideas buenas se le ocurren a uno mismo.
  • Evitar las discusiones: en determinadas situaciones podemos encontrar diferencias de criterio ante otra persona; en estos casos siempre debemos afrontar las diferencias con racionalidad, sin dejar que los sentimientos afloren hasta llegar “a lo personal”. En estos casos es mejor dar por terminada la discusión. En el futuro los hechos hablarán por sí mismos.

Joan Vallés i Pla
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
15/11/2011

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Basada en una obra en http://aicon.es.

oct 172011
 

Todo directivo tiene la necesidad de que sus empleados estén motivados e implicados en el proyecto empresarial. Las consecuencias de un alto nivel motivacional en la empresa implican que se lleven a cabo las tareas con entusiasmo y con una visión optimista por lo que respecta a los resultados que van a obtenerse con el propio esfuerzo. No obstante, conseguir que los demás estén motivados no es nada fácil.

Andy Grove, expresidente de Intel hizo el siguiente planteamiento: si un empleado no está cumpliendo bien su trabajo sólo hay dos explicaciones posibles. Éstas son que o bien no puede, o bien no quiere hacerlo. Para saber cuál es la respuesta buena, hágase la siguiente pregunta: si la vida de la persona dependiera de que hiciera bien su trabajo, ¿sería capaz de hacerlo? Si la respuesta es sí, el problema es de motivación. Y si es no, es de incompetencia.

Si la incompetencia se debe a la baja capacitación, el simple hecho de formar al empleado es de por sí motivador. Por tanto, un buen programa de formación siempre surte un efecto estimulante en la plantilla de la empresa.

En el caso de que sea por baja motivación el problema es más complejo. Hay varias razones por las que no estamos a gusto en el trabajo:

  • Creemos que nuestro trabajo no tiene sentido, porque no favorece a nadie o hasta incluso puede perjudicar a alguien.
  • El trabajo es aburrido y rutinario, y no proporciona variedad ni retos.
  • El trabajo es susceptible de provocarnos estrés, especialmente porque cuesta soportar al jefe o a los compañeros que esperan demasiado de nosotros, o que no valoran suficientemente nuestra aportación.

En estos casos podemos esperar baja motivación e incluso una alta rotación, aunque se pueden hacer algunas acciones para elevar la motivación:

  • Promover la mejora continua en el trabajo facilitando los recursos adecuados. De este modo, se ayuda al empleado a que convierta un trabajo trivial en una actividad memorable que aporte algo de lo que carecía.
  • Fomentar la iniciativa con el trabajo rutinario. Si se estimula al trabajador a encontrar formas de hacer mejor su trabajo, disfrutará más de él. Un ejemplo es inducir a los empleados a hacer sugerencias de mejora y que se implanten en el caso de que la dirección lo crea conveniente.

Por otra parte, el dinero, como es obvio, es otro factor motivador. El hecho de no tener bien cubiertas las necesidades básicas puede causar una profunda insatisfacción. También, a partir de ciertos ingresos mensuales la capacidad de motivar del dinero decrece hasta prácticamente desaparecer: querer más dinero es un impulso natural aunque tal vez lo que queremos realmente es aumentar nuestra autoestima, seguridad, libertad, calidad de vida, etc., factores que el jefe debe poder captar con el objeto de potenciarlos en vez de aumentar el salario de la persona en cuestión.

Joan Vallés i Pla
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
17/10/2011

sep 122011
 

Anteriormente hablamos de los factores que determinan el coste de un producto/servicio y de la posibilidad de determinar el precio en función del coste o bien del valor percibido por el cliente. Durante la última década se ha experimentado un cambio fundamental en las actitudes de los consumidores hacia el precio y la calidad. De este modo, muchas empresas han cambiado sus enfoques de fijación de precios para adaptarse a las condiciones económicas cambiantes y con las percepciones de precios de los consumidores.

Es por todo ello que cada vez se están adoptando más estrategias de fijación de precios en función de un valor ajustado. Ésta consiste en ofrecer la combinación apropiada de calidad y buen servicio a un precio justo. En algunos casos, las empresas pueden optar por introducir versiones más baratas de productos de marca bien establecidos. Por ejemplo, algunas marcas textiles reconocidas crean líneas de producto a menor precio. En otros casos, y principalmente en el ámbito minorista, se ha optado por la fijación de precios bajos todos los días, el cual implica cobrar un precio bajo constante todos los días, con pocos o con ningún descuento temporal. Por el contrario, la fijación de precios altos-bajos implica cobrar precios superiores de forma rutinaria pero ofreciendo promociones frecuentes con precios inferiores y temporales en determinados artículos.

En muchas situaciones el reto consiste en impulsar el poder de fijación de precios; es decir, la capacidad de la empresa para escaparse de la competencia en precios y justificar precios y márgenes superiores sin perder cuota de mercado. Por ejemplo, esto se puede dar en los productos primarios, los cuales se caracterizan por una escasa diferenciación así como una intensa competencia en precios. En el caso de que una empresa recurra únicamente a la reducción de precios para capturar y mantener su volumen de negocio, se reduce lo que vende a un producto primario. Cuando esto ocurre, es fácil que desaparezca la lealtad del consumidor. Por tanto, para evitar esta situación muchas empresas adoptan la estrategia de fijación de precios en función del valor añadido, la cual consiste, en vez de recortar sus precios para igualar los de los competidores, en incorporar opciones y servicios de valor añadido para diferenciar sus ofertas y así justificar unos precios superiores. El objetivo ideal, desde este punto de vista, sería conseguir que los clientes fuesen leales ofreciendo un servicio que no pudieran encontrar en ninguna otra parte.

Joan Vallés i Pla
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
12/09/2011

jul 202011
 

La crisis económica sigue como un temporal de invierno, socavando la moral de las empresas y, pese a ello, sus esfuerzos por optimizar costes y mejorar la excelencia de sus procesos no se han visto mermados. Una de las medidas recomendadas en el reciente Pacto del Euro es la de vincular los salarios a la productividad de las empresas. Esta estrategia de flexibilización se aplica desde hace muchos años en empresas de nuestro entorno europeo y en muchos países del mundo. Al fin y al cabo, se trata de convertir una proporción de los costes fijos de la empresa (los laborales, principal coste productivo en muchas empresas) en variables para lograr una mayor eficiencia y productividad y una mejor adaptación a las fluctuaciones de la demanda, especialmente en periodos de crisis.

Muchas pequeñas y medianas empresas se han encontrado con la falta de flexibilidad en su plantilla y con los salarios incrementados por encima de la productividad durante los años de crecimiento, que ahora está afectando gravemente a sus costes y competitividad. Incluso en esta época de crisis nos encontramos en las negociaciones laborales con enroque y actitudes de conservación de las ganancias, pluses y privilegios de tiempos pasados. Pero flexibilidad no significa necesariamente precariedad laboral; la clave es vincular salarios con  rendimiento, y este rendimiento se alcanza con personal vinculado a la empresa y con vocación de permanencia. Una de las claves para el incremento de la productividad es compartir las ganancias con los trabajadores, con lo que se contribuye a una mayor satisfacción laboral y una mayor implicación de los trabajadores con los resultados de la empresa. La política de “yo gano, tú ganas” en la empresa se ha comprobado mutuamente beneficiosa para las dos partes. Tradicionalmente la única área vinculada a resultados y a salarios variables ha sido el área comercial, mientras que el resto de la empresa esperaba confiadamente la llegada del maná. Esta estrategia funciona con el viento a favor, pero cuando llega la crisis la improductividad se manifiesta de forma descarnada, lo cual no quiere decir que la productividad fuera la óptima anteriormente.

Pero suponiendo que se pudiesen adoptar medidas de flexibilidad laboral y retribución variable, ¿están nuestras empresas preparadas para ello? La adopción de sistemas de retribución variable requiere la adopción de medidas organizativas y operativas adecuadas, además de un importante cambio cultural de las personas y las organizaciones. El primer problema con el que se enfrenta el empresario es cómo medir la productividad de la empresa. Esta medición puede ser más o menos compleja en función de la diversidad del producto o servicio, pero siempre hay formas de medirla. Muchas empresas se encuentran con que no disponen de un verdadero sistema de medición de la productividad, sencillamente porque hasta ahora no lo habían necesitado. Un segundo aspecto fundamental, es la forma con la que se ha de repartir el incremento de productividad entre los trabajadores y la empresa. Hay que mantener el equilibrio entre la motivación de los trabajadores, la retribución del accionista y la capacidad de reinvertir parte de las ganancias en nuevas inversiones que permitan aumentar la productividad y asegurar el futuro.

A grosso modo, la productividad de una empresa se mide haciendo el ratio entre los recursos que le proporcionamos: personal, materias primas, energía, inmovilizado, es decir, costes y las salidas en forma de productos o servicios, es decir, las ventas. Un entretenimiento puede ser realizar este cálculo tan simple con datos de los años anteriores y con datos actuales. Seguro que nos encontramos con empresarios que tienen una gran e insospechada sorpresa. Nuestras empresas deben disponer de un sistema adecuado de control de gestión con el fin de facilitar una mayor precisión en la medición de los resultados, de forma que se puedan individualizar las productividades por áreas, líneas de negocio, departamentos e incluso personas. La productividad y la flexibilidad no son un problema de coyuntura económica, sino que ya deberían venir de serie en nuestras empresas y en la cultura laboral. Para nuestras empresas se trata de ahora o nunca: no habrá nuevas oportunidades para las empresas que no adopten políticas de flexibilidad e incrementos de productividad.

Oriol Viñolas Tarragó
Director de desarrollo de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
20/07/2011

jun 042011
 

Es un objetivo permanente en las empresas la mejora de la competitividad. Este objetivo nos conduce a tratar de optimizar los costes, tradicionalmente centrándonos en aquellos costes directos relacionados con el producto o servicio que ofrecemos. Ahora bien, el recorrido de mejora en esta perspectiva se ha ido limitando y en las cuentas de explotación ha ido incrementándose el peso de los costes indirectos. Es por este motivo que el objetivo de mejora de la competitividad debe pasar forzosamente, también, por un adecuado análisis y optimización de estos costes. Los métodos de costes más empleados en las empresas se han basado en la estimación de un porcentaje de coste indirecto sobre los costes directos (direct costing) o de un coste de una unidad de obra: horas, unidades, etc. (full costing). Con estos sistemas, normalmente, podemos aplicar adecuadamente los costes directos a productos y servicios, pero los costes indirectos los estamos repercutiendo de una forma general y, a menudo, demasiado simplista.

Por lo tanto, a medida que los costes indirectos son más importantes respecto a los directos es necesario replantearnos nuestros sistemas de análisis de costes. Por ejemplo, en empresas donde el coste de la acción comercial es importante, la repercusión de costes por un sistema direct o full puede suponer analizar la rentabilidad de los clientes de forma no adecuada. Fijémonos que, con estos sistemas, si intentamos analizar la rentabilidad neta de los clientes aplicaremos los costes de la acción comercial como un porcentaje sobre el coste directo o según las horas empleadas. Como resultado, normalmente estaremos cargando más costes sobre aquellos clientes que más nos compran,  no pudiendo evaluar el coste de las acciones de prospección y captación según el esfuerzo requerido para cada cliente activo y sin estimar el coste de estas acciones para aquellos clientes finalmente no captados.

Para salvar estas limitaciones desde hace algunos años se viene imponiendo el método de Costes Basados en Actividades, más conocido como ABC, de sus siglas en inglés Activity Based Costing. Este sistema se basará en un esquema conceptualmente sencillo: agruparemos los gastos de una empresa en recursos (conjuntos homogéneos de gastos que, dada su naturaleza, entendemos que pueden repartirse bajo criterios comunes), que deberemos asignar a actividades, lo cual haremos mediante criterios de distribución, llamados impulsores de costes a actividades o cost drivers. Finalmente estableceremos unos criterios para asignar el consumo de estas actividades a nuestros objetos de coste  (clientes, productos, servicios, etc.); esto lo haremos mediante impulsores de costes de actividades a objetos o activity drivers.

En el caso introducido anteriormente, en el que deseábamos conocer la rentabilidad de nuestros clientes en una empresa con unos costes indirectos comerciales altos, con la aplicación del método ABC seremos capaces de calcular el coste de la actividad de visita o contacto comercial y repercutirlo adecuadamente sobre los clientes activos y también sobre los potenciales. De esta forma podremos identificar aquellos clientes que, a pesar del esfuerzo comercial, nos ofrecen poco retorno y el coste de prospección y captación que la empresa emplea en clientes que todavía no compran. Esto permitirá tomar decisiones de gestión e incluso estratégicas que pueden ser importantes. Según mi experiencia, en el mundo de la gestión de costes he visto cómo muchas empresas han conocido este sistema y han quedado prendadas por su enorme potencia y por los beneficios que les podrían aportar. Sin duda, esta apreciación es exacta, pero a menudo una mala aplicación metodológica o una complejidad excesiva de la definición del modelo inicial convierten el objetivo en una quimera que lleva a muchas empresas a desistir en el intento.

Por ello, desde mi experiencia, puedo sugerir una serie de pasos clave para obtener éxito en nuestro objetivo. En primer lugar, deberemos identificar muy bien los objetos de coste que necesitamos (cliente, productos, líneas de negocio). Quizás sea conveniente, en un primer momento, no disponer de demasiados. Después identifiquemos aquellas actividades claves, críticas, que consideramos pueden distorsionar el análisis de las rentabilidades o costes según su aplicación a los objetos de costes y que además son de necesaria optimización. Es posible que existan muchas más actividades en la empresa (podemos realizar un diccionario de actividades para recogerlas), pero centrémonos en las básicas y críticas. Deberemos evaluar si podemos aplicar para aquellas actividades no claves un sistema de repercusión de costes basado en direct o full costing (que pueden ser más sencillos) y únicamente aplicaremos ABC en las actividades críticas. Si requerimos de una aplicación extensiva del ABC simplificaremos el modelo; en primera instancia, con el mínimo número de actividad, siempre tendremos la oportunidad de incrementar su número e ir afinando el ejercicio en posteriores cálculos. Si seguimos los consejos básicos del párrafo anterior podremos implementar un sistema de costes por actividades en muy poco tiempo y empezaremos a analizar adecuadamente la rentabilidad de los objetos de costes y de las actividades críticas, mejorando la rentabilidad de la empresa. Esto nos animará a seguir progresando centrándonos en nuevas actividades. Con este ejercicio, obtenemos una nueva y más ajustada evaluación de la rentabilidad de los objetos de costes clave; por ejemplo, clientes que podemos agrupar por líneas de negocio, etc., permitiendo este análisis la toma de decisiones estratégicas de suma importancia y el seguimiento de las mismas.

José María Llauger
Gerente de AICON Consultores de Gestión
04/06/2011

may 052011
 

Una de las variables más importantes a tener en cuenta en las empresas es la fijación de precios. Ésta puede llevarnos al éxito o al fracaso de nuestro negocio. Para comenzar, definamos qué es el precio de un producto o un servicio: éste es la suma de todos los valores a los que renuncia el cliente para obtener los beneficios de tener o utilizar un producto o servicio. Históricamente, el precio ha sido la principal variable que influía en la elección de un comprador. No obstante, en las últimas décadas, aquellos factores que son distintos al precio han adquirido un protagonismo creciente. Sin embargo, el precio sigue siendo un elemento determinante en la rentabilidad y la cuota de mercado de una empresa.

¿Qué factores determinan el precio?

El precio que determinemos se debería encontrar en un punto intermedio, teniendo como máximo aquel que es demasiado elevado para crear demanda y como mínimo aquel que sea demasiado bajo para generar beneficio, aunque se puede rebasar el punto mínimo en determinadas circunstancias, como por ejemplo: si tenemos un exceso de capacidad ociosa y mediante dicha operación nos permite mantener ocupada parte de la plantilla o bien para penetrar en un nuevo mercado. Dicho de otro modo, las percepciones que tienen los clientes del producto determinan el techo de los precios. En el caso de que el valor sea inferior al precio el cliente no comprará. Por otra parte, los costes del producto/servicio determinan el suelo de los precios.

Existen diferentes métodos de fijación de precios. A continuación presentamos los principales:

  • Fijación de precios en función del valor: con este método se fijan los precios en función de las percepciones que tienen los consumidores del valor en contraposición de la fijación en función del coste.
  • Fijación por coste.

La diferencia entre ambos métodos radica en la construcción del modelo de negocio. Con la metodología de fijación por costes la empresa diseña lo que considera un buen producto o servicio, a continuación añade los costes de fabricación y de estructura y finalmente fija un precio que cubre dichos costes más un margen de beneficio. Posteriormente el departamento comercial deberá convencer al consumidor de que el valor del producto o servicio a ese precio justifica su compra. En cambio en la fijación por valor se invierte este proceso. La empresa fija el precio objetivo en función de las percepciones que tienen los clientes sobre el valor del producto o servicio. Este valor y precio objetivo determinarán a recontinuación las decisiones sobre el diseño del producto y los costes que se pueden asumir.

Naturalmente determinar el valor de un producto o servicio es una tarea compleja, pero de todos modos, sabemos que el cliente utilizará el valor percibido para evaluar el precio ofertado. Uno de los errores más comunes es cuando la empresa se apresura demasiado a reducir los precios para lograr una ventaja frente a la competencia en vez de tratar de convencer a los compradores de que el mayor valor ofrecido merece un precio superior. Es cierto que, en la coyuntura actual, los clientes son mucho más sensibles al precio, pero no debemos olvidar que el precio conlleva un valor y unas prestaciones. Ocurre con frecuencia que las empresas ajustan el precio de forma agresiva manteniendo el mismo discurso de prestaciones y valores con el cliente. En dicho caso, si las expectativas del cliente son demasiado altas, y el producto o servicio no las cumple, corremos el riesgo de perder a dicho cliente.

Joan Vallés i Pla
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
05/05/2011

abr 122011
 

Si alguien espera que en los tiempos que corren las aguas vuelvan a su cauce, que espere sentado y con buena provisión de alimentos y bebidas. Por “volver a su cauce” entendemos volver a las reglas de funcionamiento empresarial de antes de 2007, con sus puntos de referencia y valores comúnmente aceptados entonces. Si algo es seguro hoy en día es la falta de seguridad en lo que nos depara el futuro, y no sólo en el sentido genérico, cuya obviedad no hace falta comentar, sino porque lo acaecido hasta ahora des del principio de la crisis, es suficiente para poner en cuestión todos los mimbres del sistema capitalista. No es que yo confíe que la política vaya a introducir regulaciones en el sistema —muy necesarias seguro—; más bien se observa que entre los expertos (de dentro del sistema) se ha abierto de verdad el debate sobre qué habría que hacer para evitar que la siguiente sacudida “nos desmonte la barraca”. Y hay consenso general que de “barraca” sólo hay una: no hay alternativa práctica al sistema capitalista.

En un artículo publicado recientemente, Dominic Barton, máximo responsable de McKinsey & Company, apuntaba a tres elementos esenciales a cambiar en el mundo de las grandes empresas, que al final nos acaban influyendo a todos, aunque sólo sea por contaminación cultural:

1- Retirar de la circulación el enfoque a corto plazo

Hace la reflexión de que el valor de una empresa depende de los resultados “esperables” a 3 años vista o más. Si admitimos que esto es así y después las decisiones se toman en función de los resultados a 3 meses (el quarter de los americanos) tenemos un problema. Del contexto y los ejemplos que pone se desprende que nada inferior a 5 años se puede considerar aceptable.

2 – Enfocar las organizaciones a servir los intereses de “las partes interesadas”

Para “partes interesadas” usa el término stakeholders, cuyos intereses hay que servir. Dentro de los stakeholders mete lógicamente a los empleados, los clientes, los proveedores, los acreedores, la comunidad y el medio ambiente. A los shareholders (accionistas) propone simplemente hacerlos ricos, en el buen y literal sentido de la palabra. Otros autores hablan de sustituir el concepto de Responsabilidad Social Corporativa —CSR en inglés— por CSV: Crear Valor Compartido.

3 – Poner orden en el funcionamiento de una propiedad dispersa y poco comprometida: que se comporte como si la empresa fuera suya (tal como es)

Apunta la disfunción de algunas juntas de accionistas, muchos de cuyos miembros no lo eran hace poco y dejarán otra vez de serlo en breve, pero su paso en igualdad de derecho de voto ya nos habrá condicionado. Le añade la poca responsabilidad e implicación de los miembros de los Consejos de Administración. Propone que dediquen más tiempo y se impliquen de verdad; y, cómo no, se mete con el sistema de retribución del big boss.

Lógicamente enfrente estarán aquellos cuyo mantenimiento de prebendas nos ha llevado hasta aquí. Después encontraremos el debate de si hay simplemente que apretarse el cinturón o si hay que insuflar dinero en el sistema, o una combinación de ambos. O sea, que todos los debates están abiertos y la solución, si alguien la tiene, aún no ha sido identificada y menos comúnmente aceptada. En la práctica, no es que sepamos que vienen curvas —que es seguro—, sino que podemos dar por asumido que nos están cambiando la carretera que encontraremos más adelante y que, por lo que estamos oyendo, lo están haciendo improvisando los planos, por simple desconocimiento actual de los “expertos”.

Todo esto nos lleva a la necesidad de sobrevivir sin tener nada seguro. Como en una carretera en construcción, es obvio que el estado de los frenos del coche es un valor, como lo es nuestra experiencia en conducción. Las analogías en la empresa son fáciles. Pero si cambian la carretera a medida que avanzamos, debemos dar quizás más o igual valor a la capacidad de adaptarnos que a nuestra experiencia, y a la capacidad de vivir en permanente desequilibrio más o igual que a nuestro conocimiento de las buenas prácticas. Además, necesitaremos en nuestras organizaciones gente dispuesta a liderar experimentos que nos ayuden a adaptarnos, no a unas circunstancias cambiantes —que siempre lo son—, sino a unos tiempos nuevos.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
12/04/2011

mar 232011
 

Un concepto que desde hace mucho tiempo me tiene confuso es el de la empresa familiar. Cuando piensas en este término te viene a la memoria un concepto bastante endulzado que nos han inculcado, el de la familia que trabaja unida en torno a una pyme, que hace frente a un mercado dominado por corporaciones. La implicación de cada uno de los miembros de la  familia hace que la empresa funcione de una forma precisa aportando un plus de  motivación y  esfuerzo. Evidentemente, este escenario corresponde básicamente al entorno de la pyme. En la práctica estas intenciones se olvidan de una forma fulminante y el término “empresa familiar” cambia su significado y pasa a ser una excusa o un pozo insondable en el que de una forma indiscriminada se vuelca un abanico amplísimo de errores en la gestión.

A menudo, en el desarrollo de las tareas profesionales, cuando interrogas a  las empresas por determinados asuntos, que desde fuera se perciben como sorprendentes, la respuesta preventiva es: “somos una empresa familiar”. A partir de  este momento se abre un paréntesis en el que se empiezan a enumerar un listado de puntos débiles muy bien definidos y  conocidos. La sorpresa siempre es doble: por un lado, la conciencia de los problemas y, por otro, la incapacidad para poder hacer frente desde dentro de la empresa. Mi conclusión es que en realidad el concepto de empresa familiar no existe; existen diferentes formas de gestión. Dentro de una empresa de capital familiar se puede desarrollar una gestión con un estilo o con otro. Las empresas en las que el trabajo se valora por méritos personales y no por el grado de consanguinidad, acostumbran a tener un nivel de gestión superior, más profesionalizada. En las empresas en las que la valía profesional se valora en función del parentesco, las decisiones empresariales que se toman no acostumbran a ser las óptimas. Por lo tanto, no es incompatible una estructura de capital familiar con una gestión empresarial adecuada, aunque en la práctica las propias limitaciones que comporta esta configuración de la propiedad provocan sesgos importantes en la  gestión.

A parte de este modelo de empresa familiar del entorno pyme también existen otras estructuras que utilizan esta denominación: es el ejemplo de grandes empresas reconocidas en nuestro país. Estos casos no son exactamente el modelo de empresa familiar que todos tenemos en mente. Aun cuando algunas de éstas no acaban de tener una gestión del todo afinada, pues en algunos casos conservan limitaciones fruto de la estructura del capital, en la  mayoría de los casos han sabido separar adecuadamente el liderazgo y la gestión. En conclusión, no debemos permitir que la etiqueta “empresa familiar” nos sirva como sinónimo o excusa de gestión no optimizada. Bajo esta denominación se debería reflejar simplemente una estructura de propiedad muy habitual en nuestro tejido empresarial, que no debe de condicionar el liderazgo ni la gestión de las compañías, sino saber sumar las sinergias y  los potenciales que se pueden derivar de ella.

Manel Montal
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
22/03/2011

feb 022011
 

En los tiempos que corren el margen de error para las decisiones a tomar se ha reducido sustancialmente. En épocas normales muchas decisiones equivocadas o ligeramente fuera del objetivo podían ser fácilmente reconducidas en el siguiente ciclo de análisis, ya fuese mensual, trimestral, etc. Ahora con frecuencia nos vemos en la tesitura de acertar a la primera o dar la oportunidad por perdida. Y en demasiadas circunstancias tenemos claramente la percepción de que nos va el futuro en ello.

Aunque nuestra propensión natural a dramatizar ayude, es vedad que no está el patio para experimentos. En cualquier caso la necesidad de no equivocarnos con la alegría de otros tiempos se nos antoja bien cierta, dadas las apreturas de la presente crisis. Por ello es importante recordarnos algunas trampas que nos solemos hacer en el momento de tomar decisiones, sobre todo cuando antes de tomarlas tenemos el buen criterio de pedir consejo. Está claro que acostumbramos a tomar aquellas decisiones que vienen apoyadas por consejos que “casan bien con nuestra manera de ver las cosas”. Hasta aquí normal, sólo faltaría.

En realidad mi nota de cautela no va por ahí. Me refiero más bien al caso en el que somos abiertos y promovemos una discusión amplia de las opciones disponibles con colaboradores, sean internos o externos. De hecho, sería de desear que fuera así. Y ahí es dónde va mi prevención, pues ahí puede empezar a actuar nuestra innata naturaleza comercial. Me explicaré: nos gusta pensar que la manera que tenemos de razonar y argumentar es lógica y cartesiana, pero parece que no lo es tanto, según estudios publicados recientemente. Estos vienen más bien a decir que nuestro sistema argumentativo está más encaminado a convencer a los otros que a la búsqueda genuina de la verdad. Explican también que el buscar contraejemplos —una manera normal de contrastar hipótesis de forma racional— en realidad debilita nuestra posición argumental y la confianza en nuestro propio criterio. Por ello, inconscientemente podemos estar obviando los puntos de vista contrarios que, intelectualmente, prejuicios a parte, podríamos entender perfectamente o incluso adoptar para nuestro propio bien.

Cuidado con darnos satisfacciones a nosotros mismos cuando, por las críticas circunstancias que atravesamos, lo que está en juego puede ser crucial. Lo importante no es salir personalmente satisfechos del proceso de toma de decisiones, sino hacer todo lo posible para llegar a las decisiones más convenientes a nuestros propios intereses. Podríamos recordar aquello que se dice de un proceso de negociación efectivo: es aquél del que todos salen con un grado cierto de mutua insatisfacción. Lo importante no es “salirse con la suya”, si no salir bien de ésta.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
02/02/2011

dic 152010
 

Ahora que se habla de vencedores y vencidos de la crisis, quiero hablar del beneficio de  explotación y  del dividendo como uno de los que saldrán más fortalecidos. Si salen fortalecidos es porque considero que en los momentos anteriores a la crisis fue uno de los grandes olvidados y maltratados dentro de la gestión empresarial. Este efecto fue especialmente difícil en el caso de  las pymes de carácter familiar; las empresas grandes o gestionadas de  forma profesional hace tiempo que lo tienen más claro. Durante los años de  crecimiento era extraño que las cuentas de explotación no dieran beneficios. Pese a esto había una fuerte reticencia a mostrarlos y, por lo tanto, los beneficios de explotación se camuflaban para dar unos beneficios fiscales pobres. Sin duda aquí los asesores fiscales y gestores debían de estar satisfechos. Una de las soluciones más empleadas era la de manipular los salarios para poder ajustar la tasa de beneficios a los estándares convenidos. Por salarios entiendo precios por encima de los usuales al mercado por el trabajo desarrollado. Y también entiendo por salarios la inclusión de la pareja, hijos, hermanos y resto de parentela que giraba en torno a la  empresa. Una vez manipulado el sueldo, si éste no era suficiente se iba a buscar otra serie de complementos personales: coches, dietas, desplazamientos, niñeras y otros.

El resultado monetario final era aproximadamente el mismo: existía una salida de dinero de la empresa hacia el entorno accionarial. El fondo es absolutamente diferente puesto que se pervertía uno de los pilares fundamentales de la empresa. El sentido principal de una empresa debe ser el de perseguir el beneficio y no el mantenimiento de un estatus de gastos. A las empresas les faltaba la ambición de tener un mayor beneficio y, por lo tanto, no mantenían la tensión en la organización. Con respecto al reparto de  dividendos, era un proceso que daba pereza, ya que se debía justificar delante de muchos; al final se desistía y gran parte de los beneficios se quedaba engordando la cuenta de recursos propios.

Un efecto pernicioso de los recursos propios inflados era que no se tenía en cuenta la rentabilidad global de la empresa. Si este dinero lo hubiéramos invertido en acciones de Telefónica, ¿seríamos tan indulgentes con esta gestión? Seguro que no; le exigiríamos al gestor que los recursos propios deben ser suficientes para cubrir las necesidades ordinarias del funcionamiento de la empresa, pero que el sobrante es propiedad de los accionistas. Éstas serán las notas que tomarán los gestores. A partir de ahora, sabiendo lo que realmente cuesta generar beneficio, se deseará poner la cuenta de explotación al máximo y mostrarlo. Con respecto a los dividendos, en un momento como el actual, en el que todos los administradores han consultado al abogado sobre las responsabilidades que asumen, querrán cobrarse este riesgo que antes quedaba era oculto. Si estos dos puntos salen reforzados, nuestras pymes también.

Manel Montal
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
15/12/2010

oct 292010
 

La forma con la que las empresas se relacionan con los clientes ha sido objeto de cambios radicales en los últimos años. Históricamente las empresas intentaban vender sus productos o servicios al máximo número de clientes; es decir, la estrategia del marketing de masas. La idea se basaba en crear un producto o un servicio y posteriormente intentar convencer al cliente de las virtudes del mismo sin segmentar el mercado.

Por ejemplo, preguntémonos cómo debe actuar una empresa de pequeña dimensión. Ésta, al tener pocos recursos no podrá promocionar el producto o bien el servicio a todo el mercado. En este caso, una estrategia factible sería intentar satisfacer las necesidades de un nicho específico del mercado e intentar dar satisfacción a las necesidades particulares de esos clientes.  Por tanto, el proceso se invierte: primero pensamos en una parte del mercado y posteriormente analizamos sus necesidades y finalmente creamos una oferta que satisfaga sus requerimientos.

De forma análoga, deberíamos preguntarnos si todos nuestros clientes son “buenos clientes”. Por supuesto, un buen cliente es aquel que es rentable. Hoy en día, las empresas están buscando menos clientes, pero que sean más rentables.  Este sistema es conocido como la gestión selectiva de relaciones. Muchas empresas utilizan el análisis de rentabilidad del cliente para descartar a los clientes que producen pérdidas y mantener a los que producen beneficios y centrar sus esfuerzos en este segundo segmento. No obstante, averiguar la rentabilidad de un cliente puede llegar a ser un proceso muy complejo. Una metodología que nos ha dado resultados excepcionales es el ABC Costing. Esta metodología permite calcular la rentabilidad neta por clientes, productos, familias u otros elementos.

Una vez la empresa conoce la rentabilidad de estos clientes debe decidir qué hacer con aquellos clientes que no son rentables:

  • Conversión: evidentemente la primera opción y, en mi opinión, la más difícil, es intentar hacerlos rentables. En la coyuntura actual, en la que muchas empresas se encuentran en mercados en declive, o en el mejor de los casos en mercados estabilizados, conseguir un cliente nuevo es mucho más difícil. Los costes de atraer a nuevos clientes están aumentando. De media, se estima que puede costar de cinco a diez veces más atraer a un nuevo cliente de lo que cuesta mantener satisfecho a uno actual.
  • Focalización en los buenos clientes: la empresa puede decidir focalizar sus políticas y estrategias en el segmento de clientes más rentables. Por ejemplo, creando productos específicos para ellos, creando promociones dirigidas a ellos, etc. De esta forma se conseguirá afianzar su lealtad con menos recursos.Por ejemplo: el sector bancario tradicional analiza de forma recurrente la rentabilidad de sus clientes en función del saldo medio de las cuentas, los servicios utilizados, las visitas a la entidad entre otras variables. Consecuentemente, la mayoría de los bancos diseñan productos y servicios enfocados al segmento de los clientes más rentables.
  • Despido: la tercera opción es la más radical pero no por ello la peor. Como hemos comentado con anterioridad, en el caso de que una empresa que se encuentre en un mercado en declive o estancado conseguir un cliente nuevo puede llegar a ser una tarea muy difícil. Es por ello que puede decidir mantener esos clientes no rentables con el argumento de que ayudan a mantener parte del coste estructural de la empresa.  En este caso, a corto plazo puede ser una buena estrategia, pero a largo plazo debe plantearse la racionalidad de dicha decisión e ir sustituyendo este tipo de cliente por el cliente objetivo más rentable.

Joan Vallés i Pla
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
29/10/2010

sep 082010
 

La Vanguardia del domingo 22 de los corrientes publicaba un artículo titulado Los trabajadores tienen miedo a su jefe de la Sra. Nuria Peláez, colaboradora habitual de este rotativo en la sección de empleo. Su lectura y posterior reflexión me ha incitado a una segunda entrega del título que ya publicamos en febrero de 2008. En el mencionado artículo de La Vanguardia se decía que nada menos que un 85% de los profesionales no acude a su jefe en aquellas ocasiones en que por sentido común debería y explicaba los distintos motivos aportados para este comportamiento anómalo. Recomiendo a quien le interese el tema que lea el original, sin que mis comentarios lo desvirtúen. Pero a mí me llamó la atención la primera frase del artículo, que cito textualmente: “Muchos jefes saben mandar, pero pocos se ganan la confianza de sus subordinados.”

Ya sabemos que la extensión de un artículo periodístico no da para atar todos los cabos de las ideas que se apuntan. Por tanto, que nada de lo que voy a decir se interprete como una crítica al artículo; además me interesa sacarle punta a la frase desde otro aspecto: mi reconocimiento a la Sra. Peláez por sugerirme una derivada. Lo mío con el tema de los managers o jefes bien podría calificarse de fijación; es aquello de “cada loco con su tema”, lo tengo asumido. Hoy lo miraré desde un punto de vista más filosófico o existencial, si se quiere, porque de eficacia ya hemos hablado otras veces.

Si al leer “Muchos jefes saben mandar, pero…” alguien interpreta “son buenos jefes”, como a mí me ocurrió, a uno le puede quedar “la mosca detrás de la oreja” y para decirlo rápido, negar la mayor; es decir, no tener por buenos jefes a quienes tan poca confianza generan en las personas que les reportan. Ya sé que el artículo no dice que sean buenos jefes, sino que saben mandar; no lo estoy contradiciendo sino sacándole punta para hablar de otro aspecto, en realidad de lo mismo, pero en un sentido más amplio.

Si por saber mandar entendemos ser eficaces al timón en tiempos de tempestad como los que nos ha tocado vivir, bien está, que necesitados de ello estamos. Y si es necesario aguantaremos al “cabroncete” eficaz. Pero no es suficiente, aunque pueda ser lo más importante en momentos de dificultad. Y no es suficiente porque lo quieran o no, los jefes tienen incidencia en la vida de muchas personas.

Cuando publicamos El sistema HOI en noviembre de 2007, a parte de ponerle nombre a rasgos para mí fundamentales a la esencia del jefe, mencioné que en mi vida profesional me había encontrado a algún jefe excepcional. Mencionaré ahora un aspecto humano de un jefe excepcional que me impresionó. En primer lugar, era poco dado a hablar de sí mismo, pero en alguna rara ocasión mencionó lo que sin duda era uno de sus principios básicos de actuación, digamos su filosofía profunda. Para explicar por qué no tomaría una determinada decisión sino otra dijo “tengo responsabilidad sobre demasiadas personas”. Recuerdo que el tema en cuestión no era de dinero ni de despedir a nadie, ni puramente de manejar el timón, sino de cómo manejar una situación de personas. Me impresionó porque, sin explicitarlo en ningún otro caso, me dio la clave para entender otras pautas de su comportamiento. Entre paréntesis diré que era además súper eficaz, buen manejador del timón y de la información, el arquetipo HOI tal como se definió entonces.

Quiero decir que no estamos hablando del clásico bonachón, pero en cuyas manos mejor no estuviéramos si van mal las cosas, no; estamos hablando de alguien a quien no le temblaba el pulso para tomar decisiones difíciles de la clase que fueran si eran necesarias y nunca renunciaba a obtener los resultados esperados, pero que tenía muy implantado en su ADN eso que se explica ahora en las escuelas de negocios en el epígrafe de la responsabilidad social. No era raro, después de que gente había trabajado con él años atrás nunca lo catalogaran de buen jefe; siempre lo ponían en la categoría de excepcional. Ya sé que todos no podemos pretender ser excepcionales. Pero no estaría de más que pensáramos la influencia que como jefes podemos tener en la felicidad de nuestros subordinados y sus familias. De hecho estuve tentado de titular el artículo en plan provocador: Los Jefes y la Felicidad de las Personas, pero no me quise poner tan trascendental. No digo que sea responsabilidad del jefe la felicidad o infelicidad del subordinado, pero que le puede amargar la vida, sí lo digo. Sería bueno que sin que lo logremos pretendiéramos ser excepcionales, a ver si nos quedábamos en algún punto intermedio que fuera aceptable sin que fuera necesario que nos recordaran que existe el mobbing. A veces parece que la parte aprendida en las escuelas de negocios es aquella que nos va a salvar de que nos lleven a juicio, un poco como aquello de saberse la localización de los radares, no para cumplir sino para que no nos pillen. La verdadera eficacia se consigue haciendo las cosas genuinamente, de verdad.

Viene hablándose desde hace mucho tiempo instaurar una especie de código deontológico para los jefes, como tienen los médicos u otras profesiones. Lo malo es que sólo se habla de ello cuando se hacen cosas malas con los dineros, como ocurrió no hace mucho… Debería ser más integral y contemplar los aspectos humanos de la responsabilidad social, que es mucha, grosso modo la mitad de la vida consciente de las personas es trabajo y casi todos tenemos jefes y algunos lo son a su vez y hay personas a las que les afecta muchísimo cómo son tratadas. Que no es un tema menor resulta evidente escuchando las conversaciones del personal en bares y restaurantes a diario o hablando con amigos; no conozco prácticamente a nadie que no tenga conocimiento de algún jefe que le amarga la vida a alguien y lo malo es que en la mayoría de los casos de una forma gratuita, sin conseguir ningún beneficio para la empresa, sino más bien al contrario. Por más que la canción intente humanizar al “jefe gruñón” no será más aceptable. Creo que ya va siendo hora de dejar de pensar que estas cosas así planteadas son propias de ursulinas. Estamos hablando del bienestar de las personas y de la eficacia de nuestras empresas.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
08/09/2010

jul 132010
 

Parece que esta primera fase de la crisis, las empresas y las familias la han pasado principalmente con medidas de restricción y recorte del gasto. Y la verdad, hemos sido muy poco originales. Si hay una cosa común en todas las empresas independientemente de su volumen, su sector de actividad o su estructura accionarial, es que todas han emprendido una reducción de los stocks y han revisado la utilización del “papel de  váter”. La primera medida es la que impulsó el director financiero una vez los bancos hubieron aplicado su nueva e inesperada política de sequía crediticia y que debía cuadrar la previsión de tesorería con la cartera de pedidos. La segunda medida (me sirve a  nivel de titular llamativo) es la integrante de una lista de gastos fijos como el tóner, la  gestoría, el teléfono, los seguros y el alquiler. Estos gastos nos han ayudado a equilibrar la explotación con las nuevas realidades económicas. ¡Cuánto dinero desperdiciado durante los últimos años!

Pero ahora estas medidas ya no hacen efecto. La reducción espartana de los gastos fijos ya no se puede “variabilizar” más y, pese a ello, vemos el deterioro constante de las marginalidades. ¿Dónde debemos focalizar ahora todo nuestro ingenio y nuestros esfuerzos? Pues una vez se han agotado las fuerzas internas sólo nos queda mirar hacia fuera, hacia el mercado. Cuando me refiero a mercado no me refiero a que es hora de que el departamento comercial actúe. Al contrario, éstos normalmente ya están haciendo su trabajo. Lo que hay que reclamar es que el resto de secciones (y afirmo, por muy sorprendente que pueda parecer, antes que nada el gerente) analicen qué pueden hacer para facilitar la venta de los productos/servicios de la empresa desde su puesto de trabajo por muy alejados que estén del cliente. ¿No son capaces todos aquellos empleados que llevan mucho tiempo participando en la empresa, para poder cuadrar el presupuesto del año suprimiendo gasto fijo suntuoso, de aportar cosas a nivel comercial? Si hemos sido capaces de rebajar los gastos de un 25% a un 40%, ¿no se pueden aportar nuevas ideas para mejorar el producto, nuevos segmentos de aplicaciones, metodologías para nuevas comercializaciones, marketing, vetas de mercado, procesos internos que favorezcan el producto/servicio o margen, etc.?; en definitiva, la diferenciación.

Si, en el caso de los gastos (a los que alguien llama (mal, por cierto) costes), había muchas acciones que se podían copiar de otras empresas, en las medidas de mercado esto no vale y las soluciones deben ser genuinas. Querer condicionar la salida de la situación de estancamiento con medidas de I+D me parece parcial, ya que no todas las empresas, bien por sector o bien por producto, tienen acceso a esta vía. Además, su rendimiento es a medio plazo, habiendo desembolsado dinero en inversiones, pero ninguna de las dos cosas entra en el vocabulario actual. Lo que sí tienen todas las empresas es la posibilidad de exprimir las ideas internas con el fin de mejorar la posición comercial de la organización, que son gratuitas y acostumbran a tener una aplicación y un rendimiento más a corto plazo. Ahora es necesario que aquellas reuniones, comités y grupos de trabajo creados para destruir gasto se reformulen para poder crear valor. La tarea es más dura y más incierta, pero seguro que merecerá la pena.

Manel Montal
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
13/07/2010

jun 262010
 

El mundo ha cambiado de forma muy significativa en los últimos años. Los avances tecnológicos, la globalización, la crisis, etc. han obligado a las empresas a enfrentarse a nuevos retos, de gran importancia y urgencia. En verdad, esos retos ya estaban presentes, si bien la dinámica económica y financiera vivida en los últimos años ha provocado que en muchos casos hubieran quedado en segundo plano.

En este nuevo mundo hemos visto cómo los consumidores nos hemos vuelto mucho más sensibles al precio. Indudablemente no obviamos la calidad, el servicio, etc., pero el precio ha ganado puntos en nuestra decisión de compra. ¿No es así en su caso o en el de personas de su alrededor? Si usted ve que las personas se comportan de esta forma, no dude en anticipar que esta presión llegará a su empresa en forma de una demanda de mejor precio por parte de sus clientes. Este factor también se ve favorecido, sin duda, por la sobreoferta que se produce en muchos mercados y que impulsa una guerra de precios en algunos sectores.

En esta situación muchas empresas se ven  obligadas a estudiar cómo pueden incrementar su competitividad, sin duda rebajando sus costes. Éste es un campo en el que muchas empresas nos piden ayuda como consultores especializados.

A menudo, cuando iniciamos este tipo de trabajo debemos analizar los costes actuales de la empresa y es en ese momento cuando podemos empezar a identificar una serie de aspectos que están contemplados por las empresas como gastos pero que no deberían ser considerados como costes imputables a un producto, servicio, cliente, etc. Voy a poner algunos ejemplos: sueldos por encima de coste de mercado, personas que mantenemos en la organización pero que no rinden lo que deberían, estructuras de personal sobredimensionadas, gastos personales de empresarios o familia imputados a la empresa, naves u otros bienes comprados y que en estos momentos están infrautilizados, exceso de capacidad de fábricas, etc. Debemos considerar que si estos gastos los repercutimos sobre nuestros costes y pretendemos a través de ellos poder evaluar si podemos llegar a un precio, que marca el mercado, o evaluar la rentabilidad de trabajar con un cliente, esto nos puede conducir a decisiones equivocadas.

Nuestro primer ejercicio en una empresa es intentar establecer una estructura de costes el máximo de competitiva y para ello debemos identificar todas aquellas ineficiencias o gastos no imputables a la actividad o a la operativa actual. Es entonces cuando mucha gente me pregunta: ¿y cómo los pago si no los cargo sobre los costes? La pregunta no está bien enfocada; el tema debería ser: ¿y cómo hago para que el cliente me los pague? Seguramente no puedo pretender que éste me los pague, en todo caso el cliente aceptará pagarme un precio de mercado competitivo en el que me gane un beneficio (ahora pequeñito dada la situación del mercado), con el que deberé intentar cubrir estos gastos.

Para tratar estos gastos no imputables siempre aconsejamos identificarlos en una cuenta de explotación y agruparlos en un apartado o centro de coste que no afecte el análisis del resultado de la actividad ordinaria. Esto nos debe dar la pauta de si la empresa es competitiva o no. Otro aspecto será decidir si la empresa puede soportar estos gastos o debe tomar decisiones para eliminar o posponer el impacto que le suponen. En ningún caso, podemos permitir que condicionen nuestra estrategia de precios o nos permitan evaluar erróneamente una oportunidad de mercado.

Evitemos que nuestros costes nos engañen, identifiquemos nuestras ineficiencias y no busquemos cómo traspasarlas al cliente; la solución es evitarlas o soportarlas si nuestros resultados lo permiten.

José María Llauger
Gerente de AICON Consultores de Gestión
21/06/2010

jun 042010
 

Las empresas de alto crecimiento consideran la gestión estratégica como su principal factor clave de éxito para conseguirlo. Esta afirmación no es sólo subjetiva, sino que queda    recogida en un estudio reciente publicado que versa sobre la evolución de un segmento de empresas: las empresas gacela en Cataluña. Cuando hablamos de una empresa gacela nos referimos a una empresa que tiene crecimientos importantes de facturación sostenidos en el tiempo, mantienen niveles positivos de  resultados, actúa dentro del ámbito industrial y tiene una medida pyme. En los momentos actuales es una buena experiencia en la que cotillear. Aparte de la gestión estratégica también se apuntan otros factores importantes como impulsores del éxito (a pesar de que no tan coincidentes), como son las decisiones de inversión, las actividades de innovación, el binomio productividad y calidad, los recursos humanos y, en último lugar, la promoción de las actividades comerciales.

Del listado de empresas que reúnen estas características conocemos algunas desde la  vertiente profesional del trabajo diario y otras desde la perspectiva comercial. Con este bagaje querría profundizar de un modo más subjetivo en cómo he percibido esta gestión estratégica dentro de estas empresas.

En primer término han escogido (mediante la intuición, el razonamiento o la suerte) una buena estrategia. Normalmente esta idoneidad va ligada a la explotación de un nicho de  mercado que de un modo sorprendente aun quedaba por explotar en el mercado.

En ningún caso el concepto de gestión estratégica está ligado a la formalización documental que llena con volumen las estanterías. Al contrario, las formalizaciones de los objetivos generales de empresa y las estrategias para conseguirlos es muy bajo, pero con la  gran virtud de que contiene la información esencial, necesaria y concentrada.

Otro punto importante es que la gestión estratégica no se centra en una isla situada en lo más alto de la cúspide jerárquica. La información referente a las estrategias es conocida por el personal de dirección y, en diferente grado, por el resto de los trabajadores. Sin haber una transparencia absoluta en todos los niveles, no hay miedo a comunicar los objetivos de la empresa ni el modo de conseguirlos.

La  mayor parte de  les empresas siguen y revisan un número reducido de datos que han planificado como importantes. Hay una necesidad de cuantificar parámetros (normalmente no financieros) que ayudan a  conocer la evolución real de la empresa.

De la experiencia sobre las empresas gacela, todas, en menor o mayor medida, incorporan estos puntos dentro de su gestión. En la situación económica actual, es una pena conocer estos puntos fuertes y saber que no son generalizables, que no son de implantación indiscriminada, que no se pueden implantar como solución cut and paste en todas las empresas, ni que, por supuesto, las administraciones públicas pueden incidir en ellas (puesto que lo estropearían). Este tipo de  gestión fuerte, dirigida y con resultados sólo puede salir de la  misma empresa, que es lo que han conseguido un club reducido de empresas.

Lo que para mí sigue siendo un misterio es por qué bautizaron con el adjetivo de  “gacela” a este tipo de empresas, puesto que, para mí, la imagen mental que tengo de este animal es que siempre está corriente por la sabana perseguido por un león o un guepardo y  no creo que sea lo que quisieron transmitir. Más bien lo contrario; quizás los autores conocían aquel dicho africano, tan aplicable en los tiempos actuales que dice que para sobrevivir no es necesario ser más rápido que el león sino simplemente no ser el más lento del grupo.

Manel Montal
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
04/06/2010

abr 252010
 

No deja de fascinarme que se sigan buscando salvadores para toda clase de dificultades cuando las circunstancias se vuelven turbias. Parece una constante de la naturaleza humana: “ahora sí”,”éste lo arreglará”, etc. Frases o pensamientos de este estilo abundan. Cada vez lo decimos menos alto y claro porque ya no está demasiado bien visto, pero la esperanza secreta seguro que está. A lo mejor ni siquiera la verbalizamos, pero ahí está; si no, no se explica que se siga confiando el futuro a personajes que básicamente venden la seguridad de que ellos nos arreglarán todos nuestros problemas. Es una actitud muy arraigada en la condición humana: un ser superior, el que toque en cada caso, está en la base de todos los movimientos religiosos que la historia ha conocido y todavía practica. Pero cerremos este párrafo en el que ha salido el tema religioso, que quizás acabaríamos haciéndonos daño.

Todo es muy respetable, pero nuestras organizaciones no las harán progresar ni cirios a Lourdes ni profetas que conocen nuestro bien y nos dirán lo que debemos hacer. Será algo más molesto porque no nos libraremos de poner nosotros mismos una gran cantidad de esfuerzo. Nos tendremos que deshacer de actitudes profundamente arraigadas en nuestra cultura, que vienen de donde vienen y no podemos negarlo. Quizás podemos salvar algo si nos quedamos con aquello de: “A Dios rogando y cono el mazo dando”, con énfasis sobre todo en lo del “mazo”. Dicho esto, es obvio que es importante que las personas que llevamos a nuestra casa para que nos ayuden a salir adelante estén muy bien preparadas. Y muy importante que aporten ideas nuevas y rompedoras que nos hagan salir de la rutina.

Pero cuidado con los iluminados, sobre todo si son de la clase de que “lo saben todo”, porque para ellos sólo hay dos clases de profesionales: ellos mismos y el resto. Ellos están para guiar al resto de mortales, privados estos de todo discernimiento. Totalmente parece como si hubiera tres clases de especimenes: los que lo saben todo (o nos lo quieren hacer creer), los que en la práctica se creen que los primeros existen (saben muy poca cosa) y los más normales que sólo saben algunas cosas (pero éstas las saben).

En la práctica, “quién nos hará progresar” serán sólo los últimos: no lo sabrán todo, pero serán de los que ponen un humilde 5% de inspiración y un 95% de transpiración, mientras que los que lo saben todo están ocupados preparando nuestro próximo desastre y la masa mediana los sigue cómodamente. No pensemos que esto sólo se aplica en la política; en la dinámica de las empresas se da muy a menudo. Por ello, “quiénes nos harán progresar” seremos básicamente nosotros mismos, si no, no habrá progreso. ¿Cómo? En primer lugar, no dimitiendo de nuestras obligaciones y no dejándonos engatusar.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
25/04/2010

mar 282010
 

En los tiempos que corren es más importante que nunca hacerlo todo lo mejor posible. Ahora es cuestión de  supervivencia, no sólo de  mejorar el margen a  fin de  año. Ya  hemos insistido varias veces en ello, sobre todo haciendo énfasis en la necesidad de refinar o usar las herramientas que nos permitirán evitar errores y  ahorrar el tiempo de  los trabajos rutinarios, tiempo imprescindible para hacer frente a  las contingencias y los detalles que demanda una época como la  que nos ha tocado vivir.

Hoy lo plantearemos desde el lado de aquellos que tienen que ayudarnos a sacar adelante nuestra empresa, tirando del carro conjuntamente con nosotros. De  cómo gestionamos los recursos humanos que tenemos en nuestra casa dependerá seguro “cómo salimos de ésta” y probablemente “si salimos de ésta”. Siendo lo propio de los responsables “conseguir que las cosas se hagan con el concurso de otros”, nuestro trabajo básico es ayudarlos a hacerlo lo mejor posible. Muchas veces es más fácil estropear o  interferir, sobre todo cuando nos dedicamos a microsupervisar a nuestros colaboradores, centrándonos más en el cómo lo hacen que en el qué deben hacer, que es lo que importa.

Debemos fomentar un entorno de trabajo que permita superar obstáculos y  progresar y ser conscientes de que se progresa, porque es uno de los factores que más satisfacción produce, por encima del sueldo y de las palmaditas de reconocimiento en la espalda, que están bien si son justos.

Pero hace falta tener dos cosas en cuenta en la difícil situación actual:

  1. Ahora probablemente será insuficiente “ser un buen facilitador”. Estamos en unos momentos que requieren que alguien tome decisiones, precisamente cuando no están claras para nadie, y si hace falta que lo haga en solitario. Esta persona también debe comunicar estas decisiones y  marcar unos objetivos mayores. Porque el progreso hacia la consecución de estos objetivos sea mensurable se debe saber hacia dónde vamos.
  2. No todos nuestros colaboradores estarán por la labor. En este caso, como no podemos renunciar a los objetivos, tendremos que aplicar todas las medidas para obtener lo mejor de  cada uno; es lo mínimo que necesitamos. Si hay situaciones de  bloqueo no podemos renunciar a ninguna opción.

En cualquier caso, solos no lo haremos. Y la travesía del desierto, si es exitosa, nos puede hacer salir al otro lado fortalecidos y con un equipo más consolidado para las dificultades compartidas.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
28/03/2010

feb 212010
 

Inicios de 2010 y esto continúa y para aquellos que tengan centrada la mayoría de su negocio en España, esto continuará por bastante tiempo, con la lógica excepción de ciertos sectores.

Oímos a los políticos y los medios de comunicación hablar de la crisis. A veces nos sorprenden las noticias, casi nunca en positivo. Normalmente se centran en repetirnos el número de empresas que cierran, las personas que han sido despedidas, las consecuencias más trágicas de la crisis para muchos, etc.

En este entorno muchas personas siguen luchando en muchas empresas. Me quiero centrar especialmente en ellas. Soy consciente de que estas personas pueden no ser  el 100% de la plantilla de la empresa. Especialmente en estas épocas, se notan diferentes grados de implicación y de compromiso. Sabemos, los líderes de las empresas, que debemos implicar a todos, pero también somos conscientes de lo difícil que resulta.

Debemos ser conscientes de que la crisis tiene un factor humano especialmente relevante y complicado para los máximos responsables de las empresas y para el resto del personal. Estamos sometidos a mucha presión externa e interna. Estos efectos serán especialmente graves, lógicamente, en aquellas personas que estén verdaderamente implicadas y que deben ser claves para la sostenibilidad de las empresas. En este sentido me permito unos consejos:

  • Centraos en aquellos que están especialmente implicados. Agradeced su implicación. Demostrad este agradecimiento. Comunicaos a menudo con ellos.
  • Respecto a los no implicados. Sabed diferenciar entre aquellos que difícilmente se sumarán al tren y aquellos que pueden implicarse más. Los primeros muchas veces son casos antiguos en la empresa. Que estos casos no os saquen de vuestras casillas; sed conscientes y, si podéis, tomad decisiones. Sobre todo aseguraos de que estos no desmotiven al resto del personal. Centraos en sumar al máximo de personas al tren de la implicación, sin querer que todo el mundo suba.
  • Destacad los datos positivos en la empresa. Los pequeños éxitos que antes hubierais obviado. Quizás el cobrar aquella cantidad, no muy importante, de aquel cliente que se había retrasado considerablemente y que algún empleado ha perseguido con ahínco. Que noten vuestros empleados que apreciáis estos pequeños éxitos del día. Muchas veces estos serán los que forjarán la supervivencia.
  • En los momentos más duros, encontrad un momento para el buen humor. Si puede ser, la risa conjunta con varias personas de vuestro equipo. Lograremos un momento de relajación y un poco más de energía.
  • Cuidaos especialmente vosotros. No sois máquinas perfectas. El estrés es inevitable pero debemos saber controlarlo dentro de unos límites adecuados. No os presionéis más de lo que ya lo hace la situación. Buscad la posibilidad de despejar la cabeza de los problemas de la empresa.

En definitiva, resulta de vital importancia dentro de las empresas no generar un clima de tensión permanente. Por muy mal que lo estemos pasando este clima no ayudará ni a los que deben tomar las decisiones ni a aquellos que deben ejecutarlas. No ignoremos este tema, de ello dependerá que personas claves para el futuro de nuestra empresa rindan a un alto nivel y no se sumerjan en una crisis personal.

José María Llauger
Gerente de AICON Consultores de Gestión
21/02/2010

ene 252010
 

Cuando tenemos la necesidad de contratar a alguien para ocupar un puesto de responsabilidad para nuestra organización, sabemos que entramos en un terreno peligroso, porque su gestión puede comprometer recursos importantes. Por cierto, quien esté convencido de que en una selección todo se basa en la  suerte, en aquello del trial and error, no hace falta que siga leyendo: aquí damos por supuesto que el método, y sobretodo el planteamiento previo, desempeñan una papel muy importante (sin querer ser precisos, como mínimo el 60%) y que el resto puede ser suerte y, por lo tanto, necesidad de repetir si no se acierta.

Nos circunscribimos en este artículo a puestos ocupados por managers, entendidos como aquellas personas cuyo objetivo podríamos definir como: “Hacer que las cosas pasen o se hagan” y  que, por ello, no tendrán más remedio que gestionar recursos humanos, materiales y técnicos. O sea, que no lo podrán hacer solos. Es indiferente, por lo que aquí nos importa, que estemos hablando de nuevos puestos que salgan en nuestra organización o de cubrir la baja de un manager que nos deja. Y tampoco hay demasiada diferencia si se trata de  un alto directivo o de un puesto intermedio; la diferencia radica en el nivel de  riesgo asumido, no en los componentes.

Si nos limitamos a meter en la cazuela donde se cuecen los requisitos lo que  llaman perfil (que sea una persona técnicamente competente, pero sobretodo capaz de meter mano a los subordinados y ambiciosa económicamente), es más que probable que obtengamos este resultado. Pero la estadística de la  naturaleza humana nos puede recordar muy pronto que la nueva contratación persigue “sus fines” y que, por ello, no le tiembla la mano, como se esperaba de él por otra parte. El problema es descubrir que “sus fines” no son nuestros objetivos. Y es que a veces somos incapaces de comprender otro esquema: parece un lugar común para muchos empresarios decir que “a los empleados sólo les importa el dinero” que cobran y las otras ventajas que se puedan medir en euros.

Por extraño que le pueda parecer a alguien, esto simplemente no es verdad. A partir de una compensación económica en línea con los valores aportados y  el mercado, la principal motivación no es el sueldo, en contra de lo que podría parecer intuitivamente: los estudios hechos al respeto que se publican en revistas especializadas dicen otra cosa. De hecho, lo que más motiva no es ni el reconocimiento, que es la otra cosa que la intuición nos dice cuando nos apartamos del dinero; lo primero es la percepción de que se hace un trabajo útil y  que las cosas avanzan.

De todo esto se deriva una primera cosa práctica: para motivar al personal que debe gestionar recursos y hacer que los resultados se obtengan lo mejor y  pronto posible debemos ser capaces de no impedir el progreso a base de cambiar los objetivos o retener los recursos necesarios. Otra conclusión es que tendríamos que atrever a buscar lo que realmente necesitamos: alguien que defienda nuestros intereses de forma genuina, por supuesto profesionalmente competente, pero honesto con nosotros y con sus subordinados y que tenga claro que debe conseguir que las cosas se hagan. Si no nos atrevemos a buscar esto, no hace falta que nos sorprendamos si no lo encontramos. Si lo buscamos es más probable que lo encontremos.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
25/01/2010

dic 122009
 

Hay un buen puñado de empresas que actualmente tienen un problema doble: por un lado un viejo conocido de todos que es la coyuntura económica actual; y por otro, la gestión de los procesos de sucesión. Y si alguna vez ha habido un tiempo difícil para realizar una sucesión es ahora. Cuando me refiero a una sucesión me refiero no tan sólo a las que estaban planificadas y se tenían que implantar en un futuro próximo, sino también a aquellas empresas en las que hace poco se ha producido este relevo. Para evitar eufemismos me referiré normalmente a la figura del padre y del hijo, puesto que en el entorno PYME es el caso más extendido.

La  tentación de deshacer este proceso es alto y la posibilidad de que la antigua gerencia vuelva a coger el timón de la empresa se plantea como una posibilidad real en muchos casos.

Hay fuerzas internas en las empresas que juegan a favor de esta involución, como por ejemplo una parte de los trabajadores, posiblemente los más antiguos, los que han acompañado desde hace años al padre y que recuerdan los buenos años con añoranza. Estos grupos de  trabajadores son conscientes a través de los periódicos o las noticias que hay problemas generalizados, pero seguro que el padre sabría cómo hacerles frente.

Esta tentación puede ser alimentada por agentes externos como los accionistas. En función de  la  confianza  de las antiguas generaciones en las nuevas, el fiscalista de la casa y  el número ordinal en el que se encuentra el relevo generacional de la empresa (primero, segundo, tercero, etc.), la estructura accionarial de la empresa puede ser muy diversa. Lo que no cambia en ninguna de ellas es el interés que buscan, que es el rendimiento en sus acciones y  colocar a los más capacitados para lograr este hito.

También existe la vanidad del antiguo gestor de eternizar el trabajo que realizó durante tantos años. El sentimiento de pertenencia de la empresa siempre es fuerte especialmente en determinados estilos de  gestión.

Si cualquiera de estas fuerzas logra su objetivo y vuelve el antiguo gerente sólo se puede esperar que, si se consigue superar la situación actual con éxito, desaparezca le empresa a  medio plazo, puesto que se vincula la existencia de una persona a la de la empresa. El nuevo gerente jamás podrá aspirar a la sucesión de la empresa si a la primera de cambio se produce este tipo de relevo.

Entiendo que en estos momentos, una de las formas más sensatas de proceder sería la de mantener los planes de sucesión sin modificar ni una coma ni un timing de los previstos. No obstante, en un tiempo en el que la mayor parte de los referentes de gestión que todos teníamos en la mente se ha volatilizado, la experiencia de los antiguos gestores (muy basada en la intuición) puede ser importante si se suma y no se desplaza. Por lo tanto, el padre debería de mantener la confianza en el hijo tal y como estaba planificado; y el hijo tendía que escuchar los consejos del padre sin que esto provocase una intrusión en la gestión diaria de la empresa que pudiese mermar la credibilidad del nuevo gestor.

Manel Montal
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
03/12/2009

nov 262009
 

El General Prim, antes del inicio de la batalla de Los Castillejos, al final de la arenga previa a la batalla, dijo a sus soldados estas dos palabras: “O caja o faja”. Es decir, aludió únicamente a dos posibilidades: o muerte (caja de muertos o ataúd) o victoria (faja de general –banda de loa de honor–).

Aunque no me gustan para nada las referencias militares, entiendo que en estos días una reflexión como la que nos ocupa es del todo idónea.

Desde hace un año y medio, el conjunto de la sociedad, y la empresa en particular, llevamos haciendo un máster, no teórico, sino desgraciadamente muy práctico, en crisis económica.

Este otoño nos lleva a circular por el epicentro de esta situación y la reflexión que me ocupa es la de recoger los sentimientos que vamos almacenando por parte de la inmensa mayoría de los empresarios, que se pueden traducir en desencanto, desmotivación, dudas, impotencia, etc. Los descensos en ventas, descensos en resultados, entrar en pérdidas en muchos casos, falta de tesorería, falta de crédito por parte de las instituciones financieras, etc. alimentan los estados de ánimo antes referidos.

Entiendo que tener que afrontar la decisión en esta encrucijada no es fácil, pero sí es necesario. En una encrucijada, si no se sabe el camino, se debe poner en marcha la intuición personal. No obstante, es más aconsejable el abrir un foro en el que se manifiesten todos los puntos de vista y elementos objetivos para poder tomar el camino adecuado.

Es fundamental para vencer esta situación establecer no sólo un plan de ajuste de plantilla, costes, etc. como elemento de defensa, sino que es el momento oportuno para establecer un plan estratégico a 18/24 meses para posicionarnos en el nuevo escenario que se abrirá con una vuelta lenta a la normalidad.

Escenarios distintos, estrategias distintas. Y las estrategias deben diseñarse con elementos subjetivos y objetivos, para conseguir no sólo el vencer la época de crisis sino la de salir reforzados en la nueva andadura.

Josep Maria Mallafré
Socio director de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
26/11/2009

oct 252009
 

El mes pasado, tras meterme con los políticos me faltó tiempo para meterme con nosotros mismos, con las cosas que realmente dependen de nuestra acción e iniciativa. Como se ve en el título, iré al grano y sin tapujos.

Pero antes, un paréntesis para los políticos: hemos perdido otro mes sin proponer un acuerdo entre todos; ¿hasta cuándo tendremos que esperar? “¿Quousque tandem, Catilina, abutere patientia nostra?”, clamaba Cicerón. Cerramos el paréntesis y dirijámonos a nosotros mismos: es un clásico decir que en tiempos de crisis hay que reforzar comercialmente y reducir costes. En épocas de no-crisis esto era una frase más bien académica que los entendidos contaban y que el común de los mortales no teníamos tiempo de ponderar, tan ocupados que estábamos con el fragor del día a día. Ahora todos lo tenemos claro: vender cada día es más difícil y no tenemos dinero para mantener unos costes más propios de otro ciclo.

Me gustaría hablar de la parte de los costes. Como todos sabemos, esto tiene dos derivadas:

  1. Controlarlos todos para reducirlos y eliminar los no estrictamente necesarios.
  2. Aumentar la  productividad, haciendo más cosas con el mismo dinero.

¿Y qué entendemos por esto último? Yo diría que tenemos claro el poner máquinas que hagan el trabajo rutinario y mecánico de las personas. Si bien en este momento todos nos preguntamos: ¿ahora quien se arriesga a invertir? Pero quizás habría que hacerlo.

Pero yo quería ir por otro lado: para mí, es una paradoja cada vez más difícil de entender que personas juiciosas, que tienen muy claro lo de las máquinas, cuando pasamos a las tareas administrativas y de control, les parece que ya está bien el minisistema informático que obliga a las personas que nos tendrían que ayudar a tirar del carro a perder el tiempo haciendo cosas cuando hoy en día ya sólo tendríamos que mirar el resultado, en lugar de producir datos.

Yo diría que no terminamos de creernos lo de la productividad. Si no, ¿cómo es posible que entendamos que debemos automatizar las plantas de producción (de  bienes) y no la producción de datos? Todas las empresas, aunque no sean “de producción”, producen información para que sus responsables puedan decidir qué hacer. ¿Hay algo más importante que saber qué hacer? No podemos pretender producir los datos con medios insuficientes; si se tratara de una planta de producción todos convendríamos en llevar el carro por el pedregal. ¿O es que no nos creemos que el personal que tenemos pueda hacer algo más por nosotros? Yo estoy seguro de que sí, que normalmente nuestros colaboradores ya tomarían decisiones más acertadas, si tuvieran la información para hacerlo, claro está. A veces sólo hay que usar las herramientas que ya tenemos; en estos casos el efecto multiplicador del tiempo invertido por alguien en ayudar a los demás a hacer un buen uso de la informática instalada no tiene precio.

Independientemente de lo que cada cual crea, para muchos puede ser la única posibilidad de salir por el otro lado de la crisis.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
25/10/2009

sep 222009
 

Ya hace tiempo que nuestra clase política nos cuenta que para salir de la crisis —la que no existía— es necesario cambiar de modelo productivo. No diré que no, es obvio lo del “ladrillo”, ¿pero cómo es que cuando esto funcionaba estos mismos políticos se dedicaban a recalificar para recaudar en lugar de detener el carro desbocado? El sentido común y la gente informada —no los llamemos expertos, que ya vemos cómo se acaba— nos dicen que un cambio de modelo requiere mucho tiempo. Y tenemos que salir adelante ahora, antes de un año para entendernos. Y el cambio de modelo productivo, unos fundamentos que deben sentarse desde ahora, no darán resultados tan pronto, por más cursos que hagamos a los parados aunque sean necesarios.

Acostumbrados como estamos a que hagan cosas inmediatas cuando se acercan las elecciones, estaría muy bien por una vez que empezaran haciendo actuaciones a largo plazo, las necesarias para el cambio de modelo. Si acaso que hagan cosas de las inmediatas, que parece que se les da mejor. Hay una de ellas que empieza a ser un clamor entre todas las personas con quienes hablo; sean del color político que sean, todo el mundo coincide que este batacazo conforma una situación de excepción que requiere medidas también excepcionales:

—Señor Presidente del Gobierno, ¿por qué no convoca de forma inmediata a todos los responsables de todos los partidos políticos para consensuar entre todos un plan de acción para hacer frente a la situación?

Tendría que ser una reunión con sólo una condición previa: no se desconvocará ni se dará por terminada hasta que no consensuemos entre todos un plan de acción. Tiene muchas ventajas: proporciona una foto inmediata (para todos), el Presidente ganaría credibilidad y no creo que hubiese ningún partido que osara decir que no asiste a dicha reunión, porque si la crisis es global es insensato pensar que un partido solo lo arreglará, y sobretodo la gente de este país; desde los emprendedores hasta los parados, recibiríamos el mensaje de que parece que están dispuestos a hacer lo que haga falta y se pueda. Para mí es incomprensible que todavía no se haya hecho. Ya sé que la influencia de esta tribuna es prácticamente nula, pero por si vale de algo aquí queda e invito a todo el mundo que piense igual que lo comente con quien se encuentre; quizá un día nos oigan.

Ahora que ya hemos practicado el deporte de meternos con los políticos, estaría bien que nos miráramos a nosotros mismos, que todos tenemos que empujar. Y mientras se cambia o no el modelo productivo y encontramos o no un modelo de negocio más adecuado para nuestra propia empresa, si tenemos una, lo que sí hace falta en cualquier caso y está al alcance de casi todo el mundo es mejorar la productividad, haciendo las cosas más inteligentemente, haciendo menos trabajos rutinarios, etc.

Tendré que dejar el tema que me gustaría comenzar el próximo mes; ahora me extendería y además mezclaríamos los temas.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
22/09/2009

jul 272009
 

Hoy quisiera tocar un tema sobre el que hay muchos sobreentendidos, quizás demasiados; por eso es por lo que quiero tocarlo. El título ya dice cuál es mi posición, pero hablemos del tema.

Hacer ver que tenemos necesidad de traducir el título a los lectores –perdón por la  impertinencia– me permitirá ir explicando qué quiero decir. Se entiende comúnmente por techie aquella persona que muestra en su vida, no sólo profesional, una gran admiración por todo lo que es tecnológicamente adelantado. Esta admiración a menudo contiene una cierta dosis de fascinación infantil o  de fe ciega, llegando en casos a verdadera obsesión. El techie tiende a dar por sentado que si usamos lo que es más adelantado tecnológicamente el éxito está asegurado.

Se entiende comúnmente por techno-skeptic aquella persona que más bien desconfía de lo que la tecnología nos puede aportar, tendiendo a pensar que son sólo nuevas formas de presentar un mundo que siempre ha sido y seguirá siendo básicamente. Por lo tanto, el efecto de la tecnología sobre el futuro es más bien indiferente, irrelevante o neutro, como prefiramos expresarlo. En casos más extremos, estaríamos hablando directamente de tecnofobia, que ya no es una actitud neutra, sino claramente beligerante. El techno-skeptic tiene tendencia, por lo tanto, a confiar el éxito de las cosas que emprende en su propia capacidad y sentido común, ayudándose con la tecnología porque así se debe hacer, no porque esto pueda marcar la diferencia.

Hablemos de tecnología en general, aunque donde más lo podemos comprobar es ente los ordenadores o en  las Tecnologías de la Información y las Telecomunicaciones, por su ubicuidad. He dicho anteriormente que hay muchos sobreentendidos por lo que a esto se refiere. Básicamente lo que hay es mucha “pose” de estar a la moda, o mejor dicho, de acuerdo con lo que los anglosajones llaman Conventional Wisdom; que más que sabiduría convencional debemos entender “aquello en lo que la mayoría está de acuerdo”. Bien, si lo dice la mayoría alguna razón debe tener, pero recordemos que hace una temporada (antes de la crisis) la Conventional Wisdom decía que había que comprar CDO y otros productos financieros derivados, y ahora los mismos que creaban opinión en aquel sentido nos explican que en realidad nadie comprendía bien la naturaleza de aquellos productos. Estaría bien, por lo tanto, que nos acostumbremos a ser valientes y a pensar las cosas por nosotros mismos, no vaya a ser que nos hagan tirar el carro por el pedregal (gracias crisis!).

Como con lo que he dicho me parece que ya se me entiende bastante bien, iré concluyendo, pero dejadme matizar algo más: en etapas pasadas de mi vida profesional viví alguna experiencia ilustrativa de dónde nos puede llevar la actitud techie. Empresa de grandes ordenadores que antes de que se popularice el “www” y el mail asociado, que a todos nos ayuda, se dota de su propio sistema de mail interno (principios de la década de 1980) y de algunas herramientas potentes para tratar grandes cantidades de información y hacer number-crunching. Resultado: muchos directivos de nivel diverso dejan de interactuar eficazmente con el mundo real, como si el mundo estuviera detrás de la pantalla del terminal del ordenador. Una más reciente: año 1995 –no recuerdo la  fecha exacta–, un conocido mío se pasa la noche delante de El Corte Inglés para ser de los primeros en disponer del Windows 95: tenía mucha prisa por “disfrutar” de un sistema operativo de nefasta memoria; por qué?, no lo sé. Lo que sí sé es que en realidad si hubiera encontrado un bit o un byte bajando por la escalera no los habría identificado y mucho menos sabido distinguir.

Cosas parecidas podríamos decir de los que hoy en día nos hacen entender que está up-to-date porque llevan un iPhone, como si por este mero hecho ya… (y, por contra, los que no lo llevamos estamos “anticuados”, por supuesto). Pero cuidado, este iPhone (y demás gadgets competidores al respecto) puede hacer cosas muy interesantes por mucha gente, sobre todo de empresa. Otra cosa es que nos quedemos en la parte fashion del invento.

Y  ahora me estoy ya metiendo con los tecnoescépticos. También en la vida profesional he podido comprobar que no es neutro tener en la punta de los dedos la información cuantificada necesaria para tomar decisiones de un modo informado y, por lo tanto, responsable. Esto normalmente marca la diferencia, nos guste o no. Lo que pasa es que tener la  información “relevante” no es normalmente tan fácil como los techies nos querían hacer creer; hay que currar.

Pero, indiscutiblemente la  mayor parte de las veces, con esfuerzo está a nuestro alcance construir un sistema de información que merezca la pena y  nos ayude. Naturalmente, no tendríamos que volver a inventar la rueda cada vez; apoyarnos en plataformas de eficacia contrastada suele ayudar. Lo hemos dicho muchas veces, pero lo repetiré: en tiempos de crisis tener o no buena información cuantitativa a tiempo puede marcar la diferencia entre ser y no ser. Tenemos que invertir en TIC, no per se, sino de forma enfocada a resolver nuestras necesidades, no sólo a darle “vidilla” a los techies, que siempre estarán dispuestos a  vendernos esas maravillas que quizás no necesitamos.

Pero, cuidado, a menudo tenemos necesidad de más información de la que estamos dispuestos a reconocer, porque el progreso continuo también cansa, pero si no nos espabilamos i lo hace la competencia…

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
27/07/2009

jun 232009
 

Las dificultades de una época como la presente son obvias para todo el mundo por lo crueles que son: amigos que se quedan sin trabajo, empresas con las que se tiene relación que entran en barrena, gente conocida que no llega a fin de mes… Los expertos nos cuentan que esto va a durar. Y cuando se ponen a hacer pronósticos también nos dicen que a raíz de todo ello se producirá una limpieza profunda –manera eufemística de explicarnos que muchas empresas palmarán– saliendo con éxito las que habían hecho los deberes o que no se habían atrevido más allá de lo prudente, imitando a los que se hacían de oro.

Al fin y al cabo debe de ser verdad. Pero como ponernos a analizar a qué grupo debemos pertenecer no cambiará lo que se ha hecho ni lo que se ha dejado de hacer, bien o mal, centrémonos en lo que tenemos en frente aquí y ahora, que es en la única cosa sobre la que podemos actuar. Porque además estamos afectados tanto si hemos hecho las cosas bien como si no.

Si algo positivo tiene una época de dificultades graves, de las de caja o faja, es que a  todos se nos aclaran las ideas, a veces quizás demasiado tarde, pero se nos aclaran de todos modos. Me refiero a que de todo un conjunto de cosas de la vida de las empresas que tradicionalmente se ha dicho son muy importantes, rápidamente unas cuantas han pasado a un segundo plano, frente de aquellas otras que son vitales, en el sentido literal de la palabra: un balance equilibrado, una estructura de deuda soportable, una tesorería previsible y manejable y unos costes controlados, todo esto soportado por una acción comercial que mantenga vivo el sistema.

A ordenar estos puntos vitales es a lo que me refiero con el título del artículo,  “tocando donde duele”. Esta frase, adquirida del diagnóstico médico de toda la vida, cuando el médico te preguntaba: “¿le duele aquí?”, tiene una primera vertiente que es acertar la zona dónde hay los problemas de verdad, haciendo lo que los entendidos llaman “foco”. Y normalmente hasta aquí casi todo el mundo llega, por lo obvio.

Pero el segundo paso de “tocar donde duele”, igualmente importante para poder salir adelante, implica cuantificar las situaciones, haciendo proyecciones en el futuro, para poder decidir el peso y el impacto de nuestras acciones puntuales sobre los diferentes elementos y así construir planes de viabilidad creíbles internamente. Y por lo tanto vendibles externamente. Por esta segunda parte del “tocar donde duele” a  muchas empresas de nuestro tejido económico les puede convenir ayuda externa.

Lógicamente los que nos dedicamos a la consultoría estaremos encantados de poder ayudar y la situación evidencia claramente nuestra responsabilidad.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
23/06/2009

may 272009
 

Históricamente las sinergias fruto de colaboraciones han funcionado muy bien en diferentes campos: en la universidad, la sanidad, etc. y no tanto en el mundo empresarial. Muchos empresarios han tenido recelos a la hora de encontrar líneas de colaboración con otras empresas y entidades, lo que es una importante característica limitadora de nuestro tejido empresarial.

Parece que esto sí lo están aprovechando empresas medianas y grandes. La  creación de colaboraciones que juntas han conseguido operaciones, como por ejemplo la compra de Spanair o grupos que ahora se pueden presentar a  concursos de proyectos ferroviarios, puertos, aeropuertos, etc. es una muy buena noticia. Desgraciadamente los ejemplos son muchos más reducidos a nivel de PIME.

En estos momentos de crisis, más que nunca se deben potenciar las sinergias. El tamaño del mercado se ha reducido y es necesario encontrar nuevas formas de lograr sacar adelante proyectos o simplemente de hacerse fuerte en el mercado tradicional.

No se puede ignorar que una colaboración entre empresas puede presentar problemáticas. Las malas experiencias parten, a menudo, de que en el momento inicial no se definieron adecuadamente los roles de cada parte en la  gestión del proyecto conjunto ni las reglas que debían guiar la gestión y las relaciones entre las partes. El empresario tiene que ser consciente, que deberá renunciar a aspectos que podían caracterizar su gestión para someterse a una forma de actuar más profesionalizada, en la que puedan interactuar y sumar diferentes puntos de vista e inquietudes.

Éste es el camino para encontrar las oportunidades de negocio, sobre todo en momentos de crisis. En nuestra actividad, estamos asistiendo a muchos casos en los que ayudamos a plantear las posibles sinergias y colaboraciones entre empresas o con inversores, para poder garantizar el presente y futuro de los proyectos empresariales.

Con las sinergias y colaboraciones sumamos recursos, esfuerzos, ideas y  opiniones de todos los que forman parte de un proyecto (equipo interno más equipo externo); juntos los objetivos serán mes fáciles de conseguir.

Adelante con las sinergias!

Àngel Gil
Director de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
27/05/2009

 Posted by at 11:02
abr 232009
 

Desde finales del octubre del pasado año todos los artículos que he publicado han estado directamente relacionados con la  crisis.. El pasado mes me atreví a poner un horizonte temporal a la salida del túnel (ya se sabe que la ignorancia siempre ha sido atrevida). Ahora lo que digo es que personalmente no tocaré más el tema, al menos directamente. Aunque mi influencia sea infinitesimal, quizás nula, y es que soy de los que piensan que ya hemos hablado suficiente y demasiado. Naturalmente que por mi trabajo continuaré tocando temas que son de aplicación en tiempos de tormenta, pero también lo son en tiempos normales para no llegar a la tormenta.

Hoy querría esbozar un tema que quien me conozca podría pensar que va en sentido contrario de lo que siempre he defendido. Por ello haré una afirmación contundente: “Desde el punto de vista de la empresa, el trabajo en equipo y o/la colaboración entre diferentes unidades o departamentos sólo es un medio”. Como tal lo tenemos que poner en su contexto apropiado, y no es la  primera prioridad; el bien de la empresa lo es. No negaré que para todos los que trabajamos en una organización el trabajo en equipo y la buena armonía puede ser un fin en si mismo por aquello de que si debemos trabajar el 30% de  nuestra vida (en realidad el 50% de la vida consciente), vale la pena que lo hagamos del modo más satisfactorio posible.

Pero desde el punto de vista de la organización para la que trabajamos, normalmente una empresa, lo que cuenta de verdad es lograr los hitos señalados, y el primero de todos, aunque nadie lo haya explicitado, es la subsistencia y la viabilidad del proyecto. Cuando un análisis serio nos diga que los recursos clásicos del trabajo en equipo pueden requerir demasiados esfuerzos (tiempo y  dinero) en comparación con otra aproximación, más dictatorial si se quiere, debemos tener claro qué es lo primero..

No estoy postulando que en tiempo de tormenta nos debamos dejar de tonterías e idealismos; estoy diciendo que debemos ser eficaces. Ahora quizás más que nunca necesitaríamos trabajo en equipo y espíritu de colaboración. Pero si las urgencias amenazan y no tenemos ya una organización con cultura de trabajo en equipo, puede ser más eficaz ir directos y prepararnos para adquirir esta cultura que ahora tanto nos podría ayudar.

Tenemos que plantearnos siempre cuál es la manera más eficaz de enfocar un tema; si hay alternativas de trabajo directo que no incurren en los costes derivados del trabajo en equipo y los consensos inherentes, que consumen tiempo y energía, y que pueden determinar que la mejor opción sea otra.

Como las cosas bonitas nos gustan a todos, a veces estamos predispuestos a infravalorar los costes del trabajo en equipo, a pasar por alto que una oportunidad perdida en una acción directa es un coste de oportunidad y, en general, a  no hacer el ejercicio, siempre necesario, de valorar económicamente las diferentes opciones. Tenemos tendencia a sobrestimar el beneficio del trabajo en equipo; hay que ponerlo en números. No seamos rehenes de las ideas.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
23/04/2009

mar 282009
 

A finales del pasado octubre dediqué el primer artículo a la crisis, aquella que en julio no existía según aquel experto, de quien deberemos decir “zapatero a tus zapatos”. Hemos vuelto sobre el mismo tema dos meses más, y Dios sabe cuántas veces más tocará hacerlo.

Ya hace tiempo que la gente de las empresas a quienes damos servicio de  consultoría tienen asumido que no tenemos ninguna bola de cristal que nos permita hacer una predicción sobre cuándo saldremos de esta, y nos ahorran el ponernos en el dilema de contestar lo que no podemos, ni nosotros ni nadie. De todos modos, sin entrar en predicciones, sí que haré unas constataciones que pueden darnos una idea sobre en qué punto debemos estar y que permitan deducir qué tendríamos que hacer si la asunción fuera correcta. Naturalmente sería más prudente callar y, cuando hubiera pasado todo, explicarlo, como dicen que hacen los economistas.

En octubre ya hacía tiempo que sabíamos que había una crisis, pero entonces ya habían pasado tantas cosas gordas en el mundo de las finanzas que ni los optimistas más recalcitrantes ni los mentirosos empedernidos eran capaces de negar la evidencia, aparte de que el problema ya se notaba muchísimo en  la economía real. Desde entonces no han hecho más que contarnos malas noticias, debidamente amplificadas por la gran capacidad de intercomunicación global del tiempo que nos ha tocado vivir. Las malas noticias y los malos augurios no han cesado, tanto en el mundo financiero como en el de la empresa real, que ha continuado deteriorándose, y lo que debe quedar por llegar.

Pero, aquí vienen las constataciones, a mí me parece que desde principios de marzo ya no oigo ningún mal agüero “financiero” que no nos esperáramos, porque nos lo habían anunciado, insinuado o dado pistas para poderlo divisar, como mínimo a grandes rasgos, evidentemente no en los detalles. Y esto en si, me parece una buena noticia. Os aseguro que no soy precisamente un “optimista del quince”, como dice la juventud. Dicho de otro modo, lo que tenía que  pasar en  las finanzas ya ha pasado y ya está todo el mundo enterado, ya nadie se asustará más. Es también una ventaja de este mundo tan interconectado, donde todo se sabe casi al momento. Quizás también hay una cierta saturación de malas noticias y ya no nos afectan tanto (gracias señores periodistas por saturarnos de malas noticias; hacen como de antídoto). Si esto fuera así, como yo lo percibo, que ya no son capaces de darnos más sustos financieros, querría decir que a partir de ahora las cosas pueden empezar a ir mejor en el mundo de las finanzas.

En el mundo de la economía real, las dificultades de las empresas, las listas del paro, etc. las cosas todavía seguirán estropeándose; tenemos mala inercia por una temporada. Pero ya no habría malos augurios financieros que retroalimentaran el deterioro. Y debemos decir también que el mundo interconectado también hará que las cosas se arreglen más deprisa que en pasadas crisis. Si bien cuando se arregle será más lento que al estropearse, y quizás es bueno que salgamos algo más prudentes, habiendo aprendido alguna lección.

¿Y cuándo? Yo me atrevería a decir que, de continuar como hasta ahora, el próximo mes de octubre ya estaremos todos convencidos de que la economía financiera efectivamente está en vías de mejorar. Probablemente tocaremos fondo en la economía real más o menos a fin de año. Y a partir de entonces sólo deberemos recuperarnos, contagiando la economía real a partir de la financiera, como ahora, pero a la inversa.

Con estas premisas, lo que toca es asegurar la subsistencia de los negocios que sean viables, tomando las medidas que ya hemos dicho otras veces:

  • Planes de contingencia económicos, simulaciones presupuestarias, etc. para identificar de qué podemos prescindir, para asegurar que llegamos a la  recuperación. (Todo el mundo debe colaborar; no es un problema sólo de los responsables de las finanzas). Tengamos en cuenta que a la  mayoría nos enseñaron a hacer crecer; ahora se trata del trabajo pesado de mirar el detalle. Ser atrevidos y hacer escenarios peores de los previstos.
  • Controlar la tesorería al milímetro.
  • Identificar qué cosas debemos preservar para no perder la identidad. Si el modelo de negocio es viable no se nos debe perder en la crisis.
  • No pensar sólo en cosas defensivas; la acción comercial bien planificada y orientada es más necesaria que nunca. La exploración de oportunidades de productos o servicios puede ser vital.
  • Ser claros y honestos con el personal. Si no podemos preservar todos los puestos de trabajo, al menos que los que sí queden sepan que se hace lo que hace falta, no sólo aprovechar circunstancias sólo para aligerar plantilla.
  • Dar ejemplo desde la dirección, prescindiendo de lujos innecesarios, quizás lógicos y bien vistos en otras circunstancias.

Todos sabemos que estas medidas son siempre necesarias, no sólo en tiempos de tormenta. Pero ahora pueden representar la diferencia entre la extinción o la supervivencia del negocio.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
28/03/2009

feb 252009
 

Un paseo por los artículos de los diarios, las revistas periódicas y las tertulias más o menos informadas es siempre un ejercicio saludable, y yo diría que puede resultar optimista si uno pone buena voluntad y esfuerzo, pero sin lugar a dudas tiene una parte de deprimente. Mucho más deprimente si uno forma parte de aquel subconjunto de la humanidad que cree que hay gente que sabe cómo funcionan las cosas de verdad y, por tanto, piensa que, como diría el castizo: “el mando lo tiene todo previsto”. En este caso es mucho más deprimente porque pronto uno llega a la conclusión de que los que, hasta sólo hace un año miraban el mundo con aire de suficiencia, no es que no “lo tengan todo previsto”, sino que no tienen ni puñetera idea.

Parece que hay unas pocas cosas en las que hay un cierto consenso:

  1. La  situación en la que nos encontramos es debida a que para seguir haciendo negocios, alguien (el sistema financiero americano, básicamente) creó demanda donde de verdad no había, construyó castillos en el aire y se puso a vender humo, ganando mucho dinero mientras duró.
  2. Nadie  sabe cuál es la solución ni cuánto va a dura la crisis.
  3. La  economía de mercado no se pone en entredicho, si acaso una determinada manera de conducirla o más bien de no conducirla. Pasa como con la democracia: es el mejor sistema conocido, pero hay que mejorarlo.

Para los que quieran poner buena voluntad y esfuerzo, sobre todo esto último, momentáneamente se han acabado los tiempos de los despabilados que sólo hacen promesas y nada más. Cuando nos repongamos del choque volverá a contar el valor real, volverá a ser la hora de los que sean trabajadores, que pueden ser más optimistas que los que preferían explicarlo que hacerlo.

Pero volvamos al tema del artículo: ¿y mientras tanto los líderes dónde están? Si hablamos a nivel político, cuando miramos nuestros líderes para obtener respuestas, iniciativas, etc. el panorama es desolador. Sólo podemos esperar escoger la próxima vez, si es que hay dónde escoger, claro está, porque a veces parece que para liderar un partido político se tenga que hacer previamente un máster en estulticia o falsedad.

La  derecha, hasta hace poco defendía sin oposición “que el mercado, sin que nadie se meta, lo pone todo a su lugar…” y, momentáneamente, se ha quedado sin saber qué decir. Y necesitamos que todo el mundo aporte ideas. Pero que, encima, en lugar de hablar de lo que se habla en todos los puestos de trabajo, sean las oficinas de dirección, el taller o el mostrador de la tienda, se dediquen a ver si se hacen trampas entre ellos mismos y ¡a ver si se pueden tapar las vergüenzas…! ¡Como si no fuera ahora una ocasión brillante para demostrar que desde la barrera se tiene más perspectiva! De juzgado de guardia.

La  izquierda ya hace mucho tiempo que ha dimitido de sus obligaciones de  aportar ideas que contrasten con el discurso a menudo ultraliberal de la derecha. Cuando la economía iba bien, al menos eso nos decían, sólo hemos podido percibir de este lado un cierto acento al poner una red de seguridad más sólida debajo del sistema económico. Ya está bien, pero sería mejor si se hubieran atrevido a pensar por ellos mismos, proponiendo modelos alternativos a las ideas que todos habíamos aceptado como dogmas. Quizás se hubieran equivocado, pero les tendríamos más respeto. Tienen un problema de percepción de la realidad: por un lado, no se enteraron de que había una crisis -y en nuestro país, creativos y prolíficos como somos, teníamos dos con la del ladrillo- cuando incluso los niños de pecho lo saben bien y, por otro, parecen ignorar que están en política para aportar ideas, no sólo matices, aparte de gestionar bien y honestamente. Si no lo hicieron cuando se tenía que ser valiente porque estaba mal visto, que lo hagan ahora; si bien no tiene tanta gracia atreverse a citar a Keynes o a Galbraith, ahora lo hace incluso la revista Fortune.

Con respecto a los líderes de opinión, el panorama no es más edificante. Una cosa sí que es de agradecer, normalmente “los que sabían cómo iba el mundo” ahora son más humildes, incluso san Alan Greenspan admite que el sistema “had some bug” (tenía algún error). Haberlos, “haylos”, pero, “inasequibles al desaliento”, continúan diciendo que tenían razón antes y tienen razón ahora, pese a que no nos puedan explicar qué falla en el sistema o qué se  tendría que hacer en concreto. Sólo ayer por la mañana una tertuliana radiofónica madrugadora, no versada en economía según ella misma, hacía la reflexión que yendo todo como había ido, se había de regular algo, y no precisaba, lega en economía como ya se había confesado antes (no recuerdo su nombre, y me sabe mal; me cayó simpática, sólo decía cosas con sentido común). Lo inaudito del caso es que otro tertuliano, versado éste sí en economía, la  interpelaba en tono arrogante para que dijera qué regularía, qué regulaciones concretas pondría, etc. (de éste sí recuerdo el nombre, pero vamos a respetarle el sueño). Señor mío, usted es el economista, es a usted a quien atañe arrojar luz sobre los problemas manifiestos de la economía, sino ¿a qué se dedica usted, a preguntarnos a los que no saben? Es como si llevásemos el coche al taller y el mecánico se enfadara con nosotros porque no le sabemos decir qué falla, aunque sea obvio que no va nada bien. El tertuliano economista hacía un diagnóstico mucho más grave de la situación que ninguno de los otros, seguramente con conocimiento de causa; o quizás sin, si juzgamos por su sabiduría proverbial en no dar respuesta a problemas de su especialidad. ¡Ay estos economistas tan ilustres y creídos a veces!

O sea que no teníamos ni tantos líderes como nos querían hacer creer y  muchos menos de los que necesitamos. Pero sí que hay gente seria que trabaja para arrojar luz sobre los problemas que tenemos; sería injusto no reconocerlo. Mucho me temo que éstos no son los que ahora salen a explicarlo, pero ya saldrán cuando toque y espero que nos liberen de tanto charlatán ilustrado.

Mientras tanto nos tenemos a nosotros mismos. Y a los que les ha tocado estar en posiciones de responsabilidad en organizaciones y empresas están en una posición en la que la gente que les reporta mira para obtener respuestas, seguridad, ánimo y guía. Son los líderes locales y no pueden huir de ello. No nos preocupemos por no saber las respuestas que darían seguridad a nuestra gente. Quien nos las pide es lo suficientemente inteligente para saber lo que ya se ha dicho arriba, que nadie lo sabe demasiado bien y, por tanto, será condescendiente con nuestra ignorancia, pero no con nuestra inacción. Pero hay unas cuantas cosas que también sabemos, y es necesario que las subrayemos: la oportunidad para salir lo mejor posible es trabajar y trabajar bien, aportar valor de verdad (el humo tardará en volver a vender, las dificultades hacen que nos volvamos listos como compradores) y no conformarnos con el estado de las cosas, tenemos que innovar y mejorar todo lo que sea susceptible de ello. En tiempos de dificultad todo el mundo espabila; no nos quedemos parados.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
25/02/2009

ene 252009
 

Realmente “la que está cayendo” significa en las empresas cómo navegar entre Escila y Caribdis, mientras el mar es sacudido por una fuerte tempestad. Recordemos que en la mitología griega existían dos monstruos que los dioses habían condenado a vigilar un estrecho, uno a cada lado y a una distancia de  un tiro de flecha, realmente un estrecho muy estrecho. Pasar por en medio se hace difícil, puesto que hay que evitar que el monstruo de muchas cabezas, Escila, no te devore si te acercas demasiado, pero tampoco hay que alejarse demasiado porque si lo hiciéramos, seríamos engullidos por Caribdis con su potente remolino que lo chupa todo.

Podríamos asimilar Caribdis a la contracción de la demanda y la prudencia extrema a la que la falta de actividad nos invita; o sea, los elementos consecuencia de cualquier crisis. Escila sería lo específico de esta crisis nuestra en particular, la pinchazo de la burbuja del mundo de la construcción, la crisis del crédito derivada de anteriores alegrías injustificables y la negación del sistema bancario a ejercer la función que le es propia (vender dinero). También lo sería la consiguiente falta de financiación para proyectos de lo contrario viables, financiación que nos ayudaría a huir de la no-actividad; el otro lado del estrecho de nuestra alegoría.

El mito, sin embargo, nos sugiere también una esperanza real: estamos en un estrecho; venimos de mar abierto y al otro lado de este estrecho tan difícil también hay mar abierto. Pero, igual que Ulises en la Odisea de Homero, no sabemos cuán largo es el estrecho, pero sabemos que es un estrecho. La humanidad y, por consecuencia, los consumidores y clientes no desaparecerán por esta crisis. Per tanto, al otro lado habrá actividad económica esperando a las empresas que hayan salido de ésta, o a las que se tengan que crear entonces para poder atender la demanda.

Parece que durante una temporada, incluido después de la crisis, se habrá acabado hacer dinero tan fácilmente como algunos hacían. Al otro lado del estrecho flotará lo que tenga valor en si mismo; será más difícil de engañar a la gente, lo que es una esperanza para quien aporte valor de verdad y que haya hecho los deberes. Entre las cosas que tienen valor, y que ahora tenemos que conservar y fortalecer, está el personal cualificado que tanto nos ha costado incorporar y formar, un modelo de negocio basado en el trabajo serio para resolver necesidades reales de los clientes, unos procesos eficaces para servir las necesidades del mercado y, lógicamente, una estructura de costes de acuerdo con los tiempos y las exigencias del modelo de negocio de cada uno.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
25/01/2009

dic 032008
 

Cuando hablamos de innovación, la mayoría de nosotros pensamos en el producto, la innovación tecnológica, etc. y casi nunca pensamos en el departamento comercial. Pues aquí también se puede innovar, y mucho.

Del mismo modo que tenemos que invertir más que nunca en I+D+I (Investigación + Desarrollo + Innovación) de productos, servicios, procesos productivos, etc., también lo podemos hacer en nuestros procesos de venta.

Innovando comercialmente también nos podemos diferenciar de nuestros competidores. Así podemos aplicar cambios en nuestros procesos para:

• Procurar que nuestros comerciales hagan más visitas que nunca, tanto a clientes actuales como a clientes potenciales.

• Mejorar la planificación de las visitas comerciales para que sean lo más efectivas posibles y se enfoquen al perfil de cliente deseado, adecuando el reparto de las tareas de prospección, mantenimiento y captación.

• Mejorar la implicación de todo el personal de la empresa en la consecución de los objetivos; si es posible, estableciendo sistemas de incentivos que recompensen la consecución de los objetivos, especialmente para el personal de los departamentos comerciales.

• Cambiar la forma en la que fijamos los objetivos. No son los mejores vendedores aquellos que facturan más; el mejor vendedor de la empresa será el que aporte más rentabilidad. Un buen sistema de costes para analizar la rentabilidad por comercial, cliente, etc. puede hacernos innovar en los sistemas de incentivos y comisiones para priorizar la rentabilidad con respecto a las ventas. Los ingresos del vendedor no deben tener ningún límite si se hace sobre rentabilidad real.

• Revisar la forma en la que se realizan los seguimientos de los objetivos comerciales. Establecer reuniones periódicas que permitan revisar los resultados obtenidos, compartir experiencias y revisar los planes de acción.

El departamento comercial debería ser el primero en ponerse en marcha en cuanto a sistemas innovadores; que esta área se convierta en el motor de las empresas para garantizar su sostenibilidad.

Àngel Gil
Director de AICON Consultores de Gestión
03/12/2008

nov 242008
 

El mes anterior ya dediqué mi tributo a la crisis, hablando de tiempo de  tormenta. El fondo del razonamiento pretendía decir que había que dedicarse a  las cosas que tienen valor de verdad, sin derrochar esfuerzos. Por eso querría volver a hablar de cosas que nos puedan ayudar a mejorar.

El título es uno de esos temas importantes, con los que los que nos hemos tenido que dedicar a ayudar a implantar ISO o montar sistemas de indicadores nos hemos topado y que, desafortunadamente, se terminan haciendo demasiado a menudo para cumplir el expediente, como si fueran una “maría”. Pero es importante; bien hecho puede constituir una herramienta valiosa para predecir qué crecimiento podemos esperar, aparte de corregir situaciones que se pueden salirse de madre si no las conocemos a tiempo.

El tema me lo sugirió una encuesta que llegó no hace demasiado a mi casa, una de aquellas de  una empresa a la que no tienes ganas de contestar (y que no contesté), empresa cuyo nombre no voy a mencionar. Pero me sorprendió gratamente ver que algunos van aprendiendo a preguntar qué importa realmente. (Bien, aún pueden mejorar algo, pero van por buen camino).

Es un tema que he comentado con mucha gente y la poca receptividad de los interlocutores siempre me ha sorprendido, quizás porque es demasiado simple, demasiado de acuerdo con el sentido común y que muchos empresarios dicen que ya hacen, aunque quizás sin método: el sistema del boca-oreja. ¡Pero ánimo, el mundo progresa! Alguna empresa de las importantes ya lo aplica en España.

Como yo no soy el inventor del método, sólo un firme convencido del mismo, con este artículo sólo pretendo dos cosas: a) poner a quien lo desconozca sobre la pista del artículo original, que aconsejo fervientemente a los interesados leer, b) resumir su contenido a los que les sea difícil acceder a él o quieran tener una idea de qué va, antes de decidirse a buscarlo.

Vamos por el punto a):

Título: “The One Number You Need tono Grow”, publicado en el número de  diciembre de  2003 de la Harvard Business Review. El autor es Frederick F. Reichheld, en aquel momento consultor de Bain Consultants.

Ahora toca el punto b): Resumen:

Antes de  entrar en materia debo decir que seré muy simplista, dejándome cosas importantes, pero es que no puedo ni quiero ser sustitutivo de la lectura del original, en el que se encuentra toda la riqueza de matices:

El método para saber lo que realmente nos interesa de nuestros clientes es hacer básicamente una pregunta:

“Es posible (o cuán probable es) que recomienden nuestra empresa o  marca a  un amigo o colega ?” (con una puntuación de 0 a 10, en la que 0 significa que no lo piensan hacer y 10 que seguro que lo harán).

Hasta aquí mero boca-oreja. Pero lo que el autor argumenta de forma interesante es qué hacer con las respuestas:

  1. Calcular el porcentaje de los que han contestado 9 o 10, que él llama Promotores.
  2. Calcular el porcentaje de los que han contestado de 0 a 6, que él llama Detractores.
  3. Restar los dos porcentajes para ver cuál es el ratio de Promotores Limpios, como medida probable de nuestra actual proyección de  crecer o de lo que parece que nos pasará si “Dios no lo remedia” o si no nos ponemos a trabajar.

Fijémonos que no habla de los que puntúan entre 6 y 9; dice que la  búsqueda muestra que son indiferentes a nuestros propósitos. Alienta a no asustarse con el número que salga si es bajo; parece que la media de una muestra de 400 empresas en el momento de hacer el artículo era de sólo 16%. Pero también dice que las empresas que pretenden “hacerlo bien” tienen que apuntar al 75% o más y expone ejemplos conocidos.

Espero que el artículo de Frederick F. Reichheld ayude alguien a hacer una encuesta de satisfacción de los clientes más simple, fácil de procesar y sobretodo con impacto de verdad en decisiones posteriores.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
24/11/2008

oct 272008
 

Como no podía ser de otro modo, se ha tenido que acabar pagando; lo pagaremos con los impuestos de todos, pero lo pagaremos. Y es que a los que en vez de finanzas estudiamos ingeniería o física nos contaron que lo del movimiento continuo era una utopía; ya se había visto con la locura de las “.com”, cuando algunos iluminados nos contaron que “no era necesario que las empresas tuvieran beneficios…”. Realmente los que no somos del oficio, que dificultades teníamos para entender la economía sin ingeniería financiera, no entendíamos nada de nada. Pero se ve que entonces, como ésta, no había nada que entender, aparte de que una buena pandilla en ese momento eran los reyes del mambo, pero hemos saliendo perjudicados todos, no sólo ellos. Mientras tanto aquí teníamos nuestra bomba de relojería particular con el boom de la construcción que, al acabarse, ha tenido a bien sincronizarse con la crisis financiera… Ahí es nada.

En realidad no pretendía hacer la crónica de la crisis, que está lo suficiente documentada, sino recordarme a mí y a todos los que tengan la paciencia de leer estas líneas, que el hecho de que el movimiento continuo no exista no significa que la física no sea de fiar. Ahora es la hora de las cosas que tienen un valor propio, porque, con más o menos lujos que ahora no nos podremos permitir, debemos continuar viviendo.

Recuerdo que en 1993, tras la borrachera de las Olimpiadas, Expos, etc. tuvo lugar un altibajo respetable y entonces descubrí las teorías Lean (“delgadas o aligeradas”). Era el momento de apretarse el cinturón y, por lo tanto, muy apropiado. Fui, como muchos otros, a cursillos sobre Lean Production y reflexioné sobre qué se debía de hacer SIEMPRE, pero que entonces en muchos casos era simple cuestión de supervivencia. Ahora pasa algo parecido; toca reforzar la sistemática de ventas, vender cosas con más valor añadido y tener los costes controlados. Siempre hay que hacerlo, lo que pasa es que antes en algunas empresas no era imprescindible. Además, ahora es del todo necesario que planifiquemos qué nos pasará a medio plazo en la explotación de nuestro negocio y, como han dejado el sistema financiero en un estado de todo menos financiero para nuestras necesidades, es necesario planificar la tesorería al pelo, podemos generar excedentes, pero debemos tener cash para hacer frente a los pagos, y nuestro banco quizás todavía no está dónde se suponía que debería de estar.

Una vez dichas las generalidades, quizás deberíamos recordar algunos de los principios de la Lean Production; parecen sandeces, pero no estará de más recordarlas, porque a veces actuamos dando por supuesto que como todo el mundo lo hace, o todo el mundo lo dice… Ya hemos visto cómo todas las mentes clarividentes nos contaban historias para no dormir… vamos a lo seguro:

-Se tienen que analizar los procesos

  • Suprimir lo que sea innecesario
  • Eliminar duplicidades
  • Automatizar (quizás informatizar) todo lo que se pueda (alguien diría que ahora no toca, que no hay dinero)

- Tenemos que adecuar las capacidades a las necesidades (sólo cobramos lo que vendemos, cuidado con mantener ocupada la planta porque las máquinas me han costado mucho dinero y dice el controller que…)

- No ocupar más metros cuadrados de los necesarios (los movimientos internos valen dinero)

- Tenemos que entrenar y formar el personal para que sea más productivo.

- Quizás subcontratar a especialistas para lo que nos cuesta mucho esfuerzo internamente y no sea un proceso clave.

- Etc. (la lista es larga y cada uno la debe completar en su casa)

Los japoneses hace años que lo predican con otras palabras, cuando dicen que se debe suprimir todo el que sea:

- MUDA:  Aquello que no añade ningún valor al producto, que es prescindible

- MURI: El que no tiene lógica o es complicado innecesariamente

- MURA:    Las irregularidades, los desajustas, cuellos de botella

Pero recordemos que ahora no es el momento de contar teorías, sino de aplicar lo que tiene sentido, sea por el método japonés, el Lean Management o el que más nos guste, pero tenemos que llegar al mismo lugar.

Hasta el mes que viene.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
27/10/2008

sep 252008
 

En una época de crisis consultores que vemos las tripas de muchas empresas somos especialmente interpelados sobre la situación económica. No estoy hablando de términos macroeconómicos que llenan la boca de muchos sin que existan recetas ni soluciones demasiado efectivas, al menos por el momento, me refiero a la economía que tocamos y con la que tenemos que convivir la mayor parte de las empresas.

¿Y cómo ves José María a las empresas? Esta ha sido la pregunta que más he respondido durante estos días. Como miembro de diferentes Comités de Dirección y de Administración he podido constatar como el cambio del ciclo económico se ha notado especialmente en la reentrada de este curso. Esto provoca a menudo desconcierto y nerviosismo.

Realmente la situación está afectando a la mayor parte de nuestro tejido empresarial. ¿Y qué están haciendo las empresas para superar la crisis?

Evidentemente la respuesta a la pregunta anterior es diversa. En algunos casos creo que no la sabría responder, quizá diría que en algunos casos se profieren lamentaciones, quejas y poco más.

¿Y qué sugieres hacer tú? En primer lugar, como muchos me han oído decir, crear un plan, un escenario económico que garantice la sostenibilidad no sólo a nivel de explotación, que sin duda es un primer objetivo, pero también a nivel de tesorería.

¿Pero como hacerlo? Lograr un escenario positivo puede partir de dos premisas:

  • Incrementar las ventas o vender con mayor valor.
  • Reducir costes.

Mi recomendación sería no confiar como tabla de salvación únicamente en las ventas. Evidentemente, siempre debemos realizar acciones para incrementar la venta y, especialmente, si podemos aumentar nuestros márgenes. Ahora bien, ¿es esta una fórmula rápida y posibilista a corto plazo en vuestro sector? Si lo es no lo desaprovechéis.

Ahora bien, ¿no deberíamos procurar construir un escenario positivo de tesorería y de explotación apoyándonos únicamente en una proyección de las ventas en base a los clientes actuales y los proyectos ya maduros? En momentos como el actual me gustaría evitar escenarios de sostenibilidad de empresa que se basan en comunicar a nuestra fuerza comercial que deben alcanzar una cifra de ventas necesariamente para sobrevivir. Me he encontrado en alguna reunión donde a todos nos daba la sensación de que se pretendían imposibles a corto plazo, transfiriendo unas inquietudes nada positivas a quienes nos deben hacer llegar los pedidos.

Un escenario conservador como el que propongo sin duda es más complicado de elaborar pero os aseguro de que también es muy enriquecedor. He tenido ocasión de liderar un proceso con varias empresas y nos hemos llevado todos, sorpresas de reducción de costes muy importantes. Me gusta plantear este proyecto haciendo participar a diferente personal de la empresa, sobretodo responsables. Que conozcan lo que gastan y tengan un objetivo de reducción, global o individualizado, y revisen los procesos organizativos y las opciones de compra o gasto hasta llegar al objetivo indicado.

Es muy importante que estos planes se trasladen a un presupuesto de explotación y tesorería que permita controlar las desviaciones. Así mismo, también es crítico disponer de información sobre rentabilidades de clientes, líneas de negocio, productos, familias, etc., es decir, aquello crítico para nuestro negocio y que provoca que incurramos en costes para realizar las ventas. En estos momentos es clave dedicar tiempos y esfuerzos en mejorar nuestra gestión para tomar decisiones adecuadas y hacer un seguimiento de los resultados de la misma.

Evidentemente, también me encuentro en situaciones en que no es posible encontrar un escenario de sostenibilidad únicamente confiando en la reducción de costes. En estos casos no queda más remedio de confiar en un escenario de ventas o en conseguir financiación adicional, nada fácil hoy en día.

En conclusión, es momento de confeccionar planes realistas. No mirar únicamente hacia fuera y lamentarnos. Mirar sobretodo hacia dentro. Identificar posibles mejoras, introducir mejoras en nuestra gestión. Realizar planes efectivos para ser el máximo de eficientes, es decir, reducir al máximo los costes para lograr los objetivos que se pretenden. Como se dice: “la necesidad agudiza el ingenio”. Creedme puede ser así, se trata de proponérselo. Algunos cambios pueden ser difíciles de plantear y, sobretodo, de ejecutar pero hay que tomar decisiones a tiempo para que no sea demasiado tarde.

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
25/09/2008

jul 262008
 

A principios de año dedicamos un artículo a hablar sobre el dilema estrategia/ejecución. Acabábamos diciendo que se trataba de tener una estrategia para la ejecución, reafirmando que no hay ninguna organización que funcione bien sin seguir una estrategia, consciente o inconsciente, escrita o sobreentendida; al menos que nosotros sepamos. De alguna manera, en todo el artículo nos dedicamos a llevar la contraria a los que dicen que lo importante es trabajar bien y que el resto son tonterías para perder el tiempo.

Hoy, de algún modo, les daremos la razón a esos escépticos sin pretender desmentir lo dicho el 25 de marzo pasado, porque nos fijaremos en algunos detalles que se acostumbran a encontrar en las empresas que ejecutan la estrategia de forma eficaz. Estos ingredientes tienen mucho que ver con la manera de funcionar de las organizaciones y también con cómo están organizadas.

Kaplan y Norton indican acertadamente que en la base de su modelo del “Balanced Scorecard” se hallan la información y la cultura de empresa, además de los recursos humanos, que es cómo se acostumbra a despachar esta cuarta perspectiva del modelo. Lo que pasa es que a las organizaciones que funcionan, habiendo dedicado tiempo o no a formular un plan estratégico, se acostumbran a encontrar dos circunstancias: la primera es que la gente sabe qué puede decidir y qué no, y en este caso sabe a quién le corresponde la decisión; y la segunda es que la información sobre lo que se pretende (la estrategia y sus objetivos) y lo que pasa de verdad en los diferentes contextos, tanto internos como de interacción con el mercado, fluye libremente, sin que haya una causa que la monopoliza (y, por lo tanto, las otras la tengan distorsionada).

Lo de saber quién debe decidir qué tiene que ver con uno de los aspectos que tocamos a la hora de ayudar a organizar empresas, aquello que llamamos funciones y responsabilidades. Es muy común que esto funcione bien cuando la organización es joven, sin que nadie se haya dedicado a poner orden, porque al comienzo no hace falta, pero más tarde las cosas se complican. Al mismo tiempo que tocamos funciones y responsabilidades también se acostumbra a revisar el organigrama o estructura organizativa. Esto también es importante y frecuente en los lugares donde se funciona bien, aunque claramente por detrás de las dos circunstancias apuntadas antes.

O sea que si invertimos esfuerzos en organizarnos, pero no estamos dispuestos a que la gente pueda decidir cosas y sepa a qué atenerse en cuanto a capacidades de decisión y transparencia de lo que se pretende, no llegaremos demasiado lejos. Resumiendo, que tiene más incidencia en el buen funcionamiento el aspecto de la cultura de empresa que hace que se sepa quién puede decidir qué, y que no tengamos a la gente en Babia, que no los impecables organigramas que enseñamos a los visitantes.

¡Felices vacaciones!

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
26/07/2008

jun 242008
 

Por lo tanto, esta mayor oferta y facilidad de usar universalmente herramientas informáticas nos presentan también obligaciones ineludibles, sobre todo a  la hora de escoger un sistema delante de otro. Los que más mandan en las empresas a menudo delegan algunas de estas obligaciones, equivocadamente, a  personas de un conocimientos más técnico y, desde este punto de vista, con una opinión mucho más informada. Y es que hay cosas que no se pueden delegar tan fácilmente, al menos sin ser mucho más inquisitivo sobre lo que el supuesto sistema informático hará para la Dirección, que es una cosa normalmente diferente del número de virguerías que es capaz de hacer, tanto si las necesitamos como si no.

Antes de meterme de lleno en el tema apuntado, permitidme una digresión por las diferentes palabras, acrónimos, etc. con los que se ha conocido este mundo de  la  informática, porque de algún modo ilustran porque a veces en el máximo nivel no se hace lo que toca cuando es el momento. Naturalmente no seré exhaustivo; tocaré, como de costumbre, aquellos que sirven al que quiero explicar. Para entendernos, usaré las siglas inglesas.

Empezaremos por los “Data Processing Systems”. La tecnología se había ampliado y era capaz de acometer el tratamiento automatizado de las cantidades ingentes de datos que hasta entonces habían constituido el dolor de cabeza de las grandes organizaciones. La utilidad de ello era tan obvia para cualquier que hubiese tenido la responsabilidad de hacer estadísticas, procesar el censo, manejar los datos de una gran corporación, etc. que el nombre genérico era lo suficientemente revelador del mundo de posibilidades que había detrás. Lógicamente, tras algunos abusos, tener impresoras que imprimían muy de prisa cantidades inmensas de datos que después nadie era capaz de leer, llegamos a la constatación de que tenemos muchos datos pero no tenemos la información que necesitamos.

¡Oh! Hemos llegado a los “Information Systems (IS)”. Y empezamos a  hablar de sociedad de la información, de la mano de la explosión de cadenas de  TV, radio, Internet, etc. Parece que vamos por buen camino. Los que llevan las riendas de las organizaciones, que parece que no se han dormido, dicen: sí, sí, muy bien, pero de toda la información disponible hay una, un subconjunto, que es útil para la gestión, y le añadimos una palabra al acrónimo anterior: “Management Information Systems (MIS)”. Parece que ahora empezamos a ver la luz, a ver si no nos perdemos.

El mundo continúa dándonos facilidades en hardware y software y, dando por supuesto que las necesidades básicas de información están cubiertas, empezamos a hablar de “Information Technology (IT)”. De alguna manera la criatura anda ella sola, incorporando incipientes PDA, etc. Adquiere entidad propia. Se sobreentiende que sin IT no podríamos vivir, y es cierto, y empezamos a obnubilarnos con la cantidad de gadgets  o artefactos a nuestra disposición, dando por supuesto que vamos por el buen camino. De una forma inclusiva empezamos a llamar “Information and Communication Technologies (ICT)” a  todo lo que rodea a ordenadores, programas, PDA, móviles, TV digitales, etc., que son nuestras “Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC)”. Ahora sí que sabemos de qué hablamos, pero hablamos de tantas cosas que nos podríamos perder.

La  palabra TIC, acertadísimo, incluye tantas cosas que a la hora de escoger un sistema para llevar nuestra organización nos podríamos hacer daño, porque: ¿quién nos guiará entre tantas posibilidades? Y llamamos a los técnicos, y  está bien, pero si los dejamos solos se podrían emborrachar y dejarse por el camino una idea que ha salido antes, aquella del MIS o Sistema de Información para la Gestión o la Dirección, que es irrenunciable.

Por esto deberemos tener claro que algunas cosas no las pueden decidir los técnicos solos a la hora de escoger un sistema informático. Es demasiado importante y condicionará demasiado la forma de trabajar de todo el mundo en nuestra casa como para quien más mande no deje claras algunas cosas y se asegure de que no le den gato por liebre. Naturalmente que necesitaremos asesoramiento para todo, pero hay unas cosas que las tendremos que decidir al máximo nivel, tanto asesorados como queramos, pero sin abdicar de nuestras responsabilidades.

La primera es: qué capacidades informáticas, de las muchas que hay, nos interesan en nuestra empresa. A los técnicos les puede gustar mucho todo pero necesitamos un sistema que informe a la dirección para tomar decisiones, no otra cosa. No lo podemos querer todo, por más que algunas virguerías dejen a nuestros informáticos deslumbrados.

La  segunda es: qué cosas necesitamos que estén centralizadas informáticamente y qué no hace falta, aunque pudiese estar bien. La empresa la debe llevar quien más manda, no debe funcionar al gusto de los técnicos, a no ser que coincida con los designios de la máxima dirección.

La tercera se deduce de las anteriores, y es en qué nos gastaremos el dinero en consecuencia. Quien paga manda. Si pagamos y no mandamos, después no nos quejamos.

Estas tres cosas forman parte del estadio inicial de decidir estratégicamente qué queremos. Después viene naturalmente la ejecución de la estrategia. Y se deberán continuar decidiendo algunas cosas al máximo nivel.

Y  así nos sale la cuarta: hasta qué nivel de  “perfección” queremos llegar al implantar, y esto dependerá naturalmente de lo que queramos lograr para la  empresa. Si se lo dejamos a los técnicos dependerá de sus gustos y de su talante más o menos perfeccionista, y estábamos hablando de nuestra empresa, no del juguete de los entendidos en TIC.

Finalmente citaría una quinta, última y capital: que el responsable de que todo se lleve a cabo en los mejores intereses de la empresa sea un ejecutivo o  responsable al más alto nivel, y no precisamente el responsable de informática, si es que tenemos. Se trata de asegurar que las cosas se hacen entendedoras para todo el mundo, que se construye un “Sistema de Información para la Dirección” y no otra cosa y, por lo tanto, que el resultado aporte el valor esperado para la Dirección. El motivo de este último consejo es la constatación de que la  mayoría de fracasos en la implantación de sistemas informáticos no reside tanto en que hay algo equivocado en los departamentos de informática y en los informáticos como profesión (creencia muy extendida: “son todos una pandilla de  hijos de  su madre…”), sino más bien en la manera que los ejecutivos no informáticos gestionan los cambios organizativos que son posibles gracias a  las TIC.

El problema siempre acaba siendo pensar que los técnicos en informática o los consultores externos que nos vienen a ayudar a poner sistemas harán que acabemos de instalar funciones, mientras que nosotros podemos dedicarnos a  nuestro trabajo de cada día, que es mucha.

Ningún sistema es bueno si no lo hacemos funcionar implicándonos, cambiando nuestros procesos, etc. Es como aquello de que “la  guerra es demasiado importante como para dejarla en manos de militares”. Aquí pasa alguna  cosa parecida, “nuestros procesos son demasiado importantes como para dejarlos en manos de técnicos”; es más sensato reservarnos la capacidad de  decidir qué es capital, liberándolos a ellos para hacer mejor su tarea, que es implementar los que se les encomiende y hasta dónde se les encomiende.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
24/06/2008

may 252008
 

No pasa semana que no observe o me cuenten algún desaguisado con relación a alguna persona de alguna organización que no cumple las expectativas o que directamente está echando por tierra la labor esforzada de sus compañeros. Consecuentemente uno tiene ocasión de reflexionar a menudo sobre el difícil problema de escoger compañeros de viaje. Dicho así en general, porque de lo que en realidad se trata es de poder conocer de antemano a las personas, de forma que cuando nos asociemos con ellas, sea en la vida privada o profesional, no defrauden las expectativas que en ellas vamos a poner.

Empíricamente podríamos decir que el problema no tiene una solución conocida, por lo menos a la vista de tanto fracaso continuado en las interrelaciones humanas (baste consultar el índice de divorcios). Personalmente creo que no hay método infalible. Y probablemente llevan razón quienes afirman que el día en que se disponga de métodos técnicos, científicamente contrastados y fiables para averiguar de antemano cómo es una persona, y por ende deducir si conviene o no a nuestros propósitos, esos métodos serán ilegales por la invasión de la intimidad de la persona.

De momento, en el entorno profesional disponemos de una serie de herramientas como psicólogos industriales, empresas especializadas en selección, etc., cuyo uso sensato junto con nuestro sentido común sin hacer dejación de las propias responsabilidades (“porque el psicólogo ha dicho…”) realmente minimizan los posibles daños. Dicho de otro modo: lo que no está a nuestro alcance nos afectará de todos modos si la estadística nos es desfavorable; no suframos con ello. Pero continúa habiendo cantidad de cosas que dependen de nosotros mismos y por tanto podemos mejorar al escoger nuestros colaboradores, en cuyas manos pondremos una parte (o casi todo, según el tipo de asociación) de nuestro futuro profesional.

Es realmente muy difícil ver que uno se engaña a sí mismo escogiendo personas o decidiendo darles confianza en algo mientras el proceso de evaluación o decisión se está llevando a cabo. No obstante a posteriori, aunque nos pese, somos capaces de admitir nuestro error e incluso, en algunos casos, de identificar qué nos cegó. Por lo menos yo recuerdo algunas decisiones mías que resultaron en fracaso y en las cuales yo disponía de antemano de información más que suficiente para inferir lo que era probable que ocurriera (como acabó ocurriendo). Pero, como ocurre con frecuencia, en el proceso o momento de tomar la decisión me negué a aceptar lo que la evidencia indicaba y decidí fiarme de las personas, en lugar de hacerlo de los indicios, por más claros que fueran.

He hecho esta confesión como aclaración previa, ya que ahora me dispongo a enumerar errores comunes observados en los procesos de selección, que es en realidad el propósito de este artículo. Que quede claro que lo hago también desde el recuerdo de los propios fracasos, que es en lo que consiste la experiencia realmente. Existen muchos mecanismos mediante los cuales nos autoconvencemos de que estamos tomando la decisión correcta. Vamos a enumerar algunos de los observados, sin pretender en modo alguno un análisis psicológico del proceso de decisión.

El caso observado más a menudo es el de convertir las entrevistas con los candidatos a un puesto en una sesión de autocomplacencia y propaganda de la maravillosa organización que tenemos. Está bien estar orgullosos de nuestros logros y probablemente algo de esto hay que hacer en las entrevistas. Pero, siendo la selección una cosa difícil de por sí que requiere obtener el máximo de información sobre el candidato, invertir el tiempo reducido de la entrevista en hacer que se entere de dónde está en lugar de enterarse de quién tengo delante, no parece lo más prudente. Los buenos candidatos vendrán a las entrevistas documentados. Una breve puesta en contexto, de la información que ya deberían poseer, ha de bastar. En el futuro nos diremos “quién iba a pensar que fulanito…”, pero convenientemente silenciaremos que en la entrevistas en lugar de hacerle hablar a él le explicamos cuán maravillosos éramos nosotros.

Otra cosa que pasa, espero que cada vez menos, es que al buscar una persona para hacerse cargo de algún negociado de nuestra casa donde hay algún problema de autoridad o disciplina, nos parece que algún rasgo autoritario o peor del candidato ya nos puede convenir, “ahora se van a enterar…”. Por supuesto que se van a enterar; hasta nosotros nos enteraremos. Tener una selección exitosa es difícil, fallida es mucho más fácil. Si queríamos un “cabroncete” no nos quejemos después de tenerlo con nosotros.

El error más frecuente consiste en creer que se nos da bien; “yo los calo en seguida…”. Digamos que con la selección de personal nos atrevemos todos. Pasa algo parecido que con la organización, de entrada tampoco se necesita a ningún técnico para organizarse. En el caso de la selección, por algún motivo hay quien acostumbra a acertar y quien acostumbra a errar. Me atrevería a aventurar una teoría, pero no viene al caso pues sería largo; lo importante creo que es reconocer el hecho y contar con la contribución o la echada de ojo de aquellos en quienes confiemos. Una medida de prudencia dice que para posiciones importantes contemos con la asistencia de un psicólogo industrial, o que directamente encarguemos la selección a un gabinete especializado. Puede hacernos reflexionar sobre aspectos que no hubiéramos considerado. Pero no nos equivoquemos, el empleado lo tendremos nosotros, ni el gabinete ni el psicólogo. La decisión la debemos tomar nosotros, no nos valdrá el que alguien tuviera un informe psicotécnico impecable. Este sería otro error, confiar la selección exclusivamente a profesionales.

Otro error tiene que ver con nuestro buen hacer profesional: contratamos a alguien mucho más barato que la otra opción disponible y que hará el mismo trabajo, porque entendemos mucho y “a nosotros no nos la dan”. Realmente no nos la dan; nos la damos nosotros solitos. Hemos visto operaciones fallar porque aquellos a quienes contratamos para hacer el trabajo no respondían a las expectativas. En algunos casos llegando a arruinar la carrera de quien supuestamente los puso allí para que colaboraran con él.

Finalmente, como tributo a uno de los jefes más competentes que he tenido en mi vida profesional, uno que realmente ayudaba a sus colaboradores a entregar lo mejor de sí mismos (ver “HDB” en el artículo sobre El Sistema HOI del 26 de noviembre de 2007), voy a recordar dos consejos que me dio mientras llevábamos a cabo la selección para poner en marcha una planta de producción. El primero fue: “Nunca contrates a nadie que no necesite trabajar”; cuánta razón. El segundo fue a raíz de contratar determinadas posiciones de ingeniería, que él consideraba claves. Dijo que quería ver a los candidatos personalmente. Llegado el momento me dijo: “He cambiado de idea, no voy a entrevistarlos. Van a trabajar para ti, o sea que escógelos bien porque si no tú tendrás que hacer su trabajo”. Todavía más razón: no pensaba concederme excusa alguna, como se ha insinuado a lo largo de todo el artículo.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
25/05/2008

abr 252008
 

Hoy me gustaría reflexionar sobre un aspecto clave para una empresa, sobre todo para aquellas que han crecido y perciben que todo no se puede gestionar ni controlar como se hacía anteriormente.

Os lanzo una pregunta: ¿Os imagináis que pasaría en una sociedad o en un país como el que vivimos sin leyes? ¿Os imagináis un país como el nuestro sin controles?

Seguro que al inicio de las sociedades no hacían falta estas leyes o estos controles, aunque seguro que pronto desarrollaron un sistema en el que se estableció, o todos entendían, qué era lo que estaba bien y lo que estaba mal (valores) y también cómo debían de hacerse las cosas. También, seguramente, existía algún patriarca o jefe que controlaba que esto se aplicara.

Me gustaría que cogierais este ejemplo y lo aproximáramos al mundo empresarial. En las empresas, cuando se inician o cuando son pequeñas no es necesario establecer demasiados procesos, demasiadas normas ni demasiados controles. ¿Por qué? Porque existe un jefe que puede estar más o menos controlándolo todo y todos pueden saber más o menos lo que hay que hacer y cómo. No supone mucha dificultad y los que empiezan la empresa se encuentran debidamente implicados y aleccionados.

Ahora bien, qué pasa cuando una empresa crece. Es necesario establecer: procesos, normas y controles. Si no lo hacemos, deberemos poner muchos jefes. Pero cuidado cuando se abusa de jefes; a menudo lo que se fomentan son los reinos de taifas y diferentes formas de hacer no alineadas entre departamentos.

Por lo tanto, os propongo que fomentéis en vuestras empresas el establecimiento de procesos, normas y algunos controles para estos.

Los procesos y las normas permiten que tengamos unas leyes comunes que garantizan que apliquemos unos pasos y principios para llegar a un objetivo. Todos los conocemos y entendemos que están por encima de personalismos, por el bien de la empresa. También sabemos que podemos cambiarlos.

Los controles garantizarán que cuando alguien aparte la vista no se despreocupe de los procesos y las normas que se establecieron y pueda controlar que se siguen realizando y que están dando los resultados previstos. Si no es así, toca revisarlos y mejorar.

Creedme, las leyes (procesos y normas) y los controles nos ayudan a convivir, también en la empresa.

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
25/04/2008