feb 252009
 

Un paseo por los artículos de los diarios, las revistas periódicas y las tertulias más o menos informadas es siempre un ejercicio saludable, y yo diría que puede resultar optimista si uno pone buena voluntad y esfuerzo, pero sin lugar a dudas tiene una parte de deprimente. Mucho más deprimente si uno forma parte de aquel subconjunto de la humanidad que cree que hay gente que sabe cómo funcionan las cosas de verdad y, por tanto, piensa que, como diría el castizo: “el mando lo tiene todo previsto”. En este caso es mucho más deprimente porque pronto uno llega a la conclusión de que los que, hasta sólo hace un año miraban el mundo con aire de suficiencia, no es que no “lo tengan todo previsto”, sino que no tienen ni puñetera idea.

Parece que hay unas pocas cosas en las que hay un cierto consenso:

  1. La  situación en la que nos encontramos es debida a que para seguir haciendo negocios, alguien (el sistema financiero americano, básicamente) creó demanda donde de verdad no había, construyó castillos en el aire y se puso a vender humo, ganando mucho dinero mientras duró.
  2. Nadie  sabe cuál es la solución ni cuánto va a dura la crisis.
  3. La  economía de mercado no se pone en entredicho, si acaso una determinada manera de conducirla o más bien de no conducirla. Pasa como con la democracia: es el mejor sistema conocido, pero hay que mejorarlo.

Para los que quieran poner buena voluntad y esfuerzo, sobre todo esto último, momentáneamente se han acabado los tiempos de los despabilados que sólo hacen promesas y nada más. Cuando nos repongamos del choque volverá a contar el valor real, volverá a ser la hora de los que sean trabajadores, que pueden ser más optimistas que los que preferían explicarlo que hacerlo.

Pero volvamos al tema del artículo: ¿y mientras tanto los líderes dónde están? Si hablamos a nivel político, cuando miramos nuestros líderes para obtener respuestas, iniciativas, etc. el panorama es desolador. Sólo podemos esperar escoger la próxima vez, si es que hay dónde escoger, claro está, porque a veces parece que para liderar un partido político se tenga que hacer previamente un máster en estulticia o falsedad.

La  derecha, hasta hace poco defendía sin oposición “que el mercado, sin que nadie se meta, lo pone todo a su lugar…” y, momentáneamente, se ha quedado sin saber qué decir. Y necesitamos que todo el mundo aporte ideas. Pero que, encima, en lugar de hablar de lo que se habla en todos los puestos de trabajo, sean las oficinas de dirección, el taller o el mostrador de la tienda, se dediquen a ver si se hacen trampas entre ellos mismos y ¡a ver si se pueden tapar las vergüenzas…! ¡Como si no fuera ahora una ocasión brillante para demostrar que desde la barrera se tiene más perspectiva! De juzgado de guardia.

La  izquierda ya hace mucho tiempo que ha dimitido de sus obligaciones de  aportar ideas que contrasten con el discurso a menudo ultraliberal de la derecha. Cuando la economía iba bien, al menos eso nos decían, sólo hemos podido percibir de este lado un cierto acento al poner una red de seguridad más sólida debajo del sistema económico. Ya está bien, pero sería mejor si se hubieran atrevido a pensar por ellos mismos, proponiendo modelos alternativos a las ideas que todos habíamos aceptado como dogmas. Quizás se hubieran equivocado, pero les tendríamos más respeto. Tienen un problema de percepción de la realidad: por un lado, no se enteraron de que había una crisis -y en nuestro país, creativos y prolíficos como somos, teníamos dos con la del ladrillo- cuando incluso los niños de pecho lo saben bien y, por otro, parecen ignorar que están en política para aportar ideas, no sólo matices, aparte de gestionar bien y honestamente. Si no lo hicieron cuando se tenía que ser valiente porque estaba mal visto, que lo hagan ahora; si bien no tiene tanta gracia atreverse a citar a Keynes o a Galbraith, ahora lo hace incluso la revista Fortune.

Con respecto a los líderes de opinión, el panorama no es más edificante. Una cosa sí que es de agradecer, normalmente “los que sabían cómo iba el mundo” ahora son más humildes, incluso san Alan Greenspan admite que el sistema “had some bug” (tenía algún error). Haberlos, “haylos”, pero, “inasequibles al desaliento”, continúan diciendo que tenían razón antes y tienen razón ahora, pese a que no nos puedan explicar qué falla en el sistema o qué se  tendría que hacer en concreto. Sólo ayer por la mañana una tertuliana radiofónica madrugadora, no versada en economía según ella misma, hacía la reflexión que yendo todo como había ido, se había de regular algo, y no precisaba, lega en economía como ya se había confesado antes (no recuerdo su nombre, y me sabe mal; me cayó simpática, sólo decía cosas con sentido común). Lo inaudito del caso es que otro tertuliano, versado éste sí en economía, la  interpelaba en tono arrogante para que dijera qué regularía, qué regulaciones concretas pondría, etc. (de éste sí recuerdo el nombre, pero vamos a respetarle el sueño). Señor mío, usted es el economista, es a usted a quien atañe arrojar luz sobre los problemas manifiestos de la economía, sino ¿a qué se dedica usted, a preguntarnos a los que no saben? Es como si llevásemos el coche al taller y el mecánico se enfadara con nosotros porque no le sabemos decir qué falla, aunque sea obvio que no va nada bien. El tertuliano economista hacía un diagnóstico mucho más grave de la situación que ninguno de los otros, seguramente con conocimiento de causa; o quizás sin, si juzgamos por su sabiduría proverbial en no dar respuesta a problemas de su especialidad. ¡Ay estos economistas tan ilustres y creídos a veces!

O sea que no teníamos ni tantos líderes como nos querían hacer creer y  muchos menos de los que necesitamos. Pero sí que hay gente seria que trabaja para arrojar luz sobre los problemas que tenemos; sería injusto no reconocerlo. Mucho me temo que éstos no son los que ahora salen a explicarlo, pero ya saldrán cuando toque y espero que nos liberen de tanto charlatán ilustrado.

Mientras tanto nos tenemos a nosotros mismos. Y a los que les ha tocado estar en posiciones de responsabilidad en organizaciones y empresas están en una posición en la que la gente que les reporta mira para obtener respuestas, seguridad, ánimo y guía. Son los líderes locales y no pueden huir de ello. No nos preocupemos por no saber las respuestas que darían seguridad a nuestra gente. Quien nos las pide es lo suficientemente inteligente para saber lo que ya se ha dicho arriba, que nadie lo sabe demasiado bien y, por tanto, será condescendiente con nuestra ignorancia, pero no con nuestra inacción. Pero hay unas cuantas cosas que también sabemos, y es necesario que las subrayemos: la oportunidad para salir lo mejor posible es trabajar y trabajar bien, aportar valor de verdad (el humo tardará en volver a vender, las dificultades hacen que nos volvamos listos como compradores) y no conformarnos con el estado de las cosas, tenemos que innovar y mejorar todo lo que sea susceptible de ello. En tiempos de dificultad todo el mundo espabila; no nos quedemos parados.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
25/02/2009

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