mar 232008
 

Sigue apareciendo con frecuencia el argumento de que lo importante es la práctica, la ejecución, no la estrategia. Ello nos motiva a algunas observaciones que desarrollamos en este artículo. Nadie va a negar la importancia crucial de actuar, de hacerlo bien, de ejecutar impecablemente, etc.; como le queramos llamar. A los que, al poner este énfasis en la ejecución, desmerecen o niegan directamente el valor de la estrategia van dedicadas las siguientes reflexiones que hemos podido observar en la mayoría de los casos donde prima la acción, “donde por suerte no se hacen reuniones y la gente se dedica a lo que se tiene que dedicar”.

Cuando lo anterior ocurre en una empresa u organización que funciona bien, normalmente lleva las riendas una sola persona, generalmente el propietario u otro líder indiscutido, que imbuye al resto de una forma de actuar acorde con “lo que es importante”, que coincide con lo que quien está al frente tiene en la cabeza, a veces sin ni siquiera una formulación consciente. Así en tales organizaciones la acción se mantiene coherente “con lo que hay que hacer” y no se pierde el tiempo formulando inútiles planes estratégicos. Aquí es donde creo que hay que introducir la primera observación: la última frase  <<la acción se mantiene coherente “con lo que hay que hacer”>> se puede formular, sin desvirtuarla, también así <<la acción se mantiene coherente “con la estrategia”>>. Pues eso es, y no otra cosa, la estrategia: aquello que hay que hacer, en lo que estamos de acuerdo todos; o sea, el plan director, resida éste sin formular en la cabeza de un líder fuerte y carismático o sea el fruto de interminables discusiones para establecerlo, en una especie de parto de los montes.

Absolutamente de acuerdo en que lo importante es la ejecución. La estrategia es sólo un medio o método para que la ejecución sea coherente, y sigamos un camino que nos conduzca a alguna parte. Si no somos capaces de traducir nuestros mejores planes estratégicos en acción, no haremos nada. Pero los planes previos nos pueden ahorrar muchas acciones, esfuerzos y gastos que pueden no ser útiles para nuestros fines (si tenemos fines, claro; o sea, plan estratégico).

Resumiendo, en cualquier organización donde la unidad de acción y la línea de actuación no estén aseguradas, porque no tiene la “suerte” de contar con el líder visionario del cual emana toda sabiduría y a quien todos siguen, bueno será que se defina un plan estratégico, se aclare qué es importante para llevarlo a cabo y se diseñen planes para corregir el rumbo. O sea, no al dilema “estrategia o ejecución”, sí a la Estrategia para la Ejecución. Dejaremos, para comentarlas en otra ocasión, las organizaciones que tienen la suerte de tener la estrategia incardinada en el ADN de su líder. Simplemente nos reafirmamos en que también disponen de estrategia.

Tres reflexiones más:

A – Acción y Ejecución

Hasta aquí se han mezclado estos dos conceptos, vale la pena distinguirlos. Para hablar con propiedad es mejor decir que la estrategia es un medio para la acción. Cuando hablamos de que lo importante es la ejecución nos referimos a que la acción debe ser llevada a cabo impecablemente. Quienes predican que lo importante es la ejecución, en realidad dan por supuesto que lo que hacemos tiene sentido, por lo menos sentido común (o sea que responde a una estrategia, para otros) y además que si lo que hacemos lo ejecutamos muy bien, esto compensa con creces el no seguir una estrategia. Esto ya es más dudoso, aunque la mala ejecución de una buena estrategia seguro que es ruinosa. Finalmente quienes ponen el énfasis en la estrategia dan por supuesto que se tiene la excelencia en la ejecución. Los que venimos del mundo real sabemos que es mucho suponer y que la ejecución tiene sus propias dificultades.

B – Estrategia y falta de flexibilidad

Muchas veces, al criticar el ejercicio de diseñar una estrategia, lo que se sobreentiende es que luego no vamos a ser suficientemente flexibles para adaptarnos a las circunstancias cambiantes del entorno del negocio en el que nos movemos. Que vamos a pensar que ya hemos resuelto nuestro futuro de una manera definitiva, sin necesidad de tener en cuenta que el mundo se mueve. Si esto es así es porque no se ha explicado bien que todo ciclo de dirección completo y debidamente cerrado debe incluir, al menos una vez al año, el cuestionarse si los grandes objetivos marcados (lo que llamamos a veces visión), y las estrategias para conseguirlos, siguen teniendo sentido, hay que adaptarlos o cambiarlos por otros que sigan siendo aplicables. Sin lo anterior el plan estratégico está incompleto.

C – Plan estratégico y operaciones reales

Es de justicia reconocer que demasiadas veces, después del parto de los montes del ejercicio estratégico, perdemos de vista que todo era para guiar nuestra acción. Como que mientras diseñábamos la estrategia debíamos continuar actuando en el día a día (el mundo no se para porque nosotros nos paremos a reflexionar) podemos acabar interiorizando de forma inconsciente que todo era otra servidumbre más de nuestro entorno de trabajo. Es imprescindible que alguien mantenga en todo momento la voz de la consciencia y nos recuerde que todo era un medio para la unidad de acción dirigida a un fin. Si no estaremos perdiendo el tiempo y los escépticos tendrán su parte de razón. Si los modelos y mapas estratégicos no tienen una traducción clara en nuestras operaciones de cada día han de ser revisados, o rehechos desde cero, hasta conseguir una conexión clara entre los planes, modelos, etc. y las operaciones.

Cualquier esfuerzo encaminado a asegurar la trabazón entre estrategia y las operaciones del día a día será poco. Debe ser una exigencia mutua en cualquier entorno, particularmente entre consultores y clientes de consultoría.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
23/03/2008

mar 202008
 

A menudo se habla de innovación desde un punto de vista de investigación y desarrollo de nuevos productos o servicios. Muchas veces esta orientación viene fomentada incluso desde la administración. Parece que todos deberíamos focalizar nuestros esfuerzos en “inventar” cosas nuevas. Sabemos que esto no es fácil ni posible en muchos sectores.

Ahora bien, sí que podemos INNOVAR. Os recomiendo que ante las situaciones de incertidumbre económica a las que nos enfrentamos pongáis esfuerzos en REINVENTAROS. Es decir, mirad de qué forma podéis mejorar vuestros procesos, vuestra organización y la capacidad de ejecución. La forma de hacerlo es preguntando siempre de forma insistente el PORQUÉ de las cosas. ¿Por qué hacemos esto de esta manera? ¿Por qué nos gastamos esta cantidad en esta partida? ¿Por qué nos pagan los clientes o pagamos a los proveedores de esta manera? ¿Por qué tenemos estos stocks?, etc. Hay múltiples PORQUÉS y la buena noticia es que muchas mejoras están al alcance de vuestra mano y no dependen de lo que haga la competencia o de la evolución económica.

La situación económica nos obliga ahora a ser más eficientes, ser capaces de hacerlo mejor consumiendo menos recursos. VUESTRAS EMPRESAS ESTÁN LLENAS DE OPORTUNIDADES DE MEJORA.

Josep Maria Llauger
Gerente de AICON Consultores de Gestión, S. L.
Marzo 2008

feb 252008
 

La mayoría de artículos, conferencias y charlas parecen tener un leitmotiv oculto: “Lo que importa es lo que los Jefes hacen”. Entendiendo claro por jefes a los “realmente líderes”. Es verdad que esto es importante, pero la mera definición de jefe implica que tiene que conseguir los resultados a través de otros; de esos otros de los que raramente se habla, pero sin los cuales no hay equipo.

Por suerte también se habla del trabajo en equipo, pero casi siempre dando a entender que un buen equipo es mérito del jefe: pones un buen jefe y tendrás un buen equipo. Sí, pero no es suficiente. Esos otros, que olvidamos, no constituyen un buen equipo por tener un buen jefe delante. Constituyen un buen equipo si tienen un buen jefe (necesario), tienen ganas de hacer equipo y tienen las cualidades y preparación necesarias para integrarse en un buen equipo.

Es importante que empecemos por aceptar que no todo el mundo puede/quiere trabajar en un determinado equipo. (Algunas personas trabajan incluso mejor solas o sin equipo). La selección de los futuros componentes de un equipo es importante, independientemente de lo bueno que sea el jefe que les pongamos delante y de las capacidades de liderazgo que tenga. Realmente nunca serán suficientes nuestros esfuerzos para la formación de las personas. Y todas las formaciones son válidas, incluso las autodidactas, pero la empresa ha de poner recursos de su parte también, pues quien no siembra no recoge, y además los resultados acostumbran a ser proporcionales a los medios empleados. Que no sólo de jefes se vive; al final el trabajo deben hacerlo sus colaboradores.

Esos otros que forman el equipo y de quienes nos acostumbramos a olvidar en beneficio de los jefes que en este mundo se llevan toda la gloria, constituyen el objeto de los desvelos de los auténticos líderes, a quienes ayudan en todo momento a entregar lo mejor de sí mismos, a quienes obligan a funcionar cuando las motivaciones desfallecen y a quienes, en definitiva, ayudan haciéndoles seguimiento.

Nunca los jefes buenos de verdad, aquellos para quienes vale la pena trabajar, se pondrán por delante a sí mismos. Ellos son perfectamente conscientes de la importancia de los otros, sus colaboradores, sin los cuales nada conseguirían. Seamos pues consecuentes y demos a todas las personas que componen el capital humano de la organización la atención que su contribución al éxito común requieren.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
25/02/2008

feb 202008
 

Hemos superado el primer mes del año. Nuestros presupuestos económicos deben estar cerrados y tener claros cuáles son los objetivos para este año. Para conseguirlos deberíamos haber establecido un Plan de Acciones.

A menudo suelo comentar que una empresa que se propone unos objetivos y se olvida de detallar unas acciones para conseguirlos, o bien presupone que los alcanzará fruto de la inercia o bien realmente tiene una baja probabilidad de alcanzar sus hitos. Si la razón es la inercia debe reflexionar realmente si eso que ha llamado objetivos realmente lo son.

Creo que un aspecto crítico para romper nuestro día a día, que sin darnos cuenta nos lleva a años dejando por el camino objetivos y retos propuestos, es establecer claramente un plan de acciones con responsables y timings para cada uno de los objetivos que nos hemos marcado. Esto nos permitirá controlar si vamos por el camino correcto o reformular la forma de alcanzar los objetivos.

¿Para qué poner muchos esfuerzos en marcarnos objetivos si después no desarrollamos un plan de acciones para alcanzarlos? Además, un buen plan de acciones permitirá alinear y comprometer a más miembros de nuestra empresa en el reto de conseguir el objetivo pues hablaremos de acciones cercanas a su día a día en las cuales pueden colaborar.

Josep Maria Llauger
Gerente de AICON Consultores de Gestión, S. L.
Febrero 2008

ene 202008
 

En estos días muchos de vosotros me comentáis las incertidumbres que se os plantean con respecto al año 2008. Sin duda la coyuntura económica nos plantea ciertas dudas. A menudo esta situación se nos ha planteado durante el ejercicio de previsión económica que debéis de haber cerrado o estar a punto de cerrar.

No os traigo una forma mágica; no la tengo. Os recomendaría dos medidas claras:

  • Planificad claramente las acciones que queréis o tenéis que hacer. Debéis de estar seguros de que todos trabajáis más duro en la empresa para enfrentaros a la situación con medidas concretas.
  • Planificad diferentes escenarios ante incertidumbres económicas. Es decir, realizad diferentes supuestos de presupuesto y analizad el efecto económico que tiene sobre vuestras empresas. Esto os permitirá ver hasta qué punto podéis actuar y qué acciones podréis hacer según cómo evolucionen las cifras.

Vaya, si os fijáis, los dos párrafos empiezan igual, ¿debe de ser que un año con incertidumbres requiere una dosis más grande de planificación? Seguramente.

Josep Maria Llauger
Gerente de AICON Consultores de Gestión, S. L.
Enero 2008

ene 182008
 

Alguna vez nos ha pasado, a quienes hemos participado en alguna implantación informática de diverso alcance, que después tenemos que contar alguna historia, como mínimo, para quedar bien. Aparte de hacer el paralelismo con el célebre cuento de los Grimm, he observado que una implantación de sustitución o de ampliación (que se presenta como una sencilla ‘Blancanieves’) es mucho más delicada que una implantación de cero y que, aunque se tomen medidas, el resultado final no está nunca garantizado al cien por cien. Sin una planificación cuidadosa, lo más predecible es un fracaso si las expectativas creadas no se consiguen en la medida de lo que razonablemente se podría esperar; e incluso he visto implantaciones que ni siquiera han resultado operativas, sin entrar a buscar ‘culpas’ ni ‘culpables’. Y, personalmente, a  mi no me gustan las historias que acaban mal.

De este modo, expongo siete micro-recomendaciones (con el paralelismo de los siete enanitos) complementarias a las que pueden encontrarse en los libros de texto, que al final se quedan pequeños —he visto demasiados—, como el contenido de algunos platós ‘a la carta’; las mías, pues, son recetas mas caseras:

  • Recomendación 1, sobre las inocentes actualizaciones (dice el enano bonachón, però no por ello, tonto).No hay actualización pequeña. Ármese de todos los elementos necesarios para recuperar la  situación anterior al cambio. En casos de actualizaciones de software —por inocentes que parezcan y sea cual sea su alcance— firme un contrato de recuperación del sistema y de las aplicaciones anteriores, que obligue al proveedor a ocuparse de su restitución en caso de  errores.
  • Recomendación 2, sobre la evaluación previa (el enano tímido dice que no seamos  tímidos).Seguro que hay una inversión a hacer, ¿verdad? ¿A quién beneficiará: a usted o a su proveedor informático? Evaluar la inversión desde el punto de vista financiero y averiguar cuál será la tasa de retorno esperada puede resultar una aventura enorme si no sabe exactamente cómo se construye el coste de la inversión y, además, no puede evaluar la posible ganancia que podría obtener; plantéese seriamente resolver este tema antes de informatizar —actualizar— de nuevo. Aparte de los aspectos ya tan sabidos, como el de evaluar la capacidad de servicio del proveedor, la adecuación de la nueva solución para la empresa, etc., el primer requisito es evaluar el rendimiento de la inversión con la alternativa con la que siempre se debe de comparar: la posibilidad de no hacerla o, como mínimo, de aplazarla. La recomendación es no hacer ningún paso todavía, buscar otra solución… u otro proveedor de servicios, si no le ayuda en esto tan fundamental.
  • Recomendación 3, sobre los pre requisitos (no nos durmamos, dice el enano dormilón).Hace falta un análisis en profundidad sobre la oportunidad empresarial y, por supuesto, de la  situación de la empresa en el momento de tomar la decisión, para ver si se cumplen los prerrequisitos internos para hacer el traspaso de una solución a otra con cierta garantía de éxito. Por cierto, ¿el diagnóstico previo de la situación de la empresa debe de hacerla quien ya es parte interesada en poner en marcha la nueva solución? ¿No sería mejor un analista imparcial? Y después, ¿hará falta encontrar a alguien que haga de interlocutor entre la empresa y el(los) proveedor(es). ¿Y quién tiene que hacerlo, el mismo proveedor?
  • Recomendación 4, sobre los contratos (el enano gruñón también tiene algo que decir).Los proveedores ofrecen sus productos y servicios mediante contratos blindados; las posibles cláusulas de rescisión de contrato o de cobertura no nos servirán de mucho. Pero léalas: si encontramos cláusulas de pago incondicionado, para la próxima actualización cambiaremos inmediatamente de proveedor, aunque sea el que ya teníamos hasta ahora. No acepte ninguna cláusula que impida un pago importante final antes de que la solución nueva sea una realidad palpable, teniendo en cuenta el calendario previsto. Antes de firmar, mande incluir cláusulas de  penalización si no se cumple el calendario a pies juntillas.
  • Recomendación 5, sobre la planificación previa (planifique, y planifique bien, por supuesto, dice el mudito).Todo lo que hemos dicho hasta ahora exige el establecimiento de un cuidadísimo plan de acción, y es necesario que el diagnóstico previo haya evaluado los puntos y procesos críticos de negocio y cómo éstos están previstos y respaldados por la nueva solución. Respeto a la  información de proveedores y clientes, vea los procesos de construcción de pedidos, órdenes de expedición, albaranes, facturación, cobros o  pagos, que son esenciales, y la configuración de almacenes: ajenos, propios, intermedios, finales, de exposición, etc. No olvide la  codificación de productos, la formación de precios y presentación de expedición y venta, prestando especial atención a los ‘ficheros auxiliares’ internos, para ver cómo trabajan, la  claridad de identificación y la presentación de información, tanto de entrada como de salida.

    Como no hay una solución perfecta a la primera, hay que identificar unos cuantos controles preventivos —que el calendario tiene que haber previsto— para hacer un seguimiento efectivo. Cuidado con las ‘buenas voluntades’ expresadas por el proveedor, y  nunca escritas. Como en la “mili”, donde el valor se supone, la buena voluntad se da por entendida; pero precisamente es lo primero que se echa en falta cuando hay problemas no previstos. Entonces, no nos podemos quedar mudos.

  • Recomendación 6, sobre cuándo hacer el cambio (el enano mocoso no acaba de creérselo).Aplique la filosofía Tomasiana de ver para creer; asegúrese de que no se hará la sustitución hasta que la nueva implantación no demuestre hacer lo mismo, como mínimo, que lo que hace la antigua. Digo ‘lo que hace’ y no ‘lo que hacía’ porque hasta que la nueva no esté en pleno funcionamiento y correcto, no se hace el cambio definitivo. Procure que las ‘fases en paralelo’ se hagan y que sean mínimas. Establezca ‘estrategias de salida’. Si la implantación de una fase —ya no de la globalidad de la solución— no ha sido positiva, no se cierre las puertas; se tiene que haber previsto la posibilidad de restaurar el estado anterior o de volver al de la solución ‘antigua’. Esto marca coma no ‘cumplida’ esta fase, y no pase a la siguiente. Verifique exhaustivamente la facilidad práctica en la entrada de datos, la facilidad de los procedimientos de corrección de entradas incorrectas —aunque se hayan ‘validado’, con errores— y los formatos de salida de información antes de hacer la implantación definitiva o darla como buena; y, si hace falta, la capacidad del sistema de ir al estado anterior al del error.

    Si finalmente la nueva implantación funciona como cabría esperar, entonces, cambie. No antes. Tanto si tiene éxito como si no, sabrá por qué y, en este último caso, sabrá corregir lo que haga falta, pero no se habrá pillado los dedos más de la cuenta.

  • Recomendación 7, y final (dejemos paso al enano sabio).
    El último punto es muy importante. Si la nueva implantación es satisfactoria, entonces le recomiendo que reúna al personal y, en función de la complejidad de la nueva solución, se los lleve a comer para recompensarlos por su esfuerzo en todo el proceso. Si las cosas se ponen muy difíciles durante la implantación, no descarte hacer un ensayo sobre este punto que, aparte de subir la moral, puede dar una de las llaves definitivas sobre el éxito final. Los proveedores me perdonaran que no recomiende lo mismo para ellos: mientras que ellos ya se lo han cobrado, el personal suele ser el auténtico protagonista del cambio.

Y, al final, incluso nos creeríamos que ni la bruja esconde-problemas-desastres no podrá impedir que Blanca-implantaciones y los siete consejitos encuentren a su Príncipe Azul y todo aquello de que fueron felices para siempre… Pero no nos creeremos todo lo que los cuentos dicen, ¿verdad? Ya lo decía mi abuelo: ‘lo que no son cuentas, suelen ser cuentos’. Cuidado, pues porque, si en algún lugar hay magia, sólo se encuentra en el trabajo bien hecho… y no crea tanto en los cuentos.

Oriol Llobet
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
18/01/2008

dic 172007
 

Muchos empresarios se dirigen a mí estos días para preguntarme si hay crisis y qué va a pasar en el 2008. Entiendo que suponen que mi perspectiva de diferentes sectores me proporciona una mejor visión de la jugada.

Creo que ninguno de estos empresarios esperan que les responda con lo que pueden leer en la sección de economía de tantas revistas o diarios estos días. Sin duda, podríamos hablar de cómo nos dicen que está la macroeconomía y de las previsiones de crecimiento con la incidencia de la parada en el sector de la construcción, etc.

Ahora bien, yo propongo a estos empresarios que miren más a sus sectores, a sus clientes, a sus ofertas y a su empresa. Sin duda, nos encontramos muchos sectores con un elevado nivel de competencia —lo que ha comportado crecimiento o no—, pero en muchos casos con menores cotas de beneficios.

En muchas de estas situaciones observo sectores maduros. Pero lo que más me preocupa es que también encuentro lo que yo denomino EMPRESAS MADURAS; es decir, empresas que creen que lo que les pasa es por CULPA de la situación en el sector o en la macroeconomía y que no saben reaccionar en el momento oportuno para dar un paso al frente y establecer acciones para afrontar la situación. No os digo que sea fácil, pero sí que es indispensable pararse, reflexionar y planificar cómo podemos cambiar el rumbo de nuestras empresas para sobrevivir a medio y largo plazo.

Por lo tanto, me gustaría empezar el año 2008 siendo capaces de reflexionar si nuestra empresa está MADURA y si debemos darle un nuevo impulso.

¡Felices fiestas a todos de parte de todo el equipo humano de AICON!

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
15/12/2007

dic 142007
 

Estos días de antes de fin de año se prestan a una sèrie de actividades estereotipadas que prácticamente no dejan mucho espacio para la reflexión. Y ello a pesar de que, precisamente, estos días también deben servir para perfilar los planes de la empresa acerca de lo que vamos a hacer para el año próximo, se supone que después de una profunda reflexión.

Venga, acabemos con los presupuestos de una vez, que todo el mundo ya tiene ganas de estar relajado en casa y, los más afortunados, con la familia, pensando en qué van a emplearse los “Papás Noeles” con los críos y los mayores, dónde pasar el fin de año y luego, qué pasa con los Reyes…

¿Alguien ha pensado en qué le va a regalar Papá Noel o los Reyes Magos a la empresa?
Vamos a hacer una propuesta al respecto: ¿Por qué no reemplazamos la frase hecha de ‘año nuevo, vida nueva’ por ‘año nuevo, empresa nueva’?

No quiero decir que tengamos que cambiar de empresa, ni de trabajo ni cosas por el estilo; es algo mucho más fuerte aún. Propongo que el regalo que le hagamos a la empresa sea un nuevo look, pero desde los cimientos. Propongo que la cambiemos de arriba abajo, que le hagamos un lifting total, radical, un rejuvenecimiento en profundidad; no que aparezca como nueva, sino que lo sea.

Y si eso no es posible, aún podemos hacer algo más profundo: podemos cambiar nuestra propia mentalidad acerca de cómo la hemos visto hasta ahora y darle un enfoque diferente.

¿Es posible que la empresa pueda mejorar tanto que aparezca —por lo menos— rejuvenecida, como nueva, y con ‘ganas de marcha’, en lugar de languidecer año tras año? A ver: los presupuestos del año que viene ¿reflejan ‘otra vez lo mismo’, ‘un poco más de los mismo, pero más grande’ o muestran que la empresa tiene ‘ganas de marcha’ total?

Bueno, ojo con los acelerones, que a determinadas edades… Hay que dar cierto tiempo al tiempo, sí. Pero no más del que se precise y sin buscar excusas ni ambigüedades.

¿Sabe usted cómo puede realizar el cambio? Primero, planteemos las cosas como son y, luego, propongo que meditemos acerca de —si no tuviésemos éste y el otro, y el otro problema— a ver cómo estaría la empresa hoy o cómo podía estar mañana y por qué hemos dejado que le aparezcan esas feas arrugas y achaques.

¿Son inevitables, realmente? ¿O es que, en realidad, no encontramos otra manera de enfocar las cosas?

Si ésta es de alguna manera una conclusión en la que honestamente coincidimos acerca de la empresa, que nos da de comer, no sólo literalmente, sino sobre todo, desde un punto de vista mucho más vital y profundo —si sólo nos moviese el aspecto material hace tiempo ya no iríamos a trabajar— entonces, podemos empezar a hablar sobre algo que nos apasiona.

Y entonces, hablaremos del día de Reyes y de Noel y de toda la magia del mundo de estos días; sí, magia, que haberla —como dicen los gallegos— hayla. Y como en la empresa, la única que conocemos es la del trabajo bien hecho, entonces, hablaremos de nuevas técnicas —esta vez reales— para rejuvenecer la empresa…

¿No sería ése, quizá, el mejor regalo que pudiésemos hacerle a la empresa, nuestra vieja y entrañable empresa?

Oriol Llobet
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
14/12/2007

nov 222007
 

Unas notas en una agenda antigua me recordaron una etapa de mi vida laboral en la que el deporte del tiro al pichón (crítica cruel a los jefes) se practicaba con asiduidad en las tertulias con los compañeros de trabajo. Era una distracción como otra, sucedánea de hablar de fútbol, considerado en aquel entorno un tema menos culto (?~!). Todo el mundo criticaba a los jefes, como en todas partes, pero algunos lo hacíamos sistemáticamente y hasta con método.

Lo del método porque, siendo a su vez jefecillos algunos de nosotros, intentábamos descubrir las claves de la eficacia o ineficacia de nuestros criticados, que entonces adquirían ya la categoría de observados y objeto de estudio, y así los criticadores ya no nos sentíamos tan miserables. También es verdad que secretamente pretendíamos aprender de los aciertos y errores de otros, siempre más obvios y “objetivables”, para después podernos aplicar el cuento.

Con el tiempo, el patrón de rasgos para encasillar a los jefes fue concretándose y sobre todo simplificándose. La simplicidad era una necesidad por varios motivos:

  1. las tertulias de café en las que se practicaba el deporte de la crítica no permitían esquemas elaborados;
  2. no teníamos la preparación para elaborar una teoría que resistiera un análisis riguroso;
  3. no pretendíamos nada más que tener un esquema en el que entendernos nosotros mismos.

Sin contárselo a nadie (no me hubiera atrevido), empecé a escribir una especie de esquema, a darle nombres a los rasgos característicos de los jefes observados, sistematizándolos y ordenándolos por categorías. Con el tiempo, ya al margen de las sesiones de “crítica” mencionadas, el entramado evolucionó, unos temas se borraron, otros se refundieron o reordenaron, derivando el esquema inicial en un sistema simple, que se expone a continuación, por si a alguien le inspira algo útil, aunque sea desde la discrepancia más absoluta.

Digamos de entrada qué entendemos por jefe, en el contexto de este artículo: alguien que tiene personas a su cargo, sin el concurso de los cuales poca cosa puede conseguir en su área. Por tanto, no estamos hablando de líderes, aunque los jefes también pueden serlo. Así que no hablamos de liderazgo, sino más propiamente de management, por utilizar el término inglés que me parece más adecuado a lo que se quiere transmitir. De forma que a partir de ahora se pondrá manager en lugar de jefe, jefecillo, director o lo que sea; el nivel no es determinante.

El principal rasgo que caracteriza la esencia de un manager es la capacidad de obtener resultados a través de otros (de las personas que colaboran con él, normalmente sus subordinados). No entramos aquí en qué estilo de liderazgo emplea nuestro manager. No es que no sea importante, simplemente no es el objeto de este artículo.

El que se alcancen resultados útiles a través de otros (se sea eficaz como manager), no prejuzga que nuestros subordinados nos quieran, nos aprecien, estén motivados o descontentos. Con todo lo importante que esto pueda ser. No hagamos por tanto juicios de valor y quedémonos con lo práctico y tangible: resultados a través de otros, “hacer hacer”, “have the things done” o como cada cual quiera llamarlo. O sea, que ningún manager eficaz queda excluido de la condición de tal por el cómo lo haga.

Otro rasgo de un buen manager es la de entenderse y manejarse eficazmente con la información, como base para la acción. Es ésta una característica transversal al resto de principios, modos y maneras con que se persiguen los objetivos. No todos los managers lo llevan bien en este punto, incluso algunos que son eficaces. El mayor o menor dominio, incluso la ausencia casi total de esta habilidad, no implica la negación de ser manager, si conseguimos resultados a través de otros.

Extendámonos un poco. Por manejarse bien con la información queremos decir tres cosas que van ligadas de alguna forma:

  1. Ir a las fuentes de la información, desconfiando de interpretaciones o asunciones que se nos suministren ya hechas;
  2. Comprobar que la información responde a la realidad;
  3. Hacer seguimiento a las cosas de las que estamos informados y a las acciones que han sido decididas o planificadas.

El último rasgo de un buen manager se da en aquellos casos en que trabajar a las órdenes de alguien implica ir al unísono para conseguir unos objetivos que creemos propios, cuando parece que no se nos dirige pero se sabe a dónde se va, cuando el nivel de autoexigencia común sube, estando claro que no se va a desistir de alcanzar el objetivo señalado, aunque se empleen maneras educadas. En fin, que estamos en presencia de un manager que ayuda a que lo hagamos de la mejor manera posible sin que nos sintamos coaccionados.

Esta manera de ejercer de manager, que podríamos relacionar con estilos de dirección de los “bonitos” (participativo, coaching, etc.) es un rasgo más común de lo que parece. Pero lo que ya no es tan común, y que caracteriza a los managers excepcionales, es la combinación de esta manera de hacer con el principio que hemos enunciado en primer lugar: el de obtener resultados a través de otros. Pues en este mundo traidor hay que estar preparado para todas las eventualidades: no todos los empleados serán motivables o no siempre tendremos el tiempo para esperar que se convenzan de seguir sutiles indicaciones de rumbo, etc. Como manager no se puede dimitir nunca de conseguir los resultados.

Como la materia prima para nuestras críticas y observaciones fue relativamente abundante (había muchos jefes), la estadística ayudó a que acabaran apareciendo algunos de estos casos excepcionales, donde se evidenciaba que el arte de ejercer de manager puede llegar a cotas admirables. Los casos observados fueron pocos, pero cualitativamente muy importantes.

Finalmente nos queda formular el enunciado de lo que en el título llamamos Sistema HOI. Consiste en tres principios, ligados a los tres rasgos que se han descrito anteriormente. A cada principio se le asignó una frase de síntesis o slogan. Estas frases se formularon inicialmente en inglés, simplemente porque el entorno original de nuestras críticas y observaciones era de origen americano y así se quedaron. No recuerdo bien si estas frases son fruto de lecturas, adaptaciones o alguna combinación de ambas con lo que se quería expresar.

El Sistema HOI:

  1. Help Deliver the Best (HDB): Ayuda (a los otros) a entregar lo mejor de sí mismos. Por “otros” entendemos en primer lugar a los que nos reportan, pero los buenos managers no se quedan ahí, ayudan también a los de su propio nivel y a los de encima a hacerlo lo mejor posible. Estamos hablando del rasgo del que hemos tratado en último lugar, el que distingue a los excepcionales cuando se acompaña de los otros dos. Pero lo enunciamos en primer término, pues idealmente debe constituir nuestra primera línea de actuación.
  2. Obtain the Best From Others (OBFO): Obtén lo mejor de los otros. Cuando el principio HDB falla, por el motivo que sea, debe entrar automáticamente en acción. Conseguir los resultados es inexcusable; es el rasgo que hemos descrito en primer lugar, lo que constituye la esencia del manager. Idealmente debe constituir la segunda línea de acción, activándose sólo cuando HDB falla.
  3. Info Check, Follow-Up (ICFU): Comprueba la información, haz seguimiento. Constituye un rasgo metodológico transversal, que debe ayudarnos a no perder el rumbo. Hay que tomar las acciones basándonos en información contrastada, de cuya autenticidad no podamos dudar, no sólo porque nos hayan contado que “dice que…”. Comprobándolo por uno mismo se ahorra trabajo y disgustos. A las acciones decididas, hay que hacerles seguimiento. Sólo porque ya estén claras, incluso escritas, no van a materializarse.

El orden relativo en que aparezcan los dos primeros principios se considera importante porque implica dar preferencia a una línea de actuación sobre otra. Intercambiarlos implicaría hablar de otro sistema, no del HOI. En cambio el tercero, ICFU, siendo un principio transversal, puede estar en cualquier posición; depende de la inclinación de cada uno, de lo que se quiera resaltar o de lo que andemos más necesitados en un determinado momento.

Finalmente se puede objetar que este sistema con sólo tres principios es demasiado simplista, pues hay efectivamente muchas subdivisiones y matices posibles. Nada que decir, salvo que personalmente recorrí el camino en sentido inverso a fin de tener pocos principios, pero que fueran manejables en el mundo real.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
22/11/2007

nov 202007
 

Es posible que en muchos sectores hoy nos encontremos en un cambio de ciclo. Es evidente que nuestro entorno económico se ve envuelto de nubarrones; como siempre, en función del sector, éstos son más negros o incluso el cielo está despejado.

Repasando charlas que he tenido con empresarios y directivos, últimamente veo que muchas empresas están necesitadas de ACCIÓN. El mundo se mueve pero parece que en ocasiones muchas empresas no lo hagan. Me refiero evidentemente a una acción decidida hacia un futuro, porque en todas las empresas sin duda existe acción, pero quizás demasiada acción enfocada únicamente al día a día. Lo que reflexiono es que faltan pasos decididos hacia delante y sobran vueltas entorno a lo mismo.

Sin duda dar un paso adelante presenta dudas, miedos, pues puede suponer salir de lo que es nuestro espacio natural. No es fácil. Muchas veces simplemente asomamos la cabeza y no nos convence lo que vemos, volvemos al día a día; salir de ahí es meternos en un mundo de riesgo, aventuras, retos, etc. Nos gusta más el confort del día a día.

¿Pero el mundo se mueve? ¿Las cosas cambian en nuestros sectores? Parece que sí. Entonces, ¿nos podemos permitir el lujo de no movernos? Evidentemente mi respuesta es no. Os sugiero que hagáis que vuestra empresa se mueva; tirad de ella.

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
20/11/2007

oct 252007
 

Muy buena frase, ¿no creéis? No es mía, lástima; cuelga en el despacho de  Barry Beracha, CEO de Sara Lee Bakery Group. Con esta frase intenta hacer reflexionar a sus subordinados, antes de que entren en su despacho y hagan uso de su tiempo, de si tienen suficientemente analizado el tema que le van a exponer o proponer.

Alguien puede pensar que en la PYME esta frase no es de aplicación porque si tuviéramos que analizar las cosas, perderíamos demasiado tiempo. Pero ¿podéis calcular el tiempo que destináis en reuniones, conversaciones, etc. que acaban sin decisión al considerar que no se tiene la información necesaria para tomarla? Podéis valorar también: ¿cuántas veces no se adoptan decisiones por cuestiones meramente subjetivas que después llevan a fracasos? Creedme, no os digo que pidáis que en vuestra empresa se analice al detalle y con el mejor de los rigores los datos antes de tomar una decisión y que se aprovechen para realizar un bonito trabajo que después deberá ser encuadernado. ¡No! No se trata de eso. Se trata simplemente de que pidáis a las personas que entran en vuestros despachos o reuniones que hayan pensado y analizado brevemente lo que os van a exponer o proponer, que traten de eliminar subjetividad.

En AICON, este mes hemos empezado con un ciclo de conferencias dedicado al Activity Based Costing (ABC) o Costes Basados en Actividades. Este sistema de cálculo de costes está revolucionando las empresas por su capacidad de suministrar información para mejorar la rentabilidad de la empresa y de valor a los clientes. La reflexión en la que se basa el sistema es que lo que origina los costes en las empresas son unas actividades que van orientadas a producir un servicio o producto para unos clientes. En la medida en la que seamos capaces de analizar nuestros costes en base a estas actividades seremos más precisos en imputar costes a clientes, productos, servicios, etc. y esto nos llevará a analizar mejor nuestros procesos, detectar actividades que no añaden valor y tomar decisiones estratégicas sobre productos, clientes, etc.

Animaos a conocer el ABC y el ABM (Activity Based Management). Os sorprenderá cuánto os permitirá objetivar vuestras decisiones y recordad la frase del título.

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
02/10/2007

oct 222007
 

La respuesta obvia es nunca; no nos lo podemos permitir. La acelerada evolución tecnológica hace que ni tan sólo tengamos tiempo de preguntarnos si la necesidad de actualización es real, de tan intenso como es el bombardeo de nueva información, etc. que necesitamos para trabajar o simplemente vivir. En estas circunstancias, las organizaciones de toda clase, entre ellas las empresas, no tienen otro remedio que sistematizar la formación continua de su personal.

Y eso tiene dos vertientes: la primera es la necesidad de mantener al día los conocimientos que supuestamente ya tenemos, y la segunda es que a menudo debemos adquirir algún nuevo conocimiento o habilidad que nunca antes hemos tenido.

A las organizaciones nos cuesta estructurar nuestros esfuerzos en nuestro ámbito. Quizá porque el tema es “fluido”; la formación la estamos haciendo siempre que trabajamos, pero no es suficiente. Cuando nos ponemos a pensar cómo lo resolvemos —que sí lo hacemos—, a menudo nos encontramos en un marco de maneras de hacer y de cosas previamente dadas por supuesto que no es siempre el más eficaz. Es frecuente enfocar los problemas que requieren preparación contando con la gente cuya juventud nos asegure la necesaria agilidad mental. Esto siempre es una garantía. Sobre todo porque a menudo podemos constatar que a partir de una cierta edad es como predicar en el desierto, lo cual crea un serio problema: para mantener la organización actualizada nos podemos ver en la tesitura de tener que prescindir de una experiencia que no quisiéramos perder.

Por suerte, cada vez es más frecuente encontrar gente madura a quien la vida laboral ha obligado a estar siempre en la punta de avance de las técnicas de su profesión, etc. Son gente que de alguna forma ha integrado en su ADN el aprendizaje continuo. Nos gustaría pensar que esto irá a más y acabará generalizándose, diluyendo uno de nuestros problemas. Pero siempre tendremos la tentación de pensar que sólo la juventud tiene capacidad de aprender, de cambiar de campo de actividad o de adaptarse. Y mucho de esto hay; sin duda la edad juega a favor de la gente joven en estos asuntos.

Pero es la actitud ante la necesidad de seguir aprendiendo lo que marca realmente la diferencia. Si nuestra actitud frente a la necesidad de aprender una nueva técnica, enfoque, etc. es que ya no podemos, nos estamos incapacitando a nosotros mismos en la práctica. Sobre todo si esta actitud está muy interiorizada, como si de una verdad incontrovertible se tratara. Si creemos que una cosa no es posible, para nosotros acaba siendo imposible.

Damos por supuesto, claro está, que saltos en el vacío no son posibles. Si no somos físicos, por ejemplo, es mejor que nos creamos que no podremos dominar la mecánica cuántica de forma profesional. Nos referimos lógicamente a proposiciones que no ofendan el sentido común. Pero es bueno que recordemos que aquello de que “las ciencias avanzan que es una barbaridad” no funciona solamente para hundirnos en nuestra incapacidad de seguir el ritmo, —que también—, sino que también hace caer tabúes proporcionando vías de escape y esperanza.

Últimamente, algunas cosas dadas como verdades absolutas se han demostrado falsas. Me refiero a algunos axiomas, por llamarlos así, que al constituirse en “sabiduría popular” actúan como limitadores efectivos de nuestras capacidades reales. Y que, al no ser ya verdad, nos liberan mentalmente para afrontar nuevos retos y experiencias. Citemos algunas de estas cosas que la gente ha acabado creyendo “a pies juntillas” porque la ciencia supuestamente ya lo había dejado claro y que ahora ya no está tan claro o es justo lo contrario:

  1. A partir de los tres años el cerebro humano está fijado en su forma y función. En otras palabras; que podremos añadir nuevas cosas a la memoria, aprender nuevas habilidades y adquirir sabiduría. Pero la cartografía del cerebro de un adulto es tan inalterable como el color de nuestros ojos. Y como que el cerebro no puede cambiar, la naturaleza humana es también fija e inalterable, y no podemos cambiar.

    Pues bien, esta especie de dogma, que algunos llaman “nihilismo neurológico”, es falso según los últimos avances científicos, con todas las implicaciones positivas que comporta la falsedad de tal nihilismo, en particular para nuestra visión de lo que significa ser humanos. Ahora sabemos que las cualidades que nos definen en un momento en el tiempo proceden de las experiencias, las cuales conforman el cerebro física y funcionalmente, y que continúan modelándolo mientras vivamos.

  2. La cantidad de neuronas es fija a partir de los primeros años de vida. Por tanto, tenemos una dotación fija y limitada de neuronas para toda la vida. Su cantidad no podrá aumentar, sólo disminuir porque se nos van muriendo.

    También falso. Obviamente no con la misma facilidad, pero las neuronas continúan reponiéndose a lo largo de toda nuestra existencia. O sea, que el cerebro se mantiene, en general, en un estado de Work In Progress (Obra en Curso), por utilizar un término de fabricación, mientras la vida continúe. Su estructura es permanentemente maleable, incluso para la localización de funciones, por tanto “es permanentemente educable”.

Los cambios en el cerebro son evidentemente más fáciles mientras se es joven, pero la ventana de oportunidad de cambio nunca se cierra del todo. Las experiencias de una vida pasan a la siguiente generación. También algunos decían que no, que sólo contaban los genes.

Hay una tremenda ironía en todo esto: cuando creemos que nuestras habilidades y características están ya fijas, los esfuerzos encaminados a aprender cosas nuevas, ya sea académicamente o profesionalmente, tienen poco efecto. En general, están condenados al fracaso. En cambio, si nos dicen que podemos cambiar, esto nos galvaniza y empuja. Y esto último es en realidad lo que la ciencia nos dice últimamente. 

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
22/10/2007

sep 232007
 

En mi actividad como consultor y conferenciante en diversas organizaciones e instituciones a menudo me encuentro frente a propietarios, gerentes y/o directivos que están interesados en la metodología Balanced Scorecard (BSC) o Cuadro de Mando Intergral pero que dudan de que este método sea de aplicación en Pequeñas y Medianas Empresas (PYME). Charlando con ellos puedo deducir que sus dudas vienen motivadas por comentarios, lecturas e incluso opiniones de otros profesionales que muchas veces generan confusión sobre qué es un BSC y qué puede aportar a la empresa.

Una de las cuestiones que creo que genera mucha confusión son los términos o la mala utilización de los mismos. Podríamos definir un BSC de forma muy simple como un método de gestión empresarial que trata de enfocar la actividad diaria de la empresa en la consecución de los objetivos estratégicos. Es decir, BSC o Cuadro de Mando Integral no debe confundirse con Scorecard o con un simple Cuadro de Mando; incluso muchos profesionales de la gestión confunden estos términos.

De la simple definición anterior quiero subrayar que un BSC no es más que un método. Evidentemente existen muchas formas de dirigir empresas, ahora bien, muy pocos empresarios de una PYME podrían describir exactamente su forma de dirigir o su método. Mi experiencia me ha hecho darme cuenta de la importancia de tener un método, pues te ayuda a actuar siguiendo unos pasos, no saltándote nada que deberías haber tenido en cuenta. Por otro lado, también ayuda a que el resto de personas que trabajan contigo confíen en que hay un proceso detrás de la toma de decisiones que guía las acciones que ellos deben realizar y que éstas simplemente no se toman de forma totalmente arbitraria. Por lo tanto, un método nos da seguridad de por qué y cómo debemos hacer las cosas en la empresa.

Un BSC es un método para gestionar o dirigir una empresa; podemos asimilarlo a un manual de instrucciones de cualquier electrodoméstico que tenemos en casa. Por lo tanto, éste nos señala qué pasos tenemos que realizar para dirigir adecuadamente un colectivo de personas que deben unir sus fuerzas para la consecución de los objetivos de una compañía.

Pero un aspecto importante de estas instrucciones que aporta el BSC, en contra de muchos manuales de instrucciones, es que todos los pasos a seguir se rigen por la más absoluta de las lógicas. Es decir, todos seremos capaces de entender por qué se realizan unos pasos. Este aspecto para mí es de suma importancia pues es uno de los elementos que me cautivó de esta metodología.

Precisamente para mí ésta es la razón principal por la que aconsejo a propietarios, gerentes o directivos de PYME aplicar el BSC para dirigir sus empresas o departamentos. ¡Me encantan las cosas de una lógica aplastante porque son fáciles de explicar, entender, recordar y aplicar!

¿Cuál es pues la lógica del BSC? La intento explicar en unos pasos:

1 – VISIÓN. Lo primero que una empresa debería saber es dónde quiere estar al cabo de unos años. Es decir, si nos imaginamos la empresa en unos años, cómo seremos: qué facturaremos, que posición en el mercado, qué oferta, etc.

2 – ESTRATEGIAS. Si sabemos dónde queremos estar como empresa, debemos preguntarnos cómo conseguiremos esa posición. Es decir, qué estrategias básicas tenemos que llevar a cabo para alcanzar esa posición.

3 – FACTORES CLAVES DE ÉXITO (FCE). Debemos analizar cada estrategia y preguntarnos cuáles son aquellos factores críticos o clave para que podamos tener éxito al desarrollar esta estrategia.

4 – PERSPECTIVAS. Los FCE que identificamos para cada estrategia se agrupan en 4 perspectivas básicas: Económica/Financiera, Clientes/Mercado, Organización/Procesos y RRHH/Innovación. La lógica de las cuatro perspectivas es que el éxito en la mayoría de las empresas viene señalado por la consecución de unas determinadas cifras económicas. Pero para alcanzar estas cifras debemos conseguir que unos clientes apuesten por nosotros frente a la competencia. Lograremos que los clientes adquieran nuestros productos o servicios en la medida en que nuestros procesos y organización sean competitivos y le presten la calidad que ellos precisan mejor que nuestra competencia. Todo esto lo realizaremos sobre la base de tener un equipo humano adecuado, bien dirigido, motivado, innovador, etc.

5 - INDICADORES. Si hemos identificado una serie de aspectos clave, críticos, para alcanzar nuestras estrategias y, por lo tanto, la visión, por qué no les ponemos un parámetro que nos indique si estamos avanzando adecuadamente. Estos indicadores, o como se acostumbran a llamar en esta metodología, Key Performance Indicators (KPI), deben tener unos objetivos para cada período. Es posible que un indicador no sea suficiente para señalarnos si cumplimos un FCE. Podemos construir un árbol de KPI donde veamos fácilmente, por ejemplo, que para lograr un KPI deberemos controlar 2 indicadores que a la vez vienen explicados por 2 indicadores más.

6 – PLANES DE ACCIONES. Si hemos puesto los KPI con un objetivo para cada período, ¿será esto suficiente?, ¿estaremos gestionando la empresa de una manera diferente? La respuesta es no. Faltará establecer un responsable de cada KPI que lidere el establecimiento de un plan de acciones para alcanzar los objetivos de ese KPI para cada período y que marque en qué momento y quién revisará la consecución de estos objetivos. Este punto es esencial porque de nada sirve fijarse unos objetivos fantásticos que nos deben conducir a unas estrategias estupendas si después, dentro de la empresa, seguimos ejecutando igual y no controlamos y tomamos decisiones correctoras si no vamos por el camino correcto.

¿Existe lógica en los pasos anteriores? Quizás en alguno no me haya querido extender demasiado, pero créanme; la lógica es aplastante en cada punto.

Otra pregunta que nos surge siempre es: ¿pero es muy complicado desarrollar estos puntos? La verdad es que a menudo encontramos empresas que se han llegado a complicar bastante, aunque la verdad es que es muy sencillo, quizá porque se han perdido en el camino y necesitan recuperar la senda adecuada. Mi recomendación es que si queremos ponernos en forma, debemos empezar por conocer nuestra condición física actual y entrenarnos poco a poco. Una empresa no es nada más que un organismo vivo, por lo que podemos empezar por introducir esta metodología como uno sistema muy sencillo que después podremos sofisticar.

Sería demasiado extenso poder dar las recomendaciones oportunas en este artículo para implantar de forma eficiente y fácil el BSC en una PYME. Además, seguramente serían consejos que deberían analizarse según la situación de cada empresa. Lo que quería resaltar en este artículo es la importancia de tener un método y que el BSC puede ser muy válido al ser lógico. Espero que coincidan conmigo en estas conclusiones. 

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
23/09/2007

sep 202007
 

No, no se han confundido. Esto es Infomanagement y, por lo tanto, estas líneas están dedicadas al mundo de la gestión de negocios. Ahora bien, estos días la reflexión con muchos colegas y empresarios ha sido la misma: ¡Empieza el nuevo curso!

Muchos de nosotros coincidimos en que los cursos empresariales se deberían establecer de septiembre a julio, dado que en agosto, al menos en España, la actividad se paraliza en muchos sectores.

¡Qué mejor momento pues para marcarse los objetivos del nuevo curso! Ahora bien, diferenciemos estos objetivos de los económicos, ya que seguramente todos veamos más procedente establecerlos de enero a diciembre.

Propongo establecer objetivos en términos de qué debemos aprender, qué cosas deberían cambiar en nuestra empresa, qué aspectos debemos mejorar, etc. orientados a la forma en la que hacemos las cosas, es decir, la forma en la que gestionamos, dirigimos, actuamos, ejecutamos, etc.

¡Decidid con qué materias vais a cargar la mochila y no os perdáis en el día a día porque en el mundo competitivo, los suspensos se pagan caros y repetir curso es muy costoso!

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
20/09/2007

jul 232007
 

En el artículo anterior tratamos el tema fijándonos en el objeto de la decisión, la acción y centrándonos en los distintos actores implicados en toda decisión: los Ejecutores, los Decisorios, los Proponentes, los que Tienen Algo que Decir y finalmente los que Tienen que Estar de Acuerdo.

Hoy nos centraremos más en el proceso de decidir en sí, en los componentes del proceso o los estadios o etapas del proceso.

Y además consideraremos un poco los distintos enfoques que este proceso admite o acostumbra a tener. Pero sin perder de vista lo que ya dejamos claro la otra vez sobre la acción: “Una buena decisión ejecutada con presteza es mucho mejor que una decisión brillante ejecutada con lentitud o mal”, o sea, que no debemos perdernos en filosofadas o “que el leer no nos haga perder el escribir”.

A menudo, cuando examinamos las acciones de éxito de alguien (persona u organización), pensamos que deberíamos imitar las acciones de este alguien, cuando en realidad quizás nos convendría más imitar el proceso mental o intelectual que le ha llevado a tomar las decisiones que han dado lugar a las acciones que admiramos.

Comencemos por identificar los diferentes estadios de toda decisión, para lo cual podemos usar una división comúnmente aceptada: a) Determinar lo que es importante a considerar, b) Analizar las relaciones causa-efecto, c) Aclarar el camino para tomar una decisión (el árbol o la arquitectura) y d) Decidir la mejor opción.

Así dicho parece puro sentido común, sobretodo si aplicamos la lógica cartesiana, en la que han intentado educarnos.

Comentemos los pasos con un poco más de detalle:

  1. Qué es importante: Normalmente tenemos muchos ingredientes y corremos el riesgo de perdernos, por tanto hacemos el esfuerzo de ponderar los factores para descartar aquellos que tienen poca o nula trascendencia y así reducir el problema a una cantidad humana de variables que nos permita trabajar eficazmente.
    Normalmente nos fijaremos sólo en aquello que es importante de una manera obvia, porque de otro modo las posibilidades de considerar variables aumentan, a menudo exponencialmente, y nunca llegaríamos a una conclusión.
  2. Causa-Efecto: Establecemos las relaciones de este tipo que hay entre los ingredientes o las variables, una vez reducidas en cantidad.
    Si somos disciplinados (y eficaces) seguramente podremos establecer una relación clara entre las variables. Quizás algún tipo de regresión lineal, que es un método válido y bien aceptado y que nos permite reducir la complejidad del mundo, de forma que nos podamos entender con él.
  3. Árbol de decisión: No es un tema menor, en realidad aquí comienza la decisión. Dependiendo de en qué orden nos hagamos las preguntas estaremos descartando posibles salidas del proceso y, por tanto, condicionando el resultado final. No es lo mismo, para decidir si vas a París en avión o tren, valorar más el tiempo que el dinero, el resultado dependerá de qué pongamos (y por tanto consideremos) en primer lugar: la rapidez o la economía.
    Típicamente dividiremos el problema en partes lo suficientemente pequeñas como para que puedan ser atacadas por separado, para después volver a montar el puzzle con las conclusiones o soluciones individuales.
  4. Tomar una decisión: Escoger una de las opciones posibles es decidir. Normalmente cuando llegamos a este punto, si hemos sido rigurosos, tenemos un subconjunto limitado de opciones, porque por el camino nos hemos ido simplificando la vida, tal como se nos ha educado a hacerlo.

Llegados a este estadio ya sólo nos queda escoger entre las opciones disponibles, previamente cuantificadas y ponderadas, utilizando un esquema de “esto o aquello”.

¡Qué bonito nos quedó!

Como diría el castizo “simple como la vida misma”, porque, cartesianos como somos (o como han intentado educarnos), hemos simplificado las cosas lo suficiente como para poderlas tratar y entender. Es bueno y está bien. De hecho, ¿de qué nos iba a servir sino haber ido a la escuela si no supiéramos diseccionar problemas?

El problema es que hasta aquí casi todo el mundo es capaz de hacerlo más o menos igual de bien, con la formación y entrenamiento adecuados. Y a veces para triunfar no es suficiente con hacerlo igual que otros. Puede ocurrir que el problema que haya que resolver sea complejo en su naturaleza y no admita simplificaciones.

Pasa un poco como en fabricación, los fundamentos básicos de la organización industrial y la división del trabajo hay que dominarlos, constituyen “el Taylorismo” para entendernos.

Pero después ha habido alguien que ha hablado de “Toyotismo”, de “Just In Time”, etc. Estos son estadios superiores de la organización industrial, que dan por supuesto que se dominan las bases (no que se olvidan o que no ya no sirven).

Por esto, como hemos insinuado más arriba, las acciones espectacularmente exitosas que admiramos, a menudo son fruto de un proceso de decisión que no rehúye la complejidad y donde se contemplan simultáneamente opciones contrapuestas e incompatibles, sin descartarlas para simplificar, forzando que la decisión salga de la contraposición, la contradicción, la tensión y la síntesis de aspectos de caminos opuestos. Lo que podríamos llamar un método de decisión no lineal.

De hecho, de alguna forma con las máquinas se ha inventado el proceso paralelo para empezar a avanzar en el sentido apuntado. Pero el proceso paralelo, generalmente, sigue siendo un pensamiento lineal aplicado a una opción mientras en paralelo hacemos lo mismo con otra de las opciones. Aquí queremos decir algo más.

Para entendernos:

  • En el punto A): Deberíamos buscar factores que quizás no sea tan obvio que sean importantes, pero que potencialmente puedan ser determinantes.
  • En el punto B): Deberíamos considerar relaciones multidireccionales y no sólo lineales entre las variables.
  • En el punto C): Deberíamos mirar el problema como un conjunto, viendo cómo encajan las distintas partes y cómo una decisión afecta a otra.
  • En el punto D): Habría que resolver las tensiones entre ideas contrapuestas, posiblemente forzando la generación de soluciones innovadoras.

No estamos diciendo que debamos complicarnos la vida si no es necesario.

El método cartesiano constituye la base. Debe aplicarse sistemáticamente.

Pero no olvidemos que no todo es simplificable siempre.

En determinados casos, aplicando la lógica del “divide y resolverás” simplemente llegaremos a las mismas conclusiones que nuestra competencia y, por tanto, nuestra ventaja será escasa o nula.

Entonces convendrá dar un paso más.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
23/07/2007

jul 202007
 

En este último editorial antes del período vacacional os quería hacer reflexionar sobre una oportunidad que para muchas de vuestras empresas será nueva como disciplina, si bien aplicada en algunos casos: EL MARKETING INTERNO.

Tradicionalmente, la amplia disciplina del MARKETING se ha orientado al mercado de la empresa y, por lo tanto, a sus clientes; es decir, aquellos que adquieren algún servicio o producto a la misma. De hecho, hay quien define el Marketing como “conjunto de actividades destinadas a lograr, con beneficio, la satisfacción del consumidor mediante un producto o servicio”.

El otro día tuve la oportunidad de leer un artículo muy interesante que reflexionaba sobre las probabilidades de la empresa de satisfacer adecuadamente al cliente o consumidor si paralelamente no aseguraba la satisfacción de su personal.

Es por este motivo que en los últimos años se está insistiendo en el concepto y disciplina del MARKETING INTERNO. Este concepto se orienta a los clientes internos de la organización: los empleados. Éstos son los elementos básicos de la empresa y de su compromiso, motivación y satisfacción dependerá en buena parte la capacidad competitiva de la empresa y, por lo tanto, la capacidad de obtener beneficios y perdurar en el tiempo.

Por ello os propongo que reviséis hasta qué punto atendéis adecuadamente al cliente interno y, al igual que el cliente externo, buscáis fidelizarlo y obtener el máximo beneficio de él.

Para terminar, simplemente me gustaría desearos unas felices vacaciones, aprovechadlas para recargar baterías y disfrutar. Estaremos de nuevo de vuelta con nuestro Infomanagement a finales de septiembre.

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
20/07/2007

jun 252007
 

Cada día que vamos al trabajo nos vemos en la tesitura de tomar una serie de decisiones, algunas fáciles, otras difíciles. Algunas constituyen un auténtico tormento, un proceso lleno de incertidumbre, angustias y dolores de cabeza varios.

Merece la pena reflexionar en el proceso en sí mismo, en el hecho de decidir, qué implica, qué supone, qué requiere, etc.

¿Cómo nos lo montamos en la práctica para decidir? ¿Quién tiene realmente la potestad de decidir sobre un caso concreto?

Podríamos hacernos muchas preguntas semejantes, pues la realidad se complica un poco, como siempre: una buena decisión normalmente comporta la contribución de distintos roles decisorios, por llamarlos de algún modo.

Antes de exponer los elementos que pueden contribuir a conformar una decisión y, por ende, dejarnos llevar por la teoría, quiero hacer una afirmación rotunda, para aclararnos y evitar caer en la inacción:

“Una buena decisión ejecutada con presteza es mucho mejor que una decisión brillante ejecutada con lentitud o mal”.

Para remachar el clavo: “Si no extraemos decisiones con presteza de nuestra maravillosa planificación estratégica, mejor será que dejemos de planificar y empecemos a decidir”. Y aún más: “El trabajo de un líder o jefe es, por encima de todo, tomar decisiones. El resto son sólo herramientas para decidir bien.

Aclarado esto, entremos en harina.

Puede ser ilustrativo constatar que en una decisión de empresa, de tipo operativo, nunca estamos solos; siempre hay otros actores, que no necesariamente ayudan, pero que están ahí y no podemos dejar de lado. Son de diversos tipos:

  1. Ejecutores: Aquellas personas a quienes corresponderá ejecutar lo que se decida. Sin su correcta ejecución, la decisión sirve de poco.
  2. Decisorios: Aquel a quien corresponde en último término tomar la decisión, con los consejos que se quiera, pero que, en última instancia, decidirán.
    Si no queremos salir escarmentados y no llegar a ninguna parte, es de vital importancia saber quién puede decidir qué cosa. A menudo diferentes actores creen honestamente que tienen la potestad de decidir sobre un tema; esto acostumbra a no ser verdad, por ello es mejor aclararlo a tiempo.
  3. Proponentes: Aquellos que, por su posición, tendrían que hacer propuestas o proporcionar consejo. Normalmente deberían hacerlo con datos elaborados y trabajados. Hemos de esperar propuestas útiles de gente analítica, con capacidad de organizar cosas y que normalmente aplica el sentido común.
  4. Tienen algo que decir: Normalmente gente que se verá afectada por la decisión que se tome. Es conveniente tenerlos en cuenta.
  5. Tienen que estar de acuerdo: Por su posición, necesitamos su concurso para que el tema prospere. Normalmente son colegas de quien promueve la decisión. De hecho su no acuerdo equivale a un veto. Tienen poder de veto, al menos en la práctica.

Es bueno que seamos conscientes de que no estamos solos en el mundo y, que, por nuestro propio bien, nos puede convenir cultivar el entorno. Siempre seremos más eficaces si no estamos solos en las decisiones.

Los procesos de toma de decisiones han sido siempre objeto de atención a lo largo de la historia. Recordemos El arte de la guerra de Sun Tzu, El príncipe de Maquiavelo, etc. En tiempos más recientes, la explosión de estudios, teorías, etc. es simplemente espectacular, pues el tema lo merece y las consecuencias económicas de las decisiones son de primera magnitud.

Recordemos: el objetivo es la acción. Un buen proceso de decisión no acaba con una decisión, si no con su aplicación o implementación, como se dice ahora.

El objetivo tampoco es el consenso, aunque sea muy bonito.

Lo realmente importante es que quien tiene que llevarlo a la práctica lo haga bien, con convencimiento, aunque personalmente hubiese preferido otra cosa.

Muchas veces la persecución del consenso (deseable, por supuesto) acaba convirtiéndose en un obstáculo para la acción. Una vez más: la acción es el objetivo, el consenso puede ser un buen medio para la acción.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
25/06/2007

jun 202007
 

El pasado 14 de junio AICON participó en el primer fórum BARC que se celebró en España. Este foro citó a fabricantes de software, expertos y clientes interesados en Business Intelligence.

El Business Intelligence suele definirse como la transformación de datos de la empresa en conocimiento para generar una ventaja competitiva (Gartner Group). A menudo, en las compañías se dispone de muchos datos, pero éstos no constituyen realmente información debido a que no se pueden trabajar ni se estructuran de manera adecuada. Hoy en día, no dejamos de oír que estamos en la sociedad de la información; pero alerta, no hay que confundir información con datos.

En este foro presentamos una conferencia titulada ¿Cómo asegurar la eficiencia en sus procesos empresariales? En ella quisimos explicar cómo dos herramientas como el Balanced Scorecard (BSC) y el Activity Based Costing (ABC) nos pueden ayudar a mejorar la eficiencia, ya que se trata de unos métodos de gestión y análisis orientados a la consecución de los recursos con los menores recursos posibles (económicos, tiempo, etc.).

Finalmente, me gustaría reflexionar con vosotros sobre una de las barreras con la que me encuentro habitualmente en las empresas. Muchas veces se cree que la buena información es aquella que cuesta mucho obtener porque resulta complicada. En cambio, mi experiencia me dice que la mejor información acostumbra a ser muy fácil de conseguir y básica; la tenemos al alcance de la mano. Por tanto, la clave está en saber qué es lo que tenemos que controlar para alcanzar nuestros objetivos empresariales.

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
20/06/2006

may 202007
 

Este mes me gustaría utilizar estas líneas para recomendar un método lógico y de sentido común, pero ya sabéis a veces el sentido común es el menos común de los sentidos.

El método se iniciaría con una planificación. Debo señalar que muchas veces identifico en muchas empresas que existe una falta de establecimiento de objetivos a medio o largo plazo, incluso a corto. En otras ocasiones estos objetivos están marcados; ¿es esto planificación? Para mí no. Los objetivos son muy importantes, pero tanto o más que éstos lo es establecer unos planes de acciones que nos permitan marcar el camino a seguir para conseguirlos. Tendríamos que revisar si más bien no debiéramos considerar un objetivo que se cumple sin un plan de acciones como una extrapolación, pues en muchas ocasiones se consiguen simplemente con la inercia.

Si tenemos unos objetivos con unas acciones planificadas para conseguirlos podemos controlar cuantitavamente y cualitativamente su consecución. Es muy importante poner indicadores a un objetivo y, por qué no, a los hitos más importantes del plan de acciones.

Si controlamos, pero no revisamos los datos de los controles realizados, ¿no carece todo el proceso de sentido? La fase de revisión para mí es clave. ¿Quién acierta a la primera en los planes de acciones que definió, incluso en los objetivos que estableció? Revisar es lo que nos enriquece, pues nos hace aprender en qué hemos acertado y en qué hemos fallado para poder corregir y/o mejorar.

Por lo tanto, debemos tratar de marcar objetivos pero no olvidarnos de que éstos deben ir acompañados de PLANIFICACIÓN, CONTROL y REVISIÓN.

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
20/05/2007

abr 252007
 

Una queja frecuente entre los empleados “motivados” o con capacidad de estar motivados es preguntarse: “¿Pero dónde va la organización? ¿Dónde se quiere ir? ¿Cuál es el proyecto?”

Esta o cualquier expresión equivalente denota una falta profunda de comunicación en la empresa.

Los motivos para no comunicar cuál es el proyecto, o dónde queremos ir, suelen ser diversos, cuando son conscientes: a) Esto sólo concierne a la dirección, b) A los empleados lo único que les importa es el dinero que les pagamos, c) No necesitan esta información para trabajar, d) No lo entenderían, e) Los planes de la compañía son secretos, f) etc., etc.

La verdad es que para que la gente pueda tomarse el trabajo con interés necesita saber cuál es el propósito de su trabajo a medio o largo plazo, más allá del objeto inmediato en sí. Si no lo sabe difícilmente pasará del mero intercambio de unas horas de su tiempo por un dinero.

Enlazando con lo comentado en ocasiones anteriores, podríamos decir que, si no logramos que nuestro mensaje de “a dónde vamos” llegue a los componentes de la empresa, seguiremos estando solos “tirando del carro”, podremos tener empleados, pero no colaboradores.

Es importante que el mensaje “llegue” sin distorsiones y que sea comprendido. No es suficiente con comunicar.

Sólo si lo que comunicamos es comprendido podemos esperar que sea compartido, integrándose más personas al proyecto.

Emprendedores dinámicos, que generan y empujan ideas innovadoras, rodeados de empleados capacitados y con ganas de ponerle ilusión, siguen encontrándose “solos” en su proyecto, porque es “su” proyecto y no el del equipo.

Es más importante salir del círculo vicioso de la falta de comunicación y entendimiento mutuo que disponer de excelentes planes estratégicos.

Lo que transmitamos a nuestros colaboradores debe ser claro. Y debe identificar cuáles son las cosas determinantes para conseguir los objetivos, lo que llamamos factores claves de éxito.

En fin, hay que pensárselo dos veces antes de adoptar cualquiera de los motivos para no comunicar lo que se persigue.

Es verdad que los componentes de una empresa no necesitan conocer toda la información que maneja la dirección. Pero no es menos cierto que, puestos a analizar, casi siempre la información al alcance de los trabajadores peca antes de escasa que de excesiva.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
25/04/2007

abr 202007
 

En mi posición de liderazgo de AICON y de participación en proyectos de consultoría, no dejo que enfrentarme a las dificultades del cambio. En muchas ocasiones comparto con gerentes o empresarios la necesidad de que en sus empresas cambien algunas cosas. Ahora bien, muchas veces son estas personas las que después se muestran conformistas y son las principales barreras para el cambio. ¿No deberíamos empezar por entender que nosotros como personas también debemos vivir el cambio?

Los empresarios y gerentes debemos entender que parte de nuestra función es difundir el INCONFORMISMO dentro de la organización. Debemos procurar que todos en la empresa miren hacia los lados, vean la rapidez con que el mucho cambia y las oportunidades y amenazas que se nos plantean.

Indudablemente fomentar este INCONFORMISMO y, por lo tanto, promover una voluntad de cambio permanente no es la situación más cómoda. ¿Pero acaso buscamos únicamente comodidad? ¿No deberíamos también buscar ilusión y placer en nuestro trabajo, en nuestra vida y en la de nuestro personal? Pensemos qué puede pasar en nuestra empresa si no existe este sentimiento. No podrá producirse el cambio; en su lugar, habrá inmovilismo, falta de retos, falta de reacción, etc.

Reflexionemos sobre lo anterior y os recomiendo que lo hagáis después de entrar en el enlace que os proponemos ver y escuchar, el discurso de Steve Jobs, CEO de Apple. A alguien le puede parecer que no vale la pena escuchar las palabras de una persona que lidera una empresa muy grande, con mucha capacidad, que seguramente está de vuelta de todo y que es muy fácil decir determinadas cosas desde el éxito conseguido profesionalmente. Os aseguro que después de ver este vídeo sentiréis que habéis aprendido y os sentiréis deferentes. Quizá entonces podréis afrontar el INCONFORMISMO y el CAMBIO de una forma divertida y con una reforzada ilusión.

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
20/05/2007

mar 232007
 

Hace un par de meses, hablando de los dilemas a los que se enfrenta “el que tira del carro”, o sea el jefe, dejamos algunos cabos sueltos, o muy sueltos, debido a la brevedad obligada del artículo, aparte de las limitaciones propias del que suscribe.

Hoy, de alguna manera entraremos en una de las puertas que entonces parecieron abrirse, y hablaremos un poco de cómo se supone que debe ser el jefe para que no estén realmente solos en la tarea.

Hay muchos estudios sobre los distintos estilos de dirección o liderazgo y sobre los motivos que impulsan a los jefes que los representan.

Una forma muy aceptada define seis estilos de dirección, que recordaremos brevemente con sus principales características:

  • Directivo: Implica mando, control y frecuentemente coerción. Es cuando se le dice a la gente lo que tiene que hacer y las consecuencias si no se hace. Puede ser muy apropiado en momentos de crisis.
  • Visionario: Define con autoridad y claridad los objetivos y estrategias. Muy efectivo para motivar equipos preparados a largo plazo, si proviene de una persona con ascendiente sobre el resto.
  • Afiliativo: Enfatiza la importancia de las necesidades humanas y emocionales del grupo, tendiendo a evitar conflictos. Puede ser efectivo en combinación con otros estilos. Usado solo sería inoperante.
  • Participativo: Subraya la toma de decisiones en común. A considerar cuando no se está investido de toda la autoridad o ascendiente para mover las cosas por otros medios.
  • Marcador de ritmo: Típicamente ejercido por personas que dominan muy bien la técnica que sus subordinados tienen que aplicar; digamos que “dirigen con el ejemplo”. Intuitivamente considerado el mejor por aquellas personas que consideran que el jefe es y debe ser el que más sabe del trabajo. Muy efectivo en plan inmediato, pero descorazonador a largo plazo.
  • Entrenador (coach): Es aquel que dedica tiempo a guiar a los de su equipo, desarrollando capacidades, subrayando lo correcto e incluso permitiendo un espacio para el error, para aprender. Muy efectivo a largo plazo, si la situación no es de alto voltaje y nos podemos permitir hacer labor de “zapa”.

Qué bonito sería el mundo si fuera simple… La verdad es que los buenos jefes no desdeñan ninguno de los estilos mencionados, pues todos tienen su momento de aplicación.

Lógicamente diremos que cada jefe sigue “sus valores por defecto” o el estilo que mejor refleja su personalidad, que por suerte no se corta con un cuchillo y muchas veces es una mezcla inteligente de todos ellos.

Lo importante es que tengamos en cuenta que hay distintas maneras de llevar las cosas, ninguna despreciable en sí misma, de las que nos puede convenir echar mano en un momento dado.

Dicho lo cual debemos hacer algunas puntualizaciones.

En primer lugar, no estamos en la organización para que se sigan nuestros dictados ni para realizarnos como jefes, ni tan si quiera para satisfacer al personal.

El jefe está allí para lograr que la empresa sea efectiva. Y, yendo al tema que hoy nos ocupa, debe emplear el estilo de dirección que en cada momento mejor logre la efectividad de la organización, sin dejar de tomar decisiones en plan autoritario si la premura de las circunstancias lo exige, pero sin perder de vista el efecto de nuestro estilo de dirección a largo plazo.

De hecho, en los estudios publicados al respecto se hace énfasis en que los buenos jefes utilizan todos los estilos, según convenga.

La segunda precisión que habría que hacer es que, teniendo en cuenta el párrafo anterior, sí que hay formas más efectivas que otras de lograr resultados a largo plazo.

Esto se tendría que matizar además según del tipo de organización donde se está, sobre todo en función de lo “preparado” que sea el personal que hay que dirigir. Pero aquí haremos abstracción de este punto.

Esta segunda precisión deriva un poco de la interacción de lo que motiva al jefe con los estilos de dirección y el impacto de todo ello en los empleados que queremos que nos ayuden a “tirar del carro”, tema con abundante bibliografía. Para simplificar podríamos dejar en tres las motivaciones que acostumbran a motivar a los distintos tipos de jefe:

  • Consecución de resultados
  • Afiliación (quienes tienen gusto por las relaciones humanas y el estilo 3)
  • Poder, en sus dos vertientes:
    1. Personalista (aparecer como fuerte haciendo sentir débiles a los demás)
    2. Socializado (ayudar a los demás a que se sientan fuertes y capaces)

Hay combinaciones de estilos y motivaciones que, en general, no ayudan a que las cosas vayan bien a largo plazo si se usan sistemáticamente.

Así, por algún extraño motivo, cuando nos dirige alguien a quien sólo importa conseguir resultados, siempre se muestra autoritario (estilo 1) o siempre nos demuestra que él lo hubiera hecho mejor (estilo 5), al final los empleados válidos desconectan o simplemente se van.

Como ocurrió el día que hablábamos del “que tira del carro”, se nos abren más caminos. Continuaremos en otra ocasión, pues es importante reflexionar en la labor del que está al frente.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
23/03/2007

mar 202007
 

En estas escuetas líneas me he planteado comentaros un tema que hace referencia al recurso principal y básico de la empresa, el que constituye la base de la pirámide: el equipo humano.

Un cliente hace poco me comentaba que un amigo empresario le había dicho que realmente confiaba que su empresa funcionase durante mucho tiempo, pero que no le preocupaba que esto no fuera así mientras que el equipo humano que le acompañaba en este proyecto no le abandonara. Decía que si su proyecto algún día fracasaba, estaba seguro de que con el personal del que disponía podría acometer otro con éxito.

¡Vaya comentario! Quizá parece hasta utópico, pero en verdad expresa mucho de lo que he expuesto en el primer párrafo. Estamos viendo en prensa y en nuestro entorno empresarial compañías que a menudo reinventan su negocio e incluso que cambian de negocio. La capacidad de las empresas para realizar estos cambios o adaptaciones está en el factor humano.

Ahora bien: ¿cómo dar respuesta al reto de tener un buen equipo? Recordad algunos ejemplos aquellos que os guste el deporte. Un buen equipo no está formado únicamente por grandes jugadores, con mucho talento, sino que tan, o más importante, es que estos estén bien dirigidos y que actúen como un conjunto.

Por lo tanto, ¡recordad que un buen líder es esencial para conformar y lograr que un equipo funcione!

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
20/03/2007

feb 202007
 

En AICON proseguimos con nuestras conferencias en diferentes organizaciones territoriales. En todas ellas hemos podido detectar el interés que despiertan los temas tratados entre los empresarios. La verdad es que más allá de diferentes sectores, con distinto grado de incidencia de ciertas problemáticas (mercados asiáticos, pérdida de competitividad, etc.), las oportunidades que acabamos discutiendo son, en general, las mismas.

En repetidas ocasiones hemos comentado con diferentes empresarios y directivos la necesidad que tienen las pequeñas y medianas empresas de marcarse unos objetivos a medio plazo e introducir en el día a día de los empleados acciones que vayan orientadas a la consecución de estos resultados. De lo contrario se puede observar que los trabajadores de nuestras empresas trabajan simplemente en el día a día con acciones que a menudo no van debidamente orientadas a construir el futuro.

Realmente este tema es importante. Revisad como trabajáis en la empresa; ¿qué porcentaje de tiempo dedicáis a trabajar en el día a día y qué porcentaje destináis a realizar acciones para conseguir objetivos futuros?

¡Los resultados actuales no garantizan los resultados futuros!

feb 192007
 

A menudo debemos tratar con historias, películas y temas técnicos originarios de otras culturas, sobre todo de lengua inglesa.

Las traducciones a menudo distorsionan el mensaje original, más por la dificultad de encontrar en el idioma de destino un equivalente que por desconocimiento de los traductores (bueno, debe de haber habido de todo a lo largo de la historia). A veces, sin distorsionar, tampoco consiguen transmitir la fuerza de la frase original, porque los idiomas no son realmente equivalentes.

Así hemos disfrutado de traducciones de títulos de películas que transmiten con fuerza una idea, como Solo ante el peligro, que tiene garra i entronca de verdad con el contenido del film, pero que no transmite el sentido del título original High Noon,que más bien parece querer decir En pleno mediodía (y bajo un sol ardiente), frase que en inglés y en EE.UU. debe de tener garra, pero que intenta transmitir algo distinto de nuestra traducción. Y esta no es una mala traducción. Otras veces la traducción no tiene garra, tiene poco que ver con el contenido y tampoco es una traducción literal del original: son aquellos casos en que el traductor realmente “se quedó solo”.

En AICON no pretendíamos hablar de cine, aunque entre nosotros pueda haber alguien que entienda, y no precisamente el que suscribe. Lo que sí quería señalar es que en este mundo alocado que nos ha tocado vivir, si con una frase podemos decir mucho, ganamos tiempo, y si este mucho es además fiel al original, nos ahorramos buscar el norte cada dos por tres. O sea, que disponer de buenas traducciones es importante.

Así podríamos reflexionar un momento sobre la traducción de nuestra querida “criatura”: The Balanced Scorecard. Para empezar hemos de decir que la traducción “oficial” El Cuadro de Mando Integral tiene las mismas virtudes y características que traducir High Noon por Solo ante el peligro: a) tiene garra, b) tiene relación con el contenido y c) pone el énfasis en una característica distinta del título original.

No obstante, es un caso de buena traducción. Realmente podemos asimilar el BSC a un tablier de coche, con todo un conjunto de aparatos que dan fe del estado de determinados parámetros de la conducción, en nuestro caso de la empresa. Si utilizamos Cuadro de Mando Integral no nos perdemos gran cosa, aunque el énfasis original sea otro.

Pero en este caso se ha puesto de moda utilizar el nombre o las siglas del original inglés, BSC, olvidando la traducción seria que hemos mencionado. Así cuando no se dice BSC decimos Balanced Scorecard o simplemente Balanced, pero claro, pronunciamos en castellano y suena “balans”. Y este “balans” puede empezar a desdibujar la idea-fuerza original sin aportar a cambio una alternativa de valor.

Vale la pena pues refrescar el original. Para ello podemos ir simplemente a las fuentes y repasar lo que dicen los autores de la “criatura”, Robert S. Kaplan y David P. Norton en su libro The Balanced Scorecard: Translating strategy into action traducido, como se ha dicho, por El Cuadro de Mando Integral, y en los distintos artículos que han ido publicando sobre el mismo tema desde 1992 (aunque como es sabido la película se originó a finales de 1990). Señalemos además que la traducción seria no incluye la coletilla Translating strategy into action (Traduciendo / transformado estrategia en acción), que no es baladí para entender de qué estamos hablando.

El quid de la cuestión está en la palabra balanced, nuestro “balans”.

Robert S. Kaplan es profesor de la Harvard Business School y, entre otras disciplinas, es un experto en contabilidad de gestión.

David P. Norton viene del mundo de la consultoría (en KPMG en 1990), pero en los departamentos de investigación.

Digamos que se las saben todas a la hora contar (hacer las cuentas) lo que ha ocurrido, está ocurriendo y ocurrirá en una organización.

Listos como son, se dieron cuenta de que con las herramientas contables solas, por más analítica y rigor que se pusiera, no sería suficiente para inferir lo que ocurrirá. Y esto es en realidad lo que interesa de cara a invertir, hacer planes de futuro, etc.

Y se contaron a sí mismos que necesitaban un Balanced Scorecard, o sea una Tarjeta de Puntuación Equilibrada; nuestro Cuadro de Mando Integral.

Equilibrada en el sentido de incorporar puntuación sobre otros aspectos de la organización, además de los financieros, cuya importancia no se discute, de forma que se pueda empezar a adivinar qué puede ocurrirle a nuestra organización en el futuro, y por tanto podamos corregir el tiro ahora, sin esperar a leer los resultados en la cuenta de explotación, cuando ya hayan ocurrido y no tengan solución, para bien o para mal.

Y así acabamos definiendo un cuadro de indicadores numéricos equilibrado entre los cuatro aspectos, temas, áreas o perspectivas (como dicen ellos), de la organización en las que creyeron se podían distribuir de forma conveniente los contenidos y las relaciones de la empresa: Finanzas, Clientes, Procesos Internos y Aprendizaje y Crecimiento.

De estas cuatro perspectivas necesitamos tener información en forma de indicadores numéricos, para los que habremos definido entre qué valores deberían moverse para que nuestro proyecto avance por buen camino.

La idea de equilibrio se extiende a las cuatro perspectivas.

A modo de ejemplo antes de terminar, que ya nos extendemos demasiado, hablemos de cómo ellos proponen equilibrar la primera perspectiva, la Financiera, y la cuarta, la de Aprendizaje y Crecimiento.

Para la Financiera apuntan dos bloques: a) Productividad y b) Crecimiento. El primero lo subdividen en Mejora de la Estructura de Costes y Mejora de la Utilización de Activos. Y el segundo en Mejorar el Valor del Cliente (venderle más, venderle más valor añadido) y Ampliar las Oportunidades de Ingresos.

Para la de Aprendizaje y Crecimiento, a menudo conocida de forma simplificada por Recursos Humanos (RR.HH.), distinguen: 1) Capital Humano (formación, habilidades, conocimientos), 2) Capital de Información (sistemas, bases de datos, redes) y 3) Capital Organizativo (cultura de empresa, liderazgo, trabajo en equipo).

Resumiendo: Manera equilibrada (balanced) de ver nuestra organización.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
19/02/2007

ene 262007
 

Hoy nos ocupa un tema que pasa muy a menudo, diríamos que casi le ocurre siempre en mayor o menor medida a cualquier persona emprendedora que saca adelante un proyecto. El tema gira en torno a la pregunta siguiente: qué hacer con la gente del equipo para no acabar siendo el que tira del carro.

El dilema acostumbra a ser: “o bien soy más duro con mi personal y les exijo que vean las cosas como son (como yo las veo, claro está) y que actúen consecuentemente y con el interés que toca (el mío propio); o bien les formo, les ayudo y les doy medios para que hagan las cosas tal y como yo quiero, me entiendan de una vez y la cosa vaya viento en popa”.

Con este enunciado ya sabemos que podríamos escribir, no un artículo, ya que ya se han escrito sobre el tema, sino una lista interminable de libros. Aquí tendremos que ser breves a la fuerza y sólo podremos presentar el problema, sin pretender entrar en una explicación exhaustiva.

Este caso se nos presenta de diferentes formas en nuestro trabajo de consultores.

Lo primero que debemos decir es que, sean cuales sean las causas que lo originan, o que creamos que lo originan, no podemos permitirnos no enfrentarnos al problema con el máximo de seriedad tarde o temprano en la vida de un proyecto, normalmente de una empresa, sobre todo si queremos asegurar su continuidad.

Para que este enfrentamiento resulte provechoso tenemos que estar dispuestos a actuar en consecuencia, como en todos los problemas que de verdad se quieran resolver, naturalmente. Lo incordiarte es que, con mucha probabilidad, en este caso, la acción principal se deba centrar en nuestra propia actuación, y claro está, esto siempre resulta espinoso.

De todos modos, como siempre, conviene ser honestos en el análisis de las causas que hacen que surja el problema, porque hay de todo.

A veces, aquellos que nos rodean simplemente no dan la talla, no llegan al mínimo. Convendrá pues que definamos cuál es ese mínimo. No es necesario que dediquemos mucho tiempo a ser extremadamente precisos; aunque cuanto más precisos seamos, mejor, naturalmente. Pero al definir el mínimo, la primera precisión, obvia para todos pero olvidada a menudo en la práctica, es que la talla no es la nuestra necesariamente.

Si hemos definido el mínimo con honestidad y sinceramente creemos que no se llega a lo exigible, no nos haremos mala sangre, pero debemos ser exigentes. Ya lo hemos sido con nosotros mismos no cogiendo carrerilla y pensando primero.

El problema, y el dilema en este caso, es que todo líder que se hace el planteamiento en muchos casos no lo tiene tan claro, y es que no lo es de ninguna de las maneras.

Nos podríamos encontrar con dos casos extremos:
a) El problema es real: nuestro(s) colaborador(es) no dan la talla o b) Simplemente no nos hemos hecho el planteamiento y entonces seguramente nosotros no demos la talla como líderes.

Pero la cruda realidad hace que normalmente estemos en medio y haya para todos.

Aquí empiezan los dolores de cabeza de encontrar el equilibrio, y diríamos que estamos de suerte, porque significa que el problema puede tener una solución para sacar las cosas adelante entre todos y no sólo nosotros solos.

Debido a que el espacio de este artículo es reducido, apuntaremos algunas reflexiones obvias, pero que no deberíamos de olvidar, ya que nos pueden ayudar a encontrar una solución (La Solución probablemente no existe; tendremos que insistir día a día):

  • No tenemos por qué disimular nuestra alta (¿altísima?) motivación por conseguir resultados, ir adelante haciendo las cosas bien y ganando más, etc. Esto es lo que mueve el mundo. Es una cosa objetivamente buena y es bueno que queramos que sea compartida y no olvidada.
  • Nuestros colaboradores no tienen, ni pueden tener, nuestro mismo interés por la empresa. Seguramente tampoco compartiremos con ellos todos los beneficios del éxito. Por tanto, su motivación tendrá un componente más profesional y personal, que puede no tener en cuenta los resultados económicos.
  • Si los responsabilizamos de buscar, plantear e implementar soluciones a los problemas con los que nos agobian (en lugar de decirles qué deben hacer y cómo), trabajarán mucho más, trabajaremos mucho menos, estarán más contentos y crecerán profesionalmente y cada vez nos ayudarán más.
  • Todos necesitamos un margen para el error, de los cuales todos aprendemos. Los errores se tienen que identificar siempre, no criminalizar siempre.
  • No sólo nuestro modo de hacer las cosas es acertada.
  • La formación siempre recorre su camino, a largo plazo.

Como hemos dicho al principio, sólo hemos expuesto el tema. Quizás otro día volvamos para profundizar en él.

Genís Barcons
Consultor de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
26/01/2007

ene 202007
 

Hemos empezado un nuevo año cargados de grandes propósitos y nuevas ilusiones. Os propongo en estas fechas que anotéis estos propósitos para que el día a día no os los haga perder de vista. Este es el primer paso para empezar a planificarlos con unas metas temporales claras.

Asumid que tendréis que sacrificar cosas y seguramente pedir ayuda para emprender estos propósitos; ¡hacedlo! No os defraudéis a vosotros mismos, de lo contrario el año siguiente vuestras fuerzas se verán mermadas.

La satisfacción que os producirá llevar a cabo estas metas seguro que será la mejor de las recompensas. Si estos proyectos son empresariales, vuestro personal y vuestros colaboradores os lo agradecerán y, además, se verán reforzados si se deciden a seguir este mismo proceso.

Tranquilos, el día a día siempre está ahí, poderoso, absorbente, desafiante. Por lo tanto, decíos: ¡mañana todavía estará a ahí!, y proponeos empezar a afrontar hoy una de esas metas que os habéis propuesto.

Que tengáis un BUEN AÑO, lleno de propósitos hechos realidad.

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
20/01/2007

 

dic 172006
 

Toda empresa que ha cosechado un cierto éxito y que, por tanto, ha perdurado en el tiempo se ha visto o se verá involucrada en un proceso de relevo de su máximo responsable.

Este es un proceso especialmente tratado y desarrollado en empresas familiares, que tienen un peso muy importante en nuestro tejido empresarial y en la salud económica de nuestro país.

Quizás es en las empresas familiares en las que este tipo de proceso presenta más complejidades, a menudo derivadas de la propia cultura existente en estas empresas y de la necesidad de conciliar estos relevos con la convivencia de otras personas de la familia en la compañía.

Nuestra experiencia nos ha llevado a observar este tipo de relevos; algunos con éxito, otros con fracaso. De todos estos casos hemos podido concluir que existe un factor crítico para el éxito: EL LIDERAZGO.

A menudo el factor de elección de una persona como relevo del actual máximo responsable se deriva de criterios tales como rango familiar (hijo mayor), antigüedad en la empresa (incluso al escoger un miembro que no sea de la familia para ocupar el cargo), conocimientos del mercado, conocimientos de la empresa, capacidades aptitudinales, etc. Estos factores se emplean tanto en procesos de relevo familiar como profesional.

Ahora bien, de todos los factores debe haber uno que prime por encima de todos los otros. Las empresas deben buscar en el relevo un BUEN LIDERAZGO; es decir, deben identificarlo dentro de la familia u optar por profesionales de la empresa o seleccionados especialmente que aporten este componente.

Las características que, como líder, debe tener una persona que debe convertirse en el nuevo Director General o Gerente de una compañía deben ser:

  1. Capacidad de motivar a un equipo de trabajo para conseguir unos objetivos establecidos.
  2. Automotivación e interés por ejercer un impacto positivo en el equipo humano de la empresa.
  3. Habilidades sociales básicamente enfocadas a aquellos aspectos necesarios para obtener de los demás la respuesta deseada: empatía, saber escuchar, saber comunicar, valentía, autodominio, lealtad, gratitud, entre otros (Antonio Medrano en su libro Magia y misterio del liderazgo amplía las 30 características deseables para un líder).

Por lo tanto, debemos escoger como futuro líder de nuestra empresa a alguien que sea capaz de desarrollar al máximo las capacidades humanas del equipo de trabajo de la empresa, siendo capaz, obviamente, de establecer procesos para identificar necesidades de captar nuevos talentos y después de retenerlos.

Debemos superar viejos estigmas como que quien debe liderar la empresa debe ser aquel que más conozca el mercado o nuestros clientes. Seguramente estas son capacidades que un líder puede obtener. Ahora bien, cuidado con aquella empresa que decida poner su futuro en manos de alguien que no disponga de unos elevados niveles de liderazgo.

Se ha estudiado el hecho de que en un buen líder existen características personales innatas y otras que pueden desarrollarse. Es especialmente interesante que la planificación de procesos de sucesión tenga en cuenta la capacitación de los futuros máximos responsables en métodos y habilidades de líder. Los resultados son espectaculares y motivadores para el propio individuo y para el equipo.

Por lo tanto, si os encontráis ante la necesidad de planificar un proceso de relevo en la Dirección General o Gerencia de vuestra empresa, o incluso en la máxima responsabilidad de un departamento, tened en cuenta el FACTOR LIDERAZGO como factor crítico. En caso de que optéis por realizar el relevo con otra persona de la familia o un profesional que ya esté en la compañía, tratad de valorar objetivamente sus capacidades en este aspecto y establecer acciones para desarrollar ciertas habilidades que reforzarán este factor.

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
17/12/2006

dic 152006
 

Por tercer mes consecutivo os hacemos llegar nuestro medio de comunicación empresarial. Reiteramos nuestra gratitud a todos aquellos que nos seguís enviando mensajes de apoyo y satisfacción.

Como veréis, en este número hemos añadido un nuevo apartado que tiene como objetivo recoger citas de interés para la dirección y gestión de empresas. Esperamos que las conclusiones derivadas de estas citas os puedan hacer reflexionar a vosotros y a vuestro equipo y, por consiguiente, quizás ayudar en algún proceso de cambio o mejora.

Os alentamos también a que aprovechéis estas fechas tan señaladas para compartir con nuestros seres queridos aquellos momentos que muchas veces nos es difícil encontrar durante los meses habituales de trabajo. Que estos momentos nos permitan recargar nuestras energías para un provechoso comienzo de ejercicio.

Finalmente sólo me queda, en nombre de todo el equipo humano de AICON, desearos FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO.

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.

nov 202006
 

Un aspecto crítico para alcanzar los objetivos empresariales es conseguir involucrar al personal en la consecución de los mismos. Es muy habitual que las empresas definan un nuevo proyecto estratégico o unos nuevos objetivos y que gran parte del personal no esté contribuyendo en la medida y el ritmo necesarios para su consecución. A menudo esto puede provocar frustraciones a nivel de la dirección.

Es por ello que resulta clave contemplar una serie de requisitos necesarios para involucrar a todo el personal en este tipo de proyectos de empresa que describo a continuación en forma de puntos:

1 – DEBE ENTENDERSE LA NECESIDAD.

Resulta esencial que el personal entienda la necesidad –el PORQUÉ– de llevar a cabo un proyecto o de alcanzar unos determinados objetivos de empresa. Muy a menudo caemos en el error de comunicar unos objetivos o un nuevo proyecto, que exigirá su contribución, incluso cambios profundos en la empresa y en la forma de llevar a cabo sus tareas, sin habernos detenido y hacerles participes de los motivos que han motivado a la Dirección a establecer o plantearse estos proyectos.

2 – QUE PARTICIPEN EN LA DEFINICIÓN DEL PROYECTO.

En la medida que sea posible se debe dejar la posibilidad de que el mayor número de personas participe en la definición del proyecto. En muchos de estos procesos la Dirección ha avanzado en esta definición, pero es muy importante dejar espacio para que las personas de la organización, que deberán contribuir a alcanzar los logros del proyecto, puedan aportar en la definición del mismo. Al menos deben sentir que la Dirección desea tener en cuenta su opinión.

3 – QUE IDENTIFIQUEN CLARAMENTE CÓMO PUEDEN CONTRIBUIR DESDE SU POSICIÓN.

Es fundamental establecer un proceso para que el personal pueda identificar en qué medida pueden contribuir a los objetivos del proyecto, incluso estableciéndose unos objetivos consecuentes a nivel del departamento, de la sección o incluso de la persona. Es decir, objetivos más cercanos a ellos. De esta forma, cada persona o equipo debe proponernos las acciones que llevará a cabo para alcanzar los objetivos. Estaremos realizando un verdadero despliegue táctico que permitirá que cada persona reflexione sobre qué acciones debe emprender para alcanzar estos objetivos propios de su persona o área.

4 – QUE RECIBAN INFORMACIÓN PERIÓDICA DE CÓMO SE EVOLUCIONA.

Es muy importante que el equipo reciba información periódica de cómo se está evolucionando en la consecución de los objetivos del proyecto y, especialmente, en aquellos en los cuales cada persona haya identificado que puede contribuir directamente.

5 – QUE PARTICIPEN EN LA REVISIÓN DE ACCIONES LLEVADAS A CABO.

Si las personas son capaces de conocer cómo se está evolucionando en la consecución de los objetivos debemos marcar una periodicidad y un espacio para que puedan revisarse las acciones llevadas a cabo e introducir variaciones en las mismas para mejorar con el desempeño.

6 – QUE OBTENGAN PREMIOS EN FUNCIÓN DE LA EVOLUCIÓN DEL PROYECTO.

Finalmente es aconsejable que en la medida que se vayan consiguiendo los objetivos individuales o globales se establezcan unos premios que refuercen el proceso. Indudablemente, cuando hablamos de premios debemos pensar en la recompensa económica pero nunca debemos olvidar el premio de un reconocimiento explícito.

Es importante que reflexionemos sobre estos puntos cuando debamos afrontar procesos de cambio, proyectos estratégicos o, simplemente, proyectos a más pequeña escala que requieran de la participación de un equipo de personas.

Os puede parecer que contemplar estos puntos en algunos casos puede suponer una ralentización del propio proyecto, pero la verdad es que se produce justo el efecto contrario, pues LA UNIÓN HACE LA FUERZA.

José María Llauger
Gerente y director técnico de Aicon Consultores de Gestión, S.L.
20/11/2006

nov 152006
 

Por segundo mes nos ponemos en contacto con vosotros a través de este nuevo medio de comunicación.

Debo mostrar, en nombre del equipo de AICON, nuestra gratitud por el gran número de felicitaciones que hemos recibido. La verdad es que este tipo de recompensas nos animan e ilusionan para continuar con este proyecto, que tanto nos enorgullece.

Espero que podáis contemplar el nuevo esfuerzo que hemos realizado y que se ha traducido en una reforma bastante profunda de la imagen y estructuración del INFOMANAGEMENT, a la vez que hemos introducido una sección fija de información sobre Ayudas y Subvenciones que esperamos os sea de interés.

Igualmente, me gustaría desde estas líneas alentaros a que nos hagáis llegar más sugerencias que sin duda enriquecerán el proyecto a la vez que pueden ser herramientas de información muy útiles para vosotros.

Quiero despedirme reiterando una vez más NUESTRO AGRADECIMIENTO POR VUESTRO RECIBIMIENTO.

Les saluda atentamente.

Josep Maria Llauger
Gerente de AICON Consultores de Gestión, S. L.